Por José Bengoa

Término usado para designar un proceso lógico que no tiene solución. 

Dificultad lógica que presenta un problema especulativo.

Del griego, aporía, dificultad para pasar, carencia de camino.

Diccionario de la Lengua Española. Larousse. 2016.

Uno de los cursos más entretenidos y enrevesados cuando estudiábamos Filosofía era el de lógica y sobre todo cuando se trataba de las aporías. Los griegos y luego los árabes al parecer fueron famosos en esta materia. Por ejemplo, el  Emir que mandó que los peluqueros y barberos solamente podrían cortarle la barba a quien no pudiese hacerlo por sí mismo (o algo así) ante lo cual el único barbero del pueblo no podía cortarse la barba a sí mismo. O el más afamado y difícil de comprender (pero lleno de actualidad)  de la carrera entre Aquiles y la tortuga, en que el veloz héroe nunca podría alcanzarla. Bertrand Russel le decía a Witgenstein que no podía demostrarle que en su pequeña habitación de Cambridge no hubiese un rinoceronte. Y así se fue formando la lógica matemática, los verdaderos y los falsos, y finalmente muchas aporías se derrumbaron y aparecieron otras.

Todo esto porque la política chilena, heredera por cierto de los griegos, (¿quién lo dudaría?), está enfrentada a una aporía. La podríamos resumir de esta manera:

¿Cómo votar en contra de Piñera sin votar a favor de Guillier?

No cabe mucha duda que como dice el Diccionario, es una “dificultad lógica que presenta un problema especulativo”.

Un matemático como Eric Goles la podría resumir en una fórmula, pero en la cual la x no tiene cómo ser resuelta. No me atrevo a formularla (mis estudios de lógica son antiguos), y seguramente más de algún entusiasta lector podrá hacerla. Creo que la única alternativa es declarar una de las premisas como falsa. ¿Quién se atreve? Y si en los próximos 4 u 8 años, hay AFP (en Gloria y Majestad), CAES al por mayor, Drones sobre tus cabezas volando, Macridad intercordillerana, en fin….

Porque el silogismo aristotélico corriente diría lo siguiente:

  1. No quiero que gane Piñera;
  2. Debo votar por quien está contra Piñera
  3. Ergo: Debo votar por Guillier.

Pero ese es un raciocinio  muy elemental. La vida es más enredada que lo que imaginó Aritóteles. Nosotros nos aprendíamos al igual que los vagos medievales la fórmulas mágicas del silogismo: barbara, celaren, darii y ferio, cesare, festino, camestre  y baroco, en que el silogismo anteriormente expuesto es de carácter universal (barbara), esto es, (a) en su premisa, universal; en su considerando (A) y por tanto universal en su conclusión. Esa es la fórmula denominada por el tomismo como  bArbArA. Es el más seguro y confiable (“Todos los hombres son mortales, Sócrates es mortal, Sócrates es hombre”, ojo que lo de “hombres” en Grecia era relativamente complejo y no tenía nada que ver con asuntos de género.)

Pero nunca un buen silogismo tan tautológico como el universal/universal, puede resolver una verdadera aporía o “agonía”. La contradicción no la logra vencer. La Aporía es más fuerte diría algún Papa lógico. Me imagino cómo se devanaron los sesos esta noche en la sede del Frente Amplio. Si digo sí, me muero, si digo no, me matan. El fantasma del MEO, planea, perdón  querido Marx, sobre esta larga faja de tierra…o más fino aún, esta “loca geogafía”.

Entonces no queda alternativa (para seguir con los clásicos) más que amarrarse al mástil del barco, y obligar a los marineros que no lo suelten aunque se venga abajo el mundo. Ulises tenía claridad que debía llegar a la meta. Ni las más bellas sirenas lo debían distraer en su rumbo a Itaca donde lo esperaba su bella Penélope

Circe aconsejó rehuir la voz de las sirenas. Dijo que sólo yo debía oírlas; atadme con cuerdas al mástil, y en caso de que os mande que me soltéis, atadme con más fuerza todavía… Tomé al instante un gran pan de cera, lo partí con la espada en pedacitos que apreté con las manos y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Luego me ataron al mástil, y cuando estuvimos cerca de las sirenas, éstas comenzaron a entonar un melodioso canto: ¡Famoso Ulises! Acércate y detén la nave para oír nuestra voz. No hay nadie que pase por aquí sin oír la dulce voz que fluye de nuestra boca […] Hice gestos a mis compañeros indicando que me desatasen; todos agacharon la cabeza y se pusieron a remar. Levantándose dos de ellos, me ataron más fuerte. Cuando dejamos atrás las sirenas y ya no se oía su canto, mis fieles compañeros se quitaron la cera con que yo había tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras (Homero, La Hilíada,2000, pp. 194-95).

Apasionante los “días de las aporías” que estamos viviendo. Nos quedan unos minutos  para que matemáticos, lógicos, filósofos russelianos, witgensteinnanios y todo aquel que quiera aportar algo, logre resolver esta aporía de la que quizá dependa el destino de nuestra nave y la posibilidad de llegar a la Itaca soñada. Por cierto que siempre es posible que Aquiles no logre nunca pillar a la tortuga.