El domingo 16 de julio el programa «Periodismo para todos» emitió un reportaje a un niño de 11 años, conocido como «el Polaquito», quien contara frente a cámara relatos de robos, incluso homicidios, bajo la coacción policial. Hay una denuncia penal llevada adelante por el abogado Juan Grabois contra la policía por el secuestro del menor y los apremios que lo llevaron a fabular frente a las cámaras y contra los periodistas y el canal de televisión por no preservar la identidad del niño, no respetar sus derechos fundamentales.

La denuncia social por las intenciones de pintar un escenario de niños criminales que favorezcan unas leyes más severas y una baja de la edad de punibilidad, también atraviesan estos apuntes del comunicador cordobés Luciano Debanne, que nos propone ir más allá de la rabia epidérmica y adentrarnos en una reflexión más profunda que nos permita organizar una resistencia a este avasallamiento de la subjetividad y de los derechos conquistados.

Por Luciano Debanne

1- El Polaquito: Leí que alguien escribía que preocuparse por los dichos de Lanata en vez de por la vida que le cayó en suerte al pibe es una indignación progresista. Algo de razón tiene.

Segio Tagle decía que el Polaquito no tiene un año y medio, tiene 11, nació y creció con Cristina. Y se pregunta qué estuvimos haciendo todo este tiempo, qué votamos, qué militamos, qué construimos.

Diego Valeriano en Anarquía Coronada escupe: «Los guachines pueden todo y lo que no lo fabulan. Fierros, motos, nevados, historias, hacer algún quiosco, arrebatar viejas solitarias en calles oscuras y esconderse en su pobreza. Pueden mentir que roban y son porongas, porque eso los hace más poronga. (…) Ser poronga es mejor que ser alumno, hijo, promesa, caso, estadística.»

Para nosotros, nos guste o no, el pibe, ese pibe, es alumno, hijo, caso, estadística. A pesar de todas nuestras buenas intenciones. Allá frente a los que lo acompañan, mal o bien, fugazmente quizás, a quienes lo bancan en la calle, el pibe probablementre ahora es más poronga que antes.

Y le sirve más eso, que ser el nene bien (o la victima perfecta) que a todos nos gustaría… pero estamos lejos.

Una vez un dirigente de esos que caminan los barrios y conoce los institutos de menores me dijo: los pibes más inteligentes son chorros, son los que no soportan verse morir en una esquina y entonces actúan, arriesgan la vida porque ya se dieron cuenta que igual ya perdieron.

En esa ecuación mejor ser poronga, es tu carta de presentación, tus vidas antes del game over.

Hoy, ahora mismo, quizás al Polaquito la nota de Lanata le garpa mas que nuestra indignación y tristeza.

Y en la otra esquina la mamá del Polaquito confirmando que no es un Poronga, que es un nene, peleando para rescatarlo del mundo y devolverlo a la niñez. Sola a pesar del Estado, sola contra el Estado.

Madre: «Por él, voy a luchar, hasta que me muera.»

2- Lanata: Revisar qué hicimos, donde estuvimos todo este tiempo, es revisar también a Lanata y su origen progresista épico y su historia de traición a ese progresismo. Entre ellas ser el fundador del diario que hoy leemos.

A mi me nace preguntarme si sus ideas de hoy no nacen de semillas que ya contenían sus ideas de antes, es decir de mis ideas ahora mismo. ¿Se entiende? Preguntarnos si nuestro camino progresista no termina, no contiene las bases para terminar, en Lanata. Veo a varios héroes culturales de los 90 llegar a ese puerto, demasiados para que sea una casualidad.

Y al mismo tiempo, no dejar de pensar el rol de ese periodismo en todo este asunto: pensar qué cosas suma ese periodismo mercenario para que ese pibe, y tantos como él, viva como vive,y mueran como mueren.

Creo que tenemos que hacer fuerza para tener una mirada no solo indignada sino cabalmente comprensiva de la tarea política que lleva adelante ese periodismo, esos medios.

Pensar qué está en juego: «ustedes son un ladrillo del muro de exclusión de la sociedad» le disparó Grabois al aire y a quemarropa a Lanata.

Pensar el rol de los medios: ¿ladrillos, la mezcla que consolida la pared, sus cimientos? ¿Qué son y qué hacen los medios en nuestra sociedad?

Quizás hay que meterse más en eso, más a fondo, menos de discusiones de café, aunque sean discusiones, de café, llevadas adelante por los mejores cuadros políticos que tenemos.

3- Nosotros: Y entonces ¿qué hacemos? Capaz no hay mucho para hacer. A mi me parece que en principio hay que enojarse públicamente. A la mayoría probablemente no nos de para mucho más. El que pueda más adelante, el que no al menos eso.

Hablar, expresar la disconformidad, construir mensajes alternativos: la palabra es performativa, construye sociedad.

Hay en marcha una disputa simbólica, y guay del que le baje el precio a esa disputa.

Me da la sensación de que parte de la tarea es pelear por los limites de lo aceptable en el discurso público porque esto sostiene como un dique los límites de la legitimidad para algunas acciones públicas, que a su vez traccionan los límites de lo que se puede hacer furtivamente, en las sombras.

Si uno recorre cualquier centro de detención y exterminio se da cuenta que eso era posible porque funcionaban paralelamente mecanismo de legitimación sociales, qué quizás no aceptaban la tortura y el genocidio, pero que habían corrido muy acá los límites de lo aceptable.

Yo creo que esa es una de las batallas de hoy: sostener los límites de lo aceptable.

Sostener los límites de lo aceptable. Al menos una de las batallas, y no es poca cosa.