por Natalia Vinelli / BARRICADA TV

“Ocupar, resistir, producir” es una consigna que popularizó el movimiento de empresas recuperadas. Señala tres momentos que debe atravesar toda fábrica autogestionada por sus trabajadores y trabajadoras hasta lograr la estabilidad que le permita sostener la fuente laboral, con una lógica sin patrón y dentro de un mercado altamente competitivo. Los medios de comunicación alternativos, populares y comunitarios siguen una lógica parecida. Pueden pensarse como mojones o trincheras que van superando lentamente obstáculos de todo tipo, hasta lograr la referencia necesaria para aparecer primero como opción (entre una cosa y otra), y luego como construcción de alternativa. Que no es sólo productiva o comunicacional, sino también política.

Ocupar el espectro, resistir en el aire y producir contenidos que se encuentren con sus audiencias son pasos necesarios para la construcción de otro modelo de comunicación, que no puede escindirse de otro horizonte para el país y la región. Los dos primeros constituyen hitos que generan identidad; el tercero implica el desafío de hacer medios masivos que pongan en circulación otra mirada de la realidad, en un contexto de concentración que deja poco espacio para la pluralidad de voces.

Ocupar

La comunicación popular tiene una larga tradición en América Latina. A riesgo de incurrir en algún olvido importante, podemos sintetizar un recorrido que va desde los pasquines sediciosos que acompañaron el malestar en las postrimerías de la Colonia hasta las radios insurgentes cubanas o salvadoreñas; desde las escuelas radiofónicas vinculadas con la Iglesia hasta las radios educativas populares de inspiración freireana; desde las radios mineras bolivianas hasta el cine militante; desde los diarios de masas como Noticias o El Mundo en Argentina hasta las radios y canales comunitarios de los 80 y 90.

Toda esta experiencia acumulada a lo largo de décadas tiene varios puntos en común que permiten comprenderla dentro de un tipo específico de comunicación, pero aquí queremos detenernos particularmente en uno: las radios, televisoras y periódicos se lanzaron a funcionar sin esperar que las condiciones estuvieran dadas. Todas buscaron generar esas condiciones a través de su propia práctica. Ocupar espacios y construir una base sólida desde la cual intervenir sigue siendo hoy una de las mejores enseñanzas que nos han dejado quienes nos precedieron en la tarea de pensar y llevar adelante alternativas democráticas a la concentración mediática.

Los cambios en los marcos regulatorios en varios países de la región, y el consecuente reconocimiento del sector social comunitario, son en parte producto de esa persistencia y de la vocación de masividad de los medios populares, que no esperaron a tener las leyes a favor para poner otras voces en el aire ni pidieron permiso para ocupar el espectro radioeléctrico. Plantar bandera es, en nuestra perspectiva, el punto de partida para arrebatar esos espacios a la hegemonía, de la misma manera que la ocupación de una fábrica quebrada es el primer paso para ponerla a producir en manos de sus trabajadores y trabajadoras.

Resistir

Las legislaciones por sí mismas no pueden garantizar el límite a la concentración ni el impulso democratizador: son un marco fundamental, pero ese marco requiere voluntad política de implementación, una defensa activa por parte de las organizaciones y una base social movilizada. Los grupos que dominan el mercado de la información y la comunicación, además, no asisten de manera pasiva a la lesión de sus intereses. Son clasistas. En Argentina las movidas para eliminar algunos artículos la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fueron certeras, hasta derogar parte de esa ley a poco de asumir la presidencia Mauricio Macri, al frente de un gobierno de línea claramente privado comercial.

Pero no sólo dispararon contra lo macro. También atacaron lo micro: ante cada pequeño avance de parte de la comunicación no lucrativa los grupos mediáticos concentrados interpusieron en la Justicia medidas destinadas a perpetuar sus privilegios. Es lo que hizo la Asociación de Teledifusoras Argentinas (ATA) cuando el entonces AFSCA autorizó de manera provisoria el funcionamiento con tecnología analógica de 42 canales de baja potencia. Una entidad que nuclea a 23 medios, que concentran el 90 por ciento del mercado, demandó la nulidad de las autorizaciones a un puñado de televisoras comunitarias, acusándolas de ejercer… “competencia desleal”.

Éste es sólo un ejemplo entre muchos: podemos señalar también la interferencia de Canal 13 a Barricada TV; las demandas por la televisación del fútbol en el caso de PAREStv, que sigue la campaña del club Flandria; las notificaciones contra ENTV de Viedma o las denuncias por interferencia a canales y radios comunitarias, realizadas por parte de medios concentrados. Cada espacio ocupado debe ser defendido, cada avance apuntalado. Resistir los intentos de desalojo del éter, como las fábricas al momento de la toma, es una clave para establecer una base sólida.

Producir

Finalmente, ¿qué peso real tienen hoy los medios autogestivos, comunitarios, populares en el mapa comunicacional de nuestros países? ¿Cuánto pueden incidir estas voces en escenarios altamente concentrados? Frente a megafusiones como la reciente Telecom/Cablevisión somos peces en un mar dominado por tiburones, para decirlo sin ingenuidad. Sabemos que ninguna experiencia por sí sola puede alternativizar a estos grupos concentrados; que es necesario multiplicar, desarrollar contenidos de calidad que respeten a sus públicos y se propongan la masividad, que la comunicación sea apropiada como una herramienta por el movimiento popular.

Como en el caso de las fábricas recuperadas, la gran batalla es sostener las experiencias, profesionalizarlas, superar las barreras de entrada y producir para encontrarse y ampliar audiencias, es decir, para disputar sentido. La producción no puede escindirse de la circulación y el encuentro con el público, porque la construcción de contrahegemonía –aún en sus flujos y reflujos-, es de masas o no es. De otro modo la práctica es ahogada, aislada en lo micro o marginalizada, o se desvía hacia la mera autorrealización comunicativa. Ocupar el espectro, resistir en el aire y producir contenidos son orientaciones que ayudan a sortear estos obstáculos, plantar bandera y construir un piso en el camino de la construcción más amplia de una alternativa no sólo comunicacional, sino también social y política.

(*) Referente de Barricada TV Canal 32.1 de la televisión digital. Más info en www.barricadatv.org

Adjunta en el Taller de Expresión 2 cátedra De Carli (FCSoc UBA). Autora, entre otros, del libro La televisión desde abajo. Historia, alternatividad y periodismo de contrainformación. Barricada TV funciona en el 4to piso de la fábrica recuperada IMPA, la metalúrgica ubicada en el barrio porteño de Almagro que en mayo cumple 20 años bajo gestión obrera.