Al menos 16 muertos en ataques contra una iglesia y una mezquita – La misión de paz de la ONU por sí sola no parece ser capaz de garantizar la paz esperada.

Tras la nueva ola de violencia que afectó a parte de la capital de la República Centroafricana, Bangui, el 1 de mayo, la Asociación de Pueblos Amenazados (APM) pide a las autoridades locales e internacionales que desarrollen un nuevo concepto y un nuevo plan de seguridad, dado que la mera presencia de la misión de paz de la ONU Minusca no es suficiente para garantizar la paz esperada. Es absolutamente esencial evitar que el país caiga en una nueva guerra civil.

El pasado 1 de mayo, al menos 16 personas murieron en Bangui y otras 99 resultaron heridas por un ataque contra una iglesia antes y una mezquita después. Tras un tiroteo entre las fuerzas de seguridad centroafricanas y una milicia rebelde, esta última atacó la iglesia de Notre-Dame de Fatima, que en ese momento estaba llena de fieles para la conmemoración de San José. La emboscada costó la vida de varios fieles, entre ellos el párroco Albert Tonugoumalé-Baba. En ese momento un grupo de fieles cristianos llevó el cuerpo del párroco delante del palacio presidencial y en el camino prendió fuego a una mezquita matando así a dos fieles musulmanes que fueron quemados vivos. Sólo después de la protesta de los fieles cristianos fue interrumpida por las fuerzas de seguridad.

El peligro es que la nueva ola de violencia conduzca a una nueva guerra civil en la que las religiones sean utilizadas y abusadas por ambas comunidades, musulmana y cristiana, para propagar otras tensiones, en realidad vinculadas a la lucha por el poder y el control de las ricas minas de diamantes.

Durante años, los líderes religiosos de las comunidades cristiana y musulmana se han comprometido públicamente con el diálogo y la paz entre las comunidades y han rechazado la simplificación de la guerra religiosa para explicar la violencia que ha estado afectando al país africano desde 2013.

El párroco muerto, a su vez, estaba comprometido en el diálogo interreligioso y había trabajado por un pacto de no agresión con el vecindario adyacente al predominantemente musulmán que garantizaba a los fieles musulmanes al menos la posibilidad de enterrar a sus muertos en paz.

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