Las palabras de la dirigente birmana Aung San Suu Kyi son duras en referencia a la confirmación de la condena de Wa Lone (28) y Kyaw Soe Oo (28), periodistas de Reuters, tras su investigación sobre las acciones de Tatmadaw en el estado de Rakhine. Suu Kyi, entrevistada en el «Foro Económico Mundial» de Hanoi (Vietnam), subrayó cómo la justicia ha seguido su curso natural, confirmando de hecho el veredicto de la fiscalía: «Me pregunto si la gente ha leído el resumen de la sentencia final, que no tiene nada que ver con la libertad de expresión, sino con una «Ley de Secretos Oficiales» y luego añadió que los acusados «tienen todo el derecho a apelar y a señalar cualquier irregularidad en el veredicto». En pocas palabras, todo está bien. Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, respondió inmediatamente a través de Twitter: «Primero la negación de la violencia cometida por el ejército contra los Rohingya, ahora la defensa del arresto de los dos reporteros de Reuters que habían sacado a la luz la limpieza étnica. Increíble».

Wa Lone y Kyaw Soe Oo fueron detenidos y condenados a siete años de prisión cuando realizaban sus investigaciones en el estado de Rakhine, donde documentaron la ejecución de 10 civiles rohingya por el ejército birmano. La violencia en la región noroccidental de Myanmar, que comenzó en agosto del año pasado, ha causado la muerte de innumerables civiles rohingya, así como el éxodo en masa de unas 700.000 personas que huyeron a la cercana Bangladesh. Por su parte, Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz en 1991 y ahora líder del país, nunca se ha expresado sobre el tema durante las numerosas reuniones internacionales, provocando el asombro y la indignación de la comunidad internacional.

Se puede decir que este silencio se interrumpió parcialmente precisamente en el último discurso oficial, pronunciado con motivo del importante Foro, celebrado en Hanoi. Por primera vez, de hecho, Suu Kyi admitió que «la situación en el Rakhine podría haberse gestionado mejor» (fíjese cómo todavía no dice la palabra «Rohingya»). Esto sigue siendo muy poco frente a lo que la ONU ha llamado una verdadera «limpieza étnica»: también vale la pena recordar que la gran mayoría de los rohingya siguen atrapados en los «campos de tránsito» en la frontera con Bangladesh. Su situación es crítica, tanto por las malas condiciones higiénicas como por los monzones que azotan la zona.

Estos últimos acontecimientos sólo confirman las preocupaciones expresadas por muchas organizaciones internacionales, especialmente tras la escalada de violencia en el país. La impresión es que, desde su elección en 2015, Suu Kyi ha sido utilizada por el ejército como una marioneta para simular un retorno a la democracia que, en realidad, nunca ha ocurrido. En Myanmar sigue existiendo un fuerte etnocentrismo budista, que conduce al no reconocimiento -a menudo velado- de todos los tipos de minorías étnicas del país: el ejemplo más estremecedor a este respecto lo constituye claramente la minoría rohingya -una minoría musulmana-, pero las fuerzas del ejército también se han dirigido contra los kachin, una minoría cristiana en el norte del país.

Para completar el cuadro, la confirmación de la condena de los reporteros de Reuters dice mucho sobre la situación de los medios de comunicación en el país y la libertad de expresión.

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez