Cuando, el 4 de septiembre, el gobierno informe al Parlamento sobre los tiempos, las razones y la forma en que, en pleno calor previo a agosto, anunció el regreso del embajador a Egipto, hay algunas cosas que deberá explicar.

Una tendrá que ver con el contenido del artículo publicado por el New York Times el 15 de agosto, según el cual (como fue reiterado en los días siguientes por los principales periódicos italianos) el gobierno italiano había sido informado por los Estados Unidos acerca de la participación del aparato de seguridad egipcio en el arresto, la desaparición, la tortura y el asesinato de Giulio Regeni.

Para aquellos que conocen la historia de los derechos humanos en Egipto y han hablado de un crimen estatal, ese artículo es incluso superfluo. Pero el gobierno, que respondió que esa información era genérica, debería responder qué había pensado hacer y si habría insistido en ser menos va en tener menos vaguedad.

La narración conspirativa inmediatamente aprovechó la oportunidad para añadir el artículo del New York Times a la secuencia de acciones que pusieron en marcha los Estados Unidos (y Gran Bretaña, pero sobre ya hablaremos) para herir las relaciones ítalo-egipcias y los intereses italianos en Egipto.

Una narración conspiratoria que, en los últimos días, se ha vuelto a centrar en Cambridge. Sea claro: El llamado hecho por la familia de Giulio a los responsables de la universidad británica a una total colaboración, ha caído en el vacío. No había necesidad de transparencia. Y esto llena de amargura.

Pero Giulio fue asesinado en El Cairo. Y cada artículo que habla de Cambridge (escrito por periodistas que normalmente tratan de cualquier otra cosa) no habla de las violaciones de los derechos humanos en Egipto. Ocultar las responsabilidades morales para esconder la responsabilidad criminalidad. No habla de los cientos y cientos de personas que, en los últimos cuatro años, han tenido el mismo terrible fin de Giulio. No se sabe quién es Khaled Said, cuya madre dijo que Giulio era como un hijo para ella.

Apuntar el dedo a Cambridge para ocultar la luna de El Cairo es una operación que justifica aún más la decisión de posponer al embajador en Egipto. Una operación política que tiene una consecuencia inaceptable y vergonzosa: poner en el fango sin piedad ni pudor el nombre de Giulio, «utilizado» por los servicios británicos a través de su universidad.

Espero leer títulos como este en los próximos días: «Los agentes que torturaron a Regeni se comunicaron entre sí en un inglés impecable» o «El vehículo que tuvo un accidente cerca del lugar donde el cuerpo de Giulio había sido dejado tenía el timón a la derecha”. ¿Demasiado largo? Los expertos podrán hacer la síntesis necesaria.

Mientras tanto, la «escolta mediática» que los padres de Giulio y su abogado pidieron para que los acompañen el 3 de octubre durante su viaje a El Cairo en busca de la verdad y de los documentos hasta ahora negados a los consultores locales, se está organizando. A esa «escolta mediática» le pedimos ahora que tome otra importante tarea: defender y recordar la historia de Giulio, su incorruptibilidad, su esplendor moral.