Los medios de comunicación hace ya tiempo que no se dedican a informar (si es que alguna vez fue este el objetivo), sino que se dedican a vender espacios publicitarios que sostengan un negocio que es muy lucrativo. Lo que esto implica es que el objetivo principal de los medios no es hacer que “alguien se entere de algo que desconoce”, sino tener la mayor, y lo mejor segmentada posible, cantidad de audiencia. Por este motivo, los medios que quieren ser de masas tienden tanto a la simplificación, quieren muchos lectores que no se hagan muchas preguntas; es decir, no aspiran a hacer entender al lector medio la profundidad de un conflicto en toda su complejidad, sino que apuestan por el mucho menos pedagógico sistema de sacar a relucir un conflicto solo cuando este explota, haciendo un titular que llame la atención y una foto que destaque por encima del resto. De esta manera, seguir y entender el fondo y el contexto de la mayoría de informaciones que recibimos resulta del todo imposible. Y tiene varias razones.

Con esta excusa consiguen dos objetivos: 1) la manipulación informativa queda camuflada bajo una deficiente cobertura de los hechos; 2) a través de esta simplificación, consiguen crear fácilmente asociaciones de ideas que, si se explicara de una manera más profunda, sería imposible de llevar a cabo. Aquí, estereotipos y prejuicios campan a sus anchas . Es lo que el pueblo entiende.

Pero, ¿por qué la comunidad musulmana salió a manifestarse el lunes en Barcelona? ¿De qué piden disculpas? ¿Acaso alguno de los manifestantes ha hecho algo por lo que requiera pedir perdón? Pues no, probablemente ninguno de los concentrados en Plaça de Catalunya haya hecho nada relacionado con los hechos por los que se disculpa, pero los medios, a los que se les presupone el papel de baluartes de la opinión pública, han hecho sentir a toda la comunidad religiosa cómplices de todo un atentado terrorista. Y no es la primera vez. Cada vez que la palabra terrorismo es acompañada de islamista o de musulmán como una seña de identidad, una característica que lo define, no solo señala a una persona como culpable de un acto abominable, sino que estigmatiza a toda una comunidad diversa y heterogénea, lo que complica aún más su ya de por sí difícil integración en una cultura diferente.

Teniendo en cuenta que el objetivo de la manifestación era comunicar que “no todos los musulmanes son terroristas” -parece que no para todo el mundo es tan evidente cuando hace falta salir a la calle con pancartas para recordarlo-, debemos destacar que el principal problema al que se enfrenta esta noble meta es a la representación mediática que puede llegar la marcha en los mismos medios de comunicación que los estigmatizan. Haría falta un estudio detallado para poder extraer conclusiones válidas, pero no parece descabellado partir de la hipótesis que el tiempo dedicado a informar sobre los atentados ha sido infinitamente superior al de la cobertura de la manifestación de la comunidad musulmana. Por tanto, el dificilísimo objetivo que se marcaba la marcha ha quedado en agua de borrajas.

Disculparse, finalmente, implica cierto grado de responsabilidad y, lo que es aún peor, de culpabilidad. Los medios han logrado su objetivo. Con la manifestación, se ha demostrado que el esencial derecho a la presunción de inocencia queda en un segundo plano si se trata de personas de apariencia árabe o musulmana, y las consecuencias no pueden ser más dolorosas y prácticas. A pesar de todo, no olvidemos que las manifestaciones son la vía de la denuncia pacífica, y nunca son en balde, aunque no puedan competir con el poder e inmediatez de las corporaciones mediáticas.

Recordemos, insistamos, expliquemos, que la unidad de los ciudadanos es la principal baza para la conquista de derechos sociales; la división, ya sea por “raza”, “color,” “religión” o simplemente “privilegios laborales” solo favorece a una reducida parte de la población que no muere en las guerras, pero sí tiene interés en que estas se produzcan. Luchemos juntos para conseguir los verdaderos objetivos comunes a todas las personas: los de la libertad y la igualdad, que por muy manidos que estén, aún no se aplican a todas las personas por igual. Mejor salimos todos a la calle para defender estos valores, ¿no?