por Felipe Honorato

Si analizamos los flujos migratorios brasileños, verificaremos que, de forma bien general, en nuestros 518 años de historia, fueron 3 grandes movimientos en nuestro territorio. Cronológicamente:

1) Negros africanos, traídos de forma involuntaria y como esclavos. La mayoría tenía como destino la región sureste y la selva noreste, las regiones centrales de la economía del «Brasil portugués»;

2) Los europeos, en su mayoría procedentes de Portugal, Italia y España, con dos grandes propósitos: reemplazar la mano de obra del esclavo negro que había sido liberado y marginado en el mercado laboral; atender a las políticas de blanqueamiento, que decían que el mestizaje entre la sangre brasileña y el europeo caucásico harían una nueva nación, desarrollada, libre de las desviaciones morales e intelectuales de los pueblos no blancos de los trópicos;

3) Después de la primera mitad del siglo XX, los flujos de europeos fueron sustituidos por flujos de mineros y nordestinos que tenían como destino las dos grandes metrópolis del país: la abrumadora mayoría iba a São Paulo, mientras que una parte mucho menor, pero considerable, iba hacia Río de Janeiro. Estas personas sirvieron de mano de obra para la industrialización de Brasil. En torno a estas dos metrópolis, otros movimientos provenientes de los mismos lugares también surgieron: para otras ciudades de relevancia regional, como Campinas, São José dos Campos, Ribeirão Preto, y otros según la estación para las labranzas del oeste paulista y Valle del Paraíba.

Para proseguir con la reflexión, utilizaré como base la obra de Abdelmalek Sayad, partiendo de la premisa de que la aceptación y la recepción de flujos migratorios están íntimamente ligados a intereses económicos. En Brasil, bajo este enfoque, está claro. Cuando llegaron aquí los portugueses, durante algún tiempo no supieron cómo explotar económicamente la tierra que acababan de invadir. Esto se debe a que, de acuerdo con Sergio Buarque de Holanda, los portugueses han sido siempre aventureros: no se planificaban sus pasos, se lanzaban a la mar detrás de El Dorado y después iban decidiendo la forma de proceder. Por lo tanto, algunas tripulaciones extranjeras llegaron a codiciar y ocupar nuevos territorios dizque portugueses; un ejemplo conocido es el de la Francia Antártica, cuando franceses se establecieron en lo que hoy es llamado Bahía de la Guanabara. Por ello, los portugueses se vieron obligados a tomar una decisión para la ocupación del territorio: el espacio, fue dividido en capitanías; económicamente, fue implantado un sistema de producción agrícola que los lusitanos ya usaban en la costa atlántica africana: la plantación. La plantación es un gran latifundio, monocultor, donde la producción se dirige a la exportación. Demandaba mucha mano de obra y era un trabajo muy pesado. Como ha dicho Joaquim Nabuco, el portugués no tenía el cuerpo para ocupar estas tierras por sí solos; incluso si Portugal fuera un país muy poblado, no todos hubieran estado en disposición de ir a Brasil en las condiciones que se ofrecían en los siglos XVI y XVII. Entonces, el esclavo negro africano fue escogido y obligado a dar su vida por esta tarea. Un flujo de más de 300 años ha hecho que hoy Brasil sea el país de mayor población negra fuera de África. Después, teniendo la economía brasileña establecida como exportadora de productos agrícolas primarios, a finales del siglo XIX, con el racismo científico en boga y siendo extremadamente útil para justificar el imperialismo capitalista colonial vigente en África, el Estado brasileño vio como doblemente conveniente – por causa de las políticas de blanqueamiento y para la sustitución de la mano de obra esclava – incentivar la emigración europea. Luego, con la relativa estabilidad política que Europa occidental alcanzó, tras casi un siglo de sucesivas guerras civiles, como los procesos de unificación en Italia y en Alemania, y la guerra civil española, además de las dos guerras mundiales, la emigración que se inició en el gobierno Vargas, principalmente con la inversión en la industria de base, y se consolidó en el gobierno JK, que invirtió en la industria de bienes de consumo y automotriz. Estos migrantes fueron «víctimas» de dos consecuencias del proceso de industrialización: el éxodo rural y la necesidad de mano de obra.

Si observamos bien, percibimos un rasgo en común entre estas elecciones económicas y los flujos migratorios listados anteriormente: Si miramos cuidadosamente, podremos percibir que todas estas elecciones económicas, que demandaron estos flujos migratorios, se basan en la vulnerabilidad de la población desplazada. Los africanos vinieron como esclavos, exentos de ciudadanía; los europeos que aquí vinieron eran los que más sufrieron con la situación de inestabilidad por la que el continente pasaba; la mayoría de ellos vino de países que, dentro del contexto regional, no eran los de economías más maduras; los que vinieron de países ya plenamente industrializados, como Alemania, eran los que sufrían con el desempleo estructural, aquellos que fueron expulsados por las nuevas tecnologías desarrolladas en el seno de dos revoluciones industriales. El nordeste ya es una región de panorama conocido por todos nosotros, brasileños; la sequía es un ingrediente que, para muchos nordestinos, representa un agravante. En este sentido, hemos abarcado toda la historia brasileña, un desarrollo de sucesivos prejuicios y disparidad de oportunidades que abrieron prerrogativas para la explotación económica de ciertos estratos sociales. El derrumbe del edificio en el Largo do Paissandú, en la capital paulista, en la madrugada del último día 1 de mayo, abrió la punta de este iceberg: en el edificio estaban refugiados, trabajadores formales e informales, una mayoría de gente negra marginada en el mercado de trabajo y, por tanto, no puede tener acceso a la vivienda propia; la gente que más se verá afectada por la congelación de gastos sociales, pues son los que más necesitan del amparo del Estado, personas que sentirán fuertemente en la piel el carácter liberal de la reforma laboral. El área de aquel edificio, en una región de alto valor inmobiliario, brillaba en los ojos de la especulación y tal vez por eso estaba cerrado hace tanto tiempo, deteriorándose. Aquellas personas estaban allí llevando sus vidas y luchando por el derecho de vivienda digna para todos. La especulación inmobiliaria, ligada a las clases dominantes, mientras muchos no tienen donde vivir, mantiene inmuebles cerrados, esperando la mejor área para vender; y no sólo eso: sus intenciones, muchas veces, llevan a regiones enteras a la valorización, expulsando a quien antes vivía allí a causa del aumento en los impuestos o del acoso de otras partes del mercado inmobiliario.

Brasil fue un país construido bajo la vulnerabilidad, para que pocos generen ganancias absurdas sobre eso, y parece que este ciclo vicioso se retroalimenta: los intereses económicos se superponen al bienestar de las poblaciones desplazadas y marginadas; el país fue formado así y no va a cambiar tan pronto. Al final, ¿quién se preocupa por nuestras minorías? El dinero tiene una cotización mucho más alta en el mercado que un negro, un pobre, una mujer y un refugiado.

Imagen de portada por – Naiara de Deus