Por Francisco Rio

¿Cuál es la conexión entre un niño indígena, el color naranja, un candidato a presidente de Derecha, el Spotfy y el hit de 2017, «Despacito»? Pues bien, ¿no te imaginas la respuesta? Curiosamente, la tela que conecta tan distintos personajes y actividades es la Política. O mejor, el polarizado escenario político de América Latina. La política es política en cualquier lugar del mundo, desde la Roma Antigua: juegos de estrategias, proselitismos, pragmatismo. Pero hay cosas en el escenario político latinoamericano que por lo menos bordean lo insólito. Es el caso de la música «Movimiento Naranja», interpretada por el niño mexicano, Yuawi, de 9 años. Y cuyo refrán es muy pegadizo: “Na, na, na… na, na, na… Movimiento Naranja… Na, na, na… na, na, na…”.

Yuawi pertenece a uno de los cerca de 56 pueblos originarios de México, el Huachicol, que habita la región centro-oeste de aquel país. Especialmente, el Estado de Jalisco. La dura vida que llevan los Huachichol de Jalisco no difiere de la de otros grupos indígenas de México, históricamente marginados por las autoridades políticas. Así, al lado del padre, José López, el chico se dedica a presentaciones musicales en las calles para complementar la renta familiar. En 2014, Yuawi participó en el programa televisivo La Academia Kids. Pero incluso habiendo conquistado al público con su carisma y autenticidad, siempre vistiendo trajes típicos de la etnia a la que pertenece, la condición de extrema pobreza en la que vive la familia del chico poco se alteró desde ese entonces hasta hoy. Y, luego terminado el éxito alcanzado a través del programa, Yuawi y su canto volvieron como relámpagos al anonimato y a la dura realidad de los artistas callejeros.

Sin embargo, al iniciar 2018, Yuawi y su voz resurgen con fuerza total en los medios. Esta vez, sobrepasando las fronteras de su país, conquistando oyentes y fans en América Latina y Europa. Este giro se produjo en virtud del aumento de la carrera presidencial en México. En julio, los ciudadanos mexicanos acudirán a las urnas para elegir al nuevo presidente que gobernará el país por los próximos 6 años. Acompañando la tendencia que en la última década se estableció en el escenario político latinoamericano, la carrera para ocupar Los Piños (la residencia oficial del presidente mexicano) ha sido marcada por una fuerte disputa entre los candidatos. A su vez, va impulsando un clima cada vez más creciente de polarización política que toma las calles y divide a la opinión pública. Por un lado, liderando las encuestas de intención de voto está André Manuel López Obrador (AMLO), del MORENA, partido de izquierda. De otro, respectivamente: José Antonio Meade, del partido del gobierno, el PRI, y Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, de derecha. Esta última responsable no sólo por difundir en los medios de comunicación mensajes comparando AMLO a Hugo Chávez, como también por la transmisión del videoclip «Movimiento Naranja» en que el pequeño Yuawi aparece cantando.

El videoclip ha tenido tanto éxito que ya en los primeros días del año la canción ganó récord de audiencia en la plataforma Spotify. En el año 2017, «Movimiento Naranja» de “Por México al Frente” sería el hit latino de 2018. Discotecas y casas de espectáculos de las Américas y de España también vienen contribuyendo a la difusión del éxito por medio de exhaustivos remixes. Sin embargo, al menos en el ámbito nacional parece que la fuerza de «Movimiento Naranja» no impulsó intenciones de votos para Anaya, que se mantiene en las últimas encuestas con el 27,7% contra el 46,1% de AMLO. Y de igual modo tampoco alteró la rutina y la condición de vida de Yuawi y de su padre, José, así como tampoco cmabiaría la condición histórica de marginación de los pueblos originarios mexicanos – país en que 7 de cada 10 indígenas viven en situación de pobreza o extrema pobreza – si cualquiera de los cuatro principales candidatos ganara los comicios. La inexistencia o la fragilidad de propuestas en relación a las demandas urgentes de los pueblos originarios una vez más entona el ritmo de la carrera presidencial en México.

Mientras tanto, la posibilidad de por primera vez en la historia una mujer indígena dispute la carrera presidencial en aquel país fue impedida. Valiéndose apenas del apoyo de las comunidades autóctonas pobres y de bajos recursos para su campaña y viáticos, además de encontrarse siempre con las puertas (para ella) cerradas por los grandes medios de comunicación, la líder comunitaria María de Jesús Patricio (Marichuy), candidata por el Consejo Nacional Indígena (CNI) conformado el año pasado y que reúne a líderes y representantes de más de 40 de los cerca de 56 grupos autóctonos más representativos, no obtuvo el número de firmas proporcional por Estados y necesario para el reconocimiento del registro de su candidatura como independiente. Concomitante a la exclusión de la líder indígena, se despojaba de denuncias de que otros candidatos independientes -pero, a diferencia de Marichuy, viejos caciques de la Política- obtuvieron sus registros de manera fraudulenta por medio del sistema de recolección de firmas. Lo que hizo que el New York Times publicara un interesante artículo titulado «Prohibido votar por una indígena».

Las contradicciones hasta aquí presentadas por sí mismas muestran por cuáles tortuosos e insólitos caminos recorren el campo de lo Político en América Latina en el siglo XXI. «¡Aunque no sea novedad alguna que un jingle electoral se convierta en hit – se acordarán quizás de “Varre, varre vassourinha!», refrán de la campaña de Jânio Quadros a la presidencia de Brasil, en las elecciones de 1960 – es por lo menos curioso que, en el caso de «Movimiento Naranja», esa potencia de difusión sea impulsada por los nuevos medios más allá de los espacios delimitados por las fronteras nacionales, llevando no sólo el producto consumible, sino también falseando el mensaje y el contenido propios de éste. En el caso de «Movimiento Naranja», sorprende también el hecho de que, a fin de alcanzar el anhelo de toda una población por cambios, se valga de la apropiación, por parte de un frente de Derecha, de un color que identifica parte de la nueva izquierda a partir de los ojos 70. Es al menos un deber de las verdaderas fuerzas progresistas de Nuestra América ponerse cada vez más en alerta ante estos mecanismos, que buscan confundir e invertir valores y opiniones, vaciando el debate y la posible resolución de los temas y contenidos reales que impiden el desarrollo social de las naciones en América Latina.