Las FARC dejaron oficial y públicamente de existir como guerrilla. La escenificación del fin del conflicto armado en Colombia tuvo lugar el pasado martes con una ceremonia de dejación de armas de las Farc y la presencia del presidente Santos, la ONU, la Unión Europea y La organización de estados americanos, entre otros. El acto se hizo en una de las zonas veredales transitorias de normalización, la de Buenavista, en el municipio de Mesetas, en el Meta, uno de los departamentos más golpeados por la guerra y la violencia en Colombia. Fue un momento histórico; la guerrilla más antigua del continente deja de existir y da paso a su vida política. Pero la violencia continúa y el número de asesinatos de líderes y lideresas aumenta. Para hablar de este momento, entrevistamos a Juli Fajardo, de la Corporación Humanas, de Colombia. Una organización que acompañó a la subcomisión de género en los diálogos de La Habana.

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P: ¿Cuéntanos, cómo ves este momento histórico que está viviendo Colombia?

JF: Voy a hablar desde mí, pero también desde el trabajo que hacemos en la corporación. Nosotras somos una organización feminista comprometida con la paz. Desde mucho antes del inicio del proceso paz, estamos construyendo paz con las mujeres en las regiones. Indudablemente, este es un momento muy importante, es un momento que nos ha traído muchas emociones, creo que incluso desde el inicio mismo del proceso de paz cuando muy pocas personas creían que esto iba a tener un acuerdo final. Estamos muy emocionadas, tu hacías mención justamente al evento público dejación de armas. Yo creo que para para mi generación, y para cinco generaciones en Colombia esto era algo que no veíamos posible en el tiempo cercano. Es ver cómo algo que creíste imposible durante toda tu vida, se vuelve posible, se vuelve real. Es muy emotivo realmente para nosotras y creo que parra una muy buena parte del país, aunque en efecto debería serlo para todo el país.

P: Desde Humanas se habla de una paz completa. ¿En este nuevo contexto que se abre qué quiere decir esto de una paz completa?

JF: Estamos en el camino correcto de transitar hacia la paz, pero todavía nos faltan varias cosas. Primero porque la paz tiene que ver también con todos los aspectos de la justicia social, hay que transitar hacia allí para una paz completa. Por otra parte, si bien las FARC es la guerrilla más numerosa y con presencia territorial más amplia en el país, no son la única guerrilla que hemos tenido en Colombia. Para nosotras, hablar de paz completa significa llegar a un buen acuerdo con el ELN.
Nosotras, junto a otras organizaciones sociales y de derechos humanos del país desde hace más o menos un año y medio lanzamos una campaña que se llama justamente “Por una paz completa” y es una campaña que a la par que impulsaba la terminación de los diálogos con las FARC en un buen acuerdo y ahora impulsa la implementación, también impulsó que se diera inicio a la mesa con el ELN. Ahora estamos apoyando para que esas negociaciones fluyan de la mejor manera y que esa mesa, pese a las dificultades que tienen, no se suspenda. Entonces, la paz completa tiene que ver también con que el ELN logre un acuerdo de paz con el gobierno.

P: El enfoque de género está presente en los acuerdos de paz y en todos los pasos de su implementación. ¿Qué balance puede hacerse en relación con este tema, en los primeros pasos de la implementación de los acuerdos?

JF: Bueno, yo creo que son unos pasos tímidos y están siendo bien difíciles concretar. En efecto, uno de los principales logros que tuvo el acuerdo de paz, fue crear la comisión de género y transversalizar el enfoque de género en todos los puntos de la negociación. Este es un logro de las mujeres que estuvieron en La Habana y de las organizaciones de mujeres.
Corporación Humanas, en conjunto con otras organizaciones, participamos en el colectivo Género en la Paz y lanzamos la semana un informe de balance, justamente sobre el enfoque de género y la situación de las mujeres hasta el momento.

Lo que hemos encontrado y lo que hemos vivido, también haciendo incidencia en la implementación es que no está siendo tan fácil que lo que quedó en el papel en el acuerdo, se vuelva realidad para las mujeres.

Frente al tema de la participación, el acuerdo de paz establece que todas las instancias que se conformen con ocasión de la implementación del acuerdo de paz, van a tener participación equilibrada de hombres y mujeres. El primer balance que hacemos es que esto no está sucediendo. Se han creado instancias o grupos encargados de la implementación en los que no hay ninguna mujer y en otros, solo alcanza al 33%. Así, pese a que llevamos años insistiendo en que la paz sin mujeres, no va, observamos que de las 41 personas que han sido nombradas en cargos relacionados con la implementación de los acuerdos, solo 6 son mujeres. Entonces, digamos que por el lado de la participación, estamos nuevamente en la lucha de “tenemos que estar, somos importantes en la sociedad, estamos contribuyendo”.

Frente a la inclusión del enfoque de género en los acuerdos, hasta ahora estamos en la fase legislativa, creando todo el cuerpo normativo que se requiere para avanzar en la implementación concreta del acuerdo, y aquí tampoco el panorama es muy alentador. El acuerdo dice que absolutamente toda la normatividad debe incluir la perspectiva de género y encontramos que en solo 19 de los 69 decretos ley que se han expedido se encuentra el enfoque de género incluido. El balance no es, claramente, el mejor.

P:¿Cuánto de estas dificultades está relacionado con el modelo de sociedad patriarcal y por tanto, con las dificultades que siempre hemos encontrado para integrar el enfoque de género en la vida misma del país, y cuánto tiene que ver con la implementación misma de los acuerdos? ¿Cómo lograr avances en este aspecto?

JF: Yo creo que parte de las dificultades y de las luchas tan fuertes que tuvimos que dar para que se incluyera el enfoque de género e incluso para que hubiesen mujeres en la primera línea de toma de decisión en la negociación, (porque además este proceso de paz inicia sin mujeres negociadoras), tiene que ver con que finalmente es el reflejo también de las sociedades en que vivimos. Hemos avanzado discursiva y materialmente en muchas cosas, pero lo cierto es que todavía tenemos que justificar en muchos escenarios por qué es importante que estemos las mujeres, por qué es importante que se nos escuche. Tenemos todavía que explicar una y otra vez que tenemos necesidades e intereses diferenciados, porque estamos ubicados en lugar distinto en la jerarquía social, con discriminaciones que son diferentes. De alguna manera, el proceso de paz es también el reflejo de los prejuicios que tenemos en la sociedad, de discriminaciones que hemos naturalizado por muchísimas y muchísimas décadas y siglos, entonces digamos que no podría ser distinto.

Y lo segundo tiene que ver también con que el contexto nos da unas pautas que pueden enfatizar o hacer mucho más complicado el tema de la implementación. Una de ellas es que el enfoque de género haya sido utilizado contra el mismo acuerdo. El acuerdo de paz no nos está dando ningún nuevo derecho, lo que está haciendo es garantizar, en la paz, derechos que constitucionalmente ya las mujeres nos hemos ganado en este país. Lo que estamos buscando es que la implementación garantice esos derechos en todos los puntos: reincorporación, participación política, reforma rural. Estamos buscando que se cumpla todo aquello por lo cual hemos luchado históricamente.

Frente al tema de las estrategias, creo que este proceso de paz ha potenciado muchísimo las estrategias de las organizaciones de mujeres y nos ha permitido fortalecer también alianzas entre nosotras y con otros sectores. . Estamos día a día siguiendo el proceso, para hacer el llamado de atención necesario y estamos también en todas las discusiones que se abren desde las diferentes instancias. Estamos además haciendo propuestas jurídicas y técnicas. No se trata solo de llegar a decir “bueno, las mujeres también queremos estar acá”, sino también de hacer propuestas que nos permitan entrar en el debate.

P: Desde Humanas se está trabajando muy fuerte por el tema de la persecución y los asesinatos de las lideresas sociales. Por otra parte, también están en el tema de las campesinas dedicadas al cultivo de la coca y de la justicia para los crímenes cometidos contra las mujeres en el conflicto. ¿Cómo describes estos escenarios al momento?

JF: Son temas complejos. El acuerdo de paz viene cargado con mucha emotividad, con mucha esperanza, pero también con muchísimos retos para todo el país y particularmente para quienes trabajamos con las mujeres víctimas y creemos que es necesario seguir trabajando por los derechos de las mujeres.

Nosotras hacemos, por un lado, monitoreo frente al tema de la implementación sobre mujeres, paz y seguridad en Colombia y uno de los temas en los que hemos hecho un especial seguimiento ha sido el tema defensoras de derechos humanos. A medida que iba avanzando el proceso de paz, notamos que iba aumentando el número de mujeres que defensoras que eran asesinadas y que eran víctimas de diferentes agresiones. Decidimos hacer, este año, un informe especial de monitoreo frente a esa situación y nos encontramos que en efecto desde que inició el proceso de paz hasta el 30 de abril, que es el corte del informe, habían aumentado proporcionalmente a lo largo de los años las agresiones a las mujeres lideresas y sobre todo aumento el número de lideresas asesinadas siendo mucho más fuerte en los últimos 6 meses, en los que el número se ha elevado a 48.

Tenemos una seria preocupación, porque algo que ha sido muy importante para las colombianas es que el proceso de paz nos dio la oportunidad de hacer visible todo ese trabajo de construcción de paz que llevamos haciendo durante 30 años en las regiones, nos dio más visibilidad y posibilidad de incidencia. Sin embargo, eso que es tan importante, vino acompañado de un trasfondo muy negativo que es que esa lucha nos está costando la vida, nos está costando la integridad. Estamos llamado la atención de las autoridades al respecto y tratando de documentar cotidianamente esta situación.

En cuanto al tema de los cultivos ilícitos, que hemos trabajado en los últimos dos años con las mujeres cocaleras del sur del país, se pone una vez más en evidencia que no se trata solo de acabar un día un cultivo y empezar otro Que se que requiere un proceso de tránsito. Una mujer no se puede quedar un día cualquiera sin el sustento de su vida, tiene que ser gradual. Hemos estado trabajando con las mujeres porque una de las cosas que hemos encontrado es que, en lugares de este país donde no hubo oportunidades sociales, donde nunca hubo presencia del Estado, el cultivo de la hoja de coca se volvió la posibilidad de sustento para muchísimas familias y se volvió además la posibilidad de que las mujeres pudieran encontrar un lugar en donde ganar autonomía económica, en donde poder generar ingresos para ellas y para sus familias.

Entonces, estas mujeres han sido estigmatizadas por una sociedad que no comprende, pero además porque estas mujeres, además del estigma que han generado, finalmente terminan inmersas en unas cadenas de violencia que se generan en estos circuitos y, a la hora de hacer las negociaciones frente a los modelos de sustitución, negocian los hombres.
Es necesario recordarle al Estado que las mujeres han hecho parte de estos procesos, que son cultivadoras de la hoja de coca y como tales, deben ser también sujetas directa de negociación y sus necesidades particulares deben ser tenidas en cuenta. El decreto legislativo que ya se aprobó justamente de sustitución de cultivos no incluyo el enfoque de género.