Como comunicadores y ciudadanos/as de diversos países del mundo, comprometidos con las luchas por el derecho a comunicar y las normas democráticas vigentes en materia de comunicación, somos testigos de la situación de derrocamiento institucional que acaba de marcar un nuevo avance en Brasil, a través del rechazo el 5 de abril 2018 por las autoridades judiciales brasileñas del recurso de habeas corpus presentado por el ex-presidente Lula da Silva y de la confirmación de su encarcelación. Hemos observado desde afuera, y sobre todo gracias a la movilización de un periodismo democrático y responsable, como los últimos acontecimientos han sido acompañado y fomentado nuevamente con operaciones mediáticas ofensivas, en sintonía con presiones de parte del sector militar.

Desde el año 2014 con la operación Lava Jato hasta la fecha con la reciente decisión del Tribunal federal brasileño, hemos sido testigo de que un núcleo de grupos mediáticos en la República federativa de Brasil, beneficiando del eco internacional de varios medios hegemónicos en los cinco continentes, ha fomentado e instrumentalizado una situación de conflicto judicial y político para convertirlo en una operación de golpe mediático, judicial y por ende político, dirigido hacia un gobierno legítimamente electo, en particular hacia la ex-presidenta Dilma Roussef y ahora el ex-presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.

No se trata aquí de expresar una adhesión partidaria, como comunicadores y activistas de la comunicación, a tal o cual figura política. Queremos ante todo expresar nuestra mayor preocupación por la deriva antidemocrática que constituyen estos hechos y por la violación a la ciudadanía comunicacional que operaron estos actores mediáticos en una situación de permisividad selectiva o de complicidad judicial.

Sabemos que este tipo de accionar mediático está ocurriendo hoy en varias partes del mundo, donde existen importantes grados de violencia política, de despotismo y de ausencia de tradiciones democráticas. Si bien hemos avanzado en materia de institucionalización de los derechos, vemos también que la creciente conectividad ha aumentado la sofisticación de las estrategias de manipulación de la opinión pública. Repudiamos el uso de los medios concentrados como armas de manipulación masiva de las sociedades.

En este sentido, queremos destacar ampliamente el compromiso activo de los comunicadores brasileños y latinoamericanos, sean libristas, blogueros, activistas, medios ciudadanos y profesionales, que han permitido al mundo entender lo que está ocurriendo en su país. La comunicación democrática es una lucha asimétrica, larga, sistémica, bella… porque es lucha para todos los derechos. Es imprescindible proteger estas formas de comunicación ciudadana y fortalecer su voz propia.

En solidaridad,
El Comité de movilización del Foro mundial de medios libres
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