Una vez más el terrorismo, sin compasión alguna, deja su huella, esta vez en Barcelona, en pleno período estival. Lo que identifica al terrorismo es amedrentar y sembrar el miedo poniendo el foco en seres indefensos y víctimas inocentes. Nadie está libre de ser víctima, porque no discrimina. Su objetivo es doblegar psicológicamente.

La condena debe ser sin dobleces, sin atenuantes, creíble, sin cálculo de por medio. Afortunadamente, la condena y la solidaridad se han dado a todo nivel.

En este contexto Trump invita a los españoles ser duros y fuertes, y expresando sus condolencias por las pérdidas de vidas y heridos, resulta chocante. Esta invitación ha sido complementada por su Secretario de Estado, Tillerson, al afirmar su disponibilidad a ayudar en la aplicación de la ley y la seguridad nacional en España.

Las declaraciones de Trump resultan particularmente chocantes porque recientemente, no reaccionó de similar manera cuando en Chalottesville, Virginia (USA), un automóvil arremetió contra un grupo de manifestantes que se oponían a grupos racistas que proclaman la supremacía racial blanca, resucitando los tiempos del Ku Klux Kan que sembraban el terror entre los negros. En efecto, sostuvo que ambos grupos eran responsables de la violencia. Con esta lógica “equipara” ambos grupos, los hace empatar, y a ser todos responsables de la violencia, finalmente nadie lo es. En su momento Trump afirmó que la violencia provenía de “muchos lados” sin condenar a la extrema derecha responsable de la tragedia.

Con este raciocinio, el atropello en Barcelona sería no solo responsabilidad del grupo terrorista islámico que se lo adjudicó, sino que también de “muchos lados”. Entre esos muchos lados podríamos señalar aquel en el que está Trump.

Frente a coyunturas de esta naturaleza la condena debe ser explícita, tajante, sin miramientos, sin atenuantes, sin excusas. Todo atentado contra un ser humano, o grupos humanos, cualquiera sea su condición, pensamiento, su raza, su religión, su color, es un atentado contra la humanidad entera. Cuando estos atentados son cometidos por personas o grupos, hablamos de terrorismo; cuando estos atentados son cometidos al amparo del aparato del Estado, hablamos de terrorismo de Estado, lo que vivió Chile en tiempos del innombrable.

En esto, como en tantas otras cosas, para ser creíbles, no podemos tener doble estándar, a uno u otro lado. Todo terrorismo debe ser condenado, venga de donde venga. Justificarlo es una forma de validarlo.