El 21 de junio, el mundo político-militar se reunió en la base aérea de Istres para celebrar la retirada del Mirage 2000 N en favor del Rafale, que se convirtió en el único combatiente de las Fuerzas Aéreas Estratégicas. A medida que evolucionan las amenazas, Nuclear Disarmament Initiatives denuncia lo absurdo de la costosa modernización de la disuasión nuclear y la falta de reflexión sobre la utilidad de las armas nucleares.

Se gastarán 37 000 millones de euros en el mantenimiento y la modernización del arsenal nuclear entre 2019 y 2025, 14 000 millones más que en 2014/2019. Se trata de un gasto importante, que se hará a expensas de otras necesidades más urgentes del Ministerio de las Fuerzas Armadas u otros ministerios soberanos.

Sorprendentemente, los responsables de la toma de decisiones no cuestionan la utilidad y la capacidad de esta fuerza de disuasión nuclear y, en particular, su componente aéreo frente a las nuevas amenazas:

  • ¿Por qué mantener una fuerza nuclear aérea cuando los británicos basan su disuasión sólo en el componente submarino? ¿Es sólo para satisfacer las demandas del lobby militar-industrial?
  • ¿Cómo podría la disuasión nuclear ser una protección contra los misiles a hipervelocidad que podrían decapitar a las autoridades políticas y militares incluso antes de que pudieran reaccionar?
  • ¿Cómo podría la disuasión nuclear ser un baluarte contra un ataque cibernético que desestabilizaría al Estado, incluso antes de que el atacante haya sido identificado?

La disuasión nuclear es una ilusión militar y estratégica. Veintiséis años después de la ratificación del Tratado de No Proliferación (TNP) por parte de Francia, es lamentable que las autoridades políticas de nuestro país hayan decidido claramente no respetar los compromisos contraídos y emprender una nueva carrera de armamentos, con el riesgo de desestabilizar el régimen de no proliferación nuclear.

No es mediante una política que crea una ilusión nuclear que Francia contribuirá positivamente a la seguridad mundial.