A raíz del fallido nombramiento del hermano del presidente como embajador en Argentina, se reflotó el tema del nepotismo. De rebote salpicó al hijo del ministro del interior y la oposición aprovechó la ocasión para airear otros innumerables casos. En la situación del hermano fue la Contraloría la que se interpuso, precisando que no podía tomar razón antes de un tiempo. Dada la premura que el propio gobierno se había fijado, no tuvo más remedio que echar pie atrás. En el caso del hijo del ministro del interior, quien es primo de primer grado del presidente, para que la oposición no se diera un festín, decidió dar un paso al costado. Sin perjuicio de ello, de todas formas, la oposición está dándole como al gobierno. No es para menos. Mal que mal, se la han dado en bandeja.
Reconozcamos que es difícil encontrar gobiernos en los cuales no se den situaciones de esta naturaleza. De hecho, desde la derecha rápidamente se encargaron de elaborar una suerte de dossier con todas las redes familiares implementadas en gobiernos anteriores. Por tanto, si esto se ha dado desde tiempos inmemoriales, cabe preguntarse: ¿por qué tanto escándalo?
Me centraré en cuatro razones. Una, la conducta adoptada cuando eran oposición las fuerzas políticas que ahora están en el gobierno; dos, por los avances que registra el país en materia de transparencia que permiten conocer hoy lo que antes no se sabía; tres, porque les guste o no, quienes ahora nos gobiernan, quienes cortan el queque son los de arriba, los pudientes, quienes viven en Las Condes, Vitacura, La Dehesa; y cuatro, porque al país pareciera que aún le queda una dosis de decencia, de capacidad para asombrarse, escandalizarse ante determinadas situaciones.
Cuando quienes nos gobiernan eran oposición, dentro de sus banderas estuvo la necesidad de hacer carne la igualdad de oportunidades, de la necesidad de abrir espacio a la meritocracia, asegurando que en caso de acceder al gobierno sacarían a los operadores políticos enquistados, que atacarían el nepotismo, el amiguismo, y el famoso pituteo.
Como discurso, impecable, inobjetable, tan impecable e inobjetable, que les permitió triunfar en las elecciones presidenciales. Sin embargo, en la práctica, dado que quienes nos gobiernan provienen de cunas de oro, que se distribuyan los cargos entre ellos, en familia, es altamente reprochable. Doblemente reprochable que bajo los gobiernos anteriores dado que sus dirigentes provenían de cunas de bronce o plata, antes que de oro. Mal que mal, dentro de las propias élites es posible distinguir a unos de otros.
Como sostuviera el gobierno pocos pueden dudar de las capacidades de quien iba a ser el embajador en Argentina. De igual modo, tampoco tenemos derecho a poner en duda de las capacidades del hijo del ministro del interior, contratado a honorarios. El punto es otro. ¿Acaso no hay otros con similares o mayores capacidades que el hermano del presidente para ser embajador? ¿Acaso no hay otros con las capacidades que el hijo del ministro?
Los hay y de sobra, y por más que se diga lo contrario, se optó por ellos por la confianza que despiertan, la que viene dada por los lazos familiares. Con esa lógica es como vamos metiendo a familiares, amigos y contactos. Esta observación, este reproche vale tanto para moros como cristianos, para quienes están en el mundo de izquierda y en el de la derecha.
El nepotismo no es algo nuevo, y se da en todas partes. Es cierto, pero ojo, porque ello no implica que haya que resignarse a su existencia o que esté en la naturaleza del ser humano como no pocos sugerirían. Muy por el contrario, su persistencia debe hacer redoblar nuestros esfuerzos por eliminar todo rasgo de nepotismo.