Por el Dr. Hakim*

Es frustrante que mientras que todos los seres humanos desean vivir vidas significativas, parezcamos impotentes frente a unos pocos individuos que libran guerras y explotan nuestro mundo.

Pero cada uno de nosotros puede hacer algo al respecto, como nos muestra la gente común del Movimiento Popular por la Paz (People’s Peace Movement – PPM) al dar descalzos un paso a la vez, viajando a las zonas septentrionales de Afganistán para persuadir a sus compatriotas afganos, ya sea que estén con «grupos insurgentes» o con las fuerzas estadounidenses, de la OTAN o afganas, de que dejen de luchar.

Su acción de caminar sin zapatos nos sugiere que, para sobrevivir a las normas actuales de militarización y lucro, tenemos que vivir cada día de manera diferente y con claridad y compasión.

Hemos estado pensando que necesitamos ejércitos para detener “terroristas’, pero los ejércitos no detienen “terroristas”. En cambio, dan a los «terroristas» una razón para seguir luchando.

Tenemos que pensar de nuevo.

Además, las raíces del «terrorismo» se encuentran dentro de nosotros mismos. Somos nuestra propia fuente de guerras.

Iqbal Khyber, un representante del PPM, habló a los Voluntarios de Paz Afganos («APVs» por sus siglas en inglés) sobre cómo la violencia se ha arraigado en todos nosotros. «Un miembro ciego de nuestro grupo, Zindani (nombre que se dio a sí mismo después de haber sido cegado por una bomba colocada por los talibanes al borde de la carretera, que significa ‘encarcelado’) tenía tanto dolor dentro de sí que, una noche, cuando estábamos acampados frente a la embajada de Estados Unidos en Kabul, me suplicó: ‘¿Puedo tirar una piedra contra la valla?'».

«Le aconsejé a Zindani: ‘No, tenemos que acabar con la ira dentro de nosotros'». Continuó Iqbal.

Zindani está legítimamente enfadado porque ha sido herido por todos los lados del conflicto afgano, como todos los civiles en todas las guerras. Su padre literalmente desapareció de su vida cuando él tenía sólo siete años, ya que una bomba de un ataque aéreo estadounidense en Helmand dejó ‘un cráter tan grande que no se pudo encontrar rastro alguno de su padre y su tío’. Años más tarde, otra bomba, esta vez un artefacto talibán, mató a su hermana y lo cegó. No solo perdió la vista, sino que también perdió la oportunidad de casarse con el amor adolescente de su vida.

En una gran reunión en Kabul, Zindani se sentó frente a una multitud de afganos que gritaban: «¡Queremos la paz! ¡Basta de guerra!». Tenía un turbante marrón en la cabeza y los ojos, y una bufanda azul de Sin fronteras de los Voluntarios de Paz Afganos colgada alrededor de su cuello.

Estaba callado.

Pero su postura era clara. Ya había caminado más de 700 kilómetros desde Helmand hasta Kabul, y estaba dispuesto a persistir.

No podía ver a la multitud delante de él, pero podía oírlos, y entender su intenso deseo de poner fin a la guerra.

¿Qué nos hace pensar que la gente común como Zindani, o nosotros mismos, no podemos acabar con el «terrorismo» y las guerras a través de métodos no violentos? La desinformación nos ha infectado con dudas.

Una manera de superar esas dudas es emular a Zindani, a los miembros del PPM y de los APV: relacionarse de persona a persona, preguntarse: «¿Cómo podemos vivir mejor?

Y tener el valor de no dudar del amor cuando lo encontramos.

«Yo sospechaba de sus intenciones. Los políticos y los líderes han abusado tanto de la gente que ya no podemos confiar los unos en los otros. Pero cuando me reuní y conversé con esta gente de Helmand, supe que podíamos trabajar juntos», testificó Masuma a los otros Voluntarios que se habían reunido en otra ocasión para escuchar a cuatro miembros del Movimiento.

¿Qué hay del miedo? ¿Cómo hacer frente a los temores legítimos?

Los Voluntarios estaban lidiando con múltiples preocupaciones antes de ir a la gran reunión organizada por el PPM, celebrada justo al lado del Estadio Ghazi, donde los Talibanes solían ejecutar gente públicamente.

Seguramente, Zindani, con su pasado trauma de perder a ocho miembros de su familia en la guerra, ha tenido miedo durante todo su oscuro viaje. El miedo es una emoción con la que podemos trabajar, igual a nuestra experiencia del miedo incluso en el amor, como hizo Zindani al crear dos líneas poéticas para su novia adolescente:

Estoy demasiado asustado para beber agua.

Puede desvanecer el nombre de mi amada en mi corazón.

El amor triunfa sobre el miedo.

«Iremos juntos, pase lo que pase», dijo Khalid, un voluntario de paz afgano que estudia en una universidad. En la gran reunión, Khalid estaba tan «entusiasmado» que superó su timidez habitual durante 30 segundos sobre el escenario, entregando dos versos de un poema pashto que expresaba:

«Lo que sea que destruyas, no destruyas mis pensamientos y mi mente.»

Así es como podemos superar el miedo y acabar con la obsoleta institución humana de la guerra.

Podemos amar.

Podemos pensar de nuevo.

Podemos aparecer juntos.

El Dr. Hakim, («Dr. Teck Young, Pequeño») es un médico de Singapur que ha trabajado en empresas humanitarias y sociales en Afganistán durante más de 10 años, entre otras cosas como mentor de los Voluntarios de Paz Afganos, un grupo interétnico de jóvenes afganos dedicados a  construir alternativas no violentas a la guerra. Ha recibido el Premio Internacional Pfeffer de la Paz en 2012 y el Premio al Mérito de la Asociación Médica de Singapur en 2017 por sus contribuciones en servicio social a las comunidades.

Traducido del inglés por María Cristina Sánchez