Con motivo del VIII Congreso Internacional de Bioética celebrado los pasados días 23 y 24 de noviembre en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, Sergi Raventós presentó la siguiente comunicación.

Hablar de los suicidios no es fácil ni agradable. Acabar con la propia vida puede responder a muchas razones pero casi siempre a un sufrimiento insostenible. Los motivos para el suicidio han sido analizados y pueden tener muchas explicaciones: desengaños amorosos, la muerte de un ser querido, el miedo de ser torturado, la imitación de otro suicida, el abuso de drogas, la soledad, el abandono familiar, trastornos psiquiátricos severos, motivos sectarios, presión grupal, etc. El suicidio no siempre es atribuible a un trastorno mental pero sí que es indicativo de sufrimiento y de estrés negativo.

El suicidio es una de las formas de muerte más extendida en el mundo superando los muertos por accidente de tráfico, terrorismo y violencia machista.

Cada año se suicidan en el Reino de España más de 3.000 personas pero en los últimos años se han realizado varios estudios que corroboran la relación entre crisis económicas y suicidios. En uno de ellos se analizaba la relación entre los ciclos económicos y los suicidios que se han producido en EEUU entre los años 1928 y 2007 en el que se mostraba que cuando ha habido alguna recesión económica la tasa de suicidios ha aumentado once veces y sólo se ha dado la circunstancia de que haya bajado en dos ocasiones. En cambio, en periodos de expansión económica las tasas de suicidio sólo han aumentado tres veces y han bajado en diez ocasiones.

Algunas revisiones sistemáticas han podido establecer una relación entre el aumento de la mortalidad por suicidio y las recesiones económicas en hombres en edad laboral. En estas revisiones el desempleo está asociado al aumento de mortalidad por suicidio, fundamentalmente referido al desempleo de larga duración. Este riesgo es mayor en los primeros 5 años de quedarse en paro, pero aun así puede llegar a persistir durante 15 o 16 años después de la pérdida del empleo (1).

Algunas investigaciones han intentado cuantificar el incremento de los suicidios derivados exclusivamente de la crisis. Por ejemplo, en Estados Unidos entre el 2007 y el 2010 se estima que ha habido más de 4.750 muertes por suicidio (2); en el caso de Inglaterra llegaron a ser unos 846 adicionales entre los años 2008 y 2010 (3).

Otro estudio significativo analizó la mortalidad por suicidio en 54 países de Europa, Norteamérica y Asia durante el año 2009. Esta mortalidad fue comparada con la esperada según la tendencia de mortalidad por suicidio entre los años 2000 al 2007 y se estimó un aumento de hasta 4.884 muertes adicionales por suicidio. En el caso de Europa se concentraría en hombres de 15 a 24 años y en el caso de América del Norte en hombres de 45 a 64 años. En cuanto a las mujeres no ha habido incrementos: en Europa y en América fue muy inferior a los hombres. Y tanto en un continente como el otro se asoció a la magnitud del paro (4).

Un estudio intentó cuantificar los suicidios derivados por la crisis durante los años 2008-2010 en el Reino de España, llegando a estimar unos 680 suicidios adicionales (5).

Los suicidios también han aumentado un 36 % en Cataluña en los últimos años como consecuencia de la crisis económica y ya son la mortalidad evitable que más ha crecido, según se apuntó recientemente desde de la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de la Generalitat de Catalunya.

Cuando hay una correlación estadística significativa entre las recesiones económicas, el desempleo y los suicidios, hay que ser muy obtuso para no querer ver la relación entre quitarse la vida y la desesperación de estar desempleado y lo que supone de incertidumbre y pánico por el futuro más inmediato.

¿Es tan difícil imaginarse la desesperación que puede sentir alguien con grandes deudas hipotecarias, cargas familiares y ser un desempleado de larga duración en esta coyuntura económica? ¿Hay alguien que aún no sabe que alguna gente se suicida por acumular deudas?

En el Reino de España, a pesar de que durante el periodo inicial de la crisis (2008-2011) no hubo un aumento significativo de la tasa de suicidios en el año 2012 sí que hubo un repunte en el alza respecto al periodo anterior. El aumento se produjo en los hombres entre 45-59 años. A pesar de que no aparece en las estadísticas, la relación del suicidio con los desahucios (una de las expresiones más macabras de la crisis) es un hecho evidente (6).

El pasado 22 de noviembre un tuit de la periodista Cristina Fallarás decía: “Me entero hoy del suicidio de un querido amigo. Le quitaban el piso. Era mayor y no tenía dónde ir. Mierda, mierda de sociedad.”

Las personas entrevistadas en un proyecto de investigación llamado “Procesos de desahucio y salud” describen diferentes problemas de salud física: cardiovasculares, cerebrovasculares, dermatológicos, digestivos, diabetes, tensión arterial, colesterol, etc. Además se detectan frecuentes problemas de salud psicológica: estados depresivos, desmotivación, desilusión y apatía, deterioro del cuidado personal, sensaciones de impotencia y autocompasión, así como cambios de humor. También las personas entrevistadas nombran problemas de concentración, pérdida de memoria, estados de ansiedad, vivencias de intranquilidad, incertidumbre y miedo, así como pensamientos de suicidio (7).

Políticas de austeridad y suicidios

Algunos autores apuntan que no es el desempleo propiamente, sino la desesperación asociada a la persistencia del desempleo lo que lleva a ataques de ansiedad y a la depresión. La duración del desempleo o los niveles de endeudamiento podrían ser más relevantes que la tasa de desempleo para explicar las tendencias en las tasas de suicidio. Esta sería la explicación más evidente del gran aumento en los países más castigados por la crisis y por los planes de austeridad y recortes en los servicios públicos de muchos gobiernos (8).

Tampoco sería casual que los tres países que más lejos fueron por el camino de la austeridad en las políticas económicas -Letonia, Irlanda y Grecia- fueron los que han registraron las subidas mayores de suicidios entre el 2008 y el 2009. En el caso de Grecia la tasa de suicidios pasó de un 2,8 al 6 por 100.000 habitantes.

Muchos aún recordamos aquella terrible carta del jubilado griego Dimitris Christoulas, de 77 años, antes de pegarse un tiro en la sien en Atenas frente al edificio del Parlamento. «El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una respetable pensión que yo había pagado por mi cuenta (sin ayuda del Estado) durante 35 años. Dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego hubiera cogido un kalashnikov, yo le habría seguido), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna antes de tener que rebuscar comida entre la basura para poder subsistir.»

Según diversas investigaciones existe una relación muy directa entre las crisis económicas, el desempleo y el empeoramiento de la salud mental. Un dato ilustrativo: la media de personas con problemas psicológicos entre los parados es de un 34%; en cambio, entre las personas con empleo es del 16%.

Los estudios realizados observan pues un aumento de problemas de salud mental, sobretodo de depresión y ansiedad, así como de casos de suicidio cuya mayor prevalencia se relaciona con el estrés asociado a situaciones de inseguridad económica, precariedad laboral, pérdida de empleo y empeoramiento de las condiciones laborales. Conviene tener presente que el suicidio es la punta de un iceberg que nos muestra que hay sufrimiento e ideación autolítica y que hay muchos intentos de suicidio que no se llegan a conocer.

Otra constatación es que cuanto mayor es la duración del período de desempleo más intenso son las consecuencias negativas sobre la salud mental. De hecho, para cada incremento del paro de un 1%, la tasa de suicidios y de homicidios aumenta un 0,79%; pero hay que decir que estas tasas no han aumentado en los países donde no se han implantado políticas de austeridad como Austria o Islandia, pese a experimentar un aumento del paro. Tampoco en lugares como Suecia, con fuertes medidas de protección social.

La protección social y los suicidios

Los estudios más serios y rigurosos, secundados por algunos documentos de la OMS, demuestran que los países con una buena seguridad social y con sistemas de protección social adecuados pueden llegar a frenar y disminuir las tasas de suicidios. En Finlandia, en la crisis de 1990-93 el paro subió del 3,2% hasta el 16,5% de la población activa sin que ello comportara un aumento en la tasa de suicidios, a diferencia de lo que ocurrió en aquellos años en Rusia, donde sí aumentaron significativamente Ello fue debido fundamentalmente a la diferente protección social de cada país (9).

Resulta interesante observar una comparación realizada entre Suecia y el Reino de España entre la asociación de la tasa de desempleo y la tasa de suicidio entre 1980 y 2005. Mientras que en el Reino de España existe una clara asociación entre paro y suicidios y éstos aumentan cuando aumenta el paro, en Suecia no se observa esta correlación.

Según datos de la Unión Europea, el aumento del paro no hace crecer las cifras de suicidio cuando se gastan en programas sociales más de 190 dólares por persona y año. La misma hipótesis en sentido inverso se ha encontrado al descubrirse una asociación entre el incremento del suicidio y la reducción del gasto en políticas sociales.

Estamos, no hay duda, ante un problema de salud pública de primer orden la fase crítica del que todavía no ha terminado y que, a pesar de algunas iniciativas que se han dado, requiere de una intervención pública masiva para mitigar y revertir la gravedad de la situación.

La Renta Básica como un elemento de protección de la salud

Hace menos de un año, en diciembre de 2016, la prestigiosa revista British Medical Journal incidía en los específicos efectos en la salud que una Renta Básica podría tener comparado con las tradicionales políticas de protección social focalizadas y condicionadas para los pobres que no han dado muy buenos resultados.

Es importante aquí tener en cuenta como los determinantes políticos pueden mejorar o perjudicar la salud si adoptamos unas políticas de redistribución de la riqueza favorables a la mayoría de la población o sólo para una minoría.

La inseguridad laboral ha mostrado tener efectos negativos sobre la salud mental de la población. Las personas que creen que sus trabajos son inseguros acuden con más regularidad a las consultas de salud mental, consumen más medicamentos y faltan al trabajo por motivos de salud de forma más frecuente que las personas con estabilidad y seguridad en sus empleos.

El empleo precario que se crea hoy en día en el mercado laboral sabemos desde hace tiempo que tiene afectación en la salud de las personas por tres aspectos fundamentales: por la inseguridad laboral, la temporalidad laboral y la duración de las jornadas de trabajo.

Los desahucios también han repercutido y están repercutiendo de una manera terrible en la salud mental de miles de personas con diferentes expresiones dramáticas como ya hemos visto más arriba.

Las muertes por suicidios derivadas de la desesperación económica son muy elevadas y las viejas recetas políticas llevan años probándose y sin éxito. Es hora de probar otras propuestas de protección social que aumenten la seguridad y la libertad de las personas.

Hay buenas razones para pensar que una Renta Básica universal e incondicional podría ser un freno importante de los suicidios derivados de las graves situaciones de inseguridad económica, de precariedad laboral y de falta de vivienda pues dotaría a la gente de una estabilidad vital y psicológica no sujeta a las periódicas crisis económicas ni a los vaivenes de una pérdida de empleo o de encadenar trabajos en precario.

 

Notas:

(1)  Milner, A., Page, A. i LaMontagne, A.D. (2013). Long-Term unemployment and suicide: a systematic review and meta-analysis. Plos-One 8 (1) e51333.

(2)  Reeves, A., Mackee, M. i Stuckler, D. (2014). Economic suïcides in the Great Recession in Europe and North America. The British Journal of Psychiatry 1-2.

(3)  Barr, B., Taylor-Robinson, D. i Scott-Samuel, A., et al. (2012). Suicides associated with the 2008-10 economic recession in England: time trend analysis, BMJ, 345: pàg.e5142

(4)  Chang, S., Stuckler, D., Yip, P. i Gunnell, D. (2013). Impact of 2008 global econòmic crisis on suicide: time trend study in 54 countries. BMJ 347. F5239

(5)  Lopez Bernal, J. A., Gasparrini, A., Artundo, C.M. i Mackee, M. (2013). The effect of the late 2000s financial crisis on suïcides in Spain: an interrupted time-series analysis. European Journal of Public Health, 1-5.

(6)  ) Reeves, A., Mackee M., Gunnell D., Chang, S., Basu, S., Barr, B. Et al.(2014). Economic shocks, resilience, and male suïcides in the Great Recession: cross-national analysis of 20 EU countries. The European Journal of Public Health: 1-6

(7)  ) López y Padilla (2017). Salubrismo o Barbarie. Madrid: Atrapasueños

(8)  Mueller, H (2015). Suicidios en España, ¿un fenómeno de la crisis? Nada es gratis

(9)  Sammamed, M. J. (2014). Impacto de la recesión econòmica y de las llamadas “políticas de austeridad” en la salud mental de las persones y las comunidades en Fundació Víctor Grífols. Ética y salud pública en tiempos de crisis, 32. Barcelona

 

Sergi Raventós

Es trabajador social en una fundación de Salud mental y Doctor en Sociología. Miembro de la Red Renta Básica. Colabora con Sin Permiso

El artículo original se puede leer aquí