Ad portas de cumplir 90 años, falleció Agustín Edwards, dueño del diario chileno El Mercurio y de la cadena periodística correspondiente. Así como para la derecha política, Jaime Guzmán encabeza el listado de candidatos a la santidad sin competencia alguna, para la derecha económica ya debería estarse hablando de San Agustín. No faltarán los milagros que posibiliten iniciar el proceso de canonización conducente a su santidad.

Como sostuvo Lagos, en su condición de Presidente del país, es difícil entender la historia de Chile sin El Mercurio. Sin ostentar cargo público alguno, desde las sombras, su vida ha estado marcada por una influencia que pocos osarían poner en duda. Desde el imperio periodístico familiar que él contribuyó a consolidar, influyó decisivamente en el devenir político y económico del país, muy especialmente en la segunda mitad del siglo pasado.

Esta influencia está marcada a fuego. En lo político, la cadena mercurial fue la representante de los intereses norteamericanos en tiempos de la Guerra Fría, así como el diario El Siglo lo fue de la Unión Soviética. Por ello respalda la persecución a los comunistas en tiempos del Gabriel González Videla (Gabito), y para evitar el triunfo de Allende en la contienda presidencial del ‘64, adhiere a Frei Montalva. Siempre en aras de la defensa de los ideales democráticos. Para las elecciones de 1970, se inclina a favor de Alessandri, en contra de Allende y Tomic. En el clásico lenguaje y estilo que lo caracterizaría, estos dos últimos no serían sino representantes de ideologías extranjerizantes que solo traerían un triste destino al país.

Por una suerte de designio familiar, Agustín sentía interés y preocupación por el devenir nacional más allá de su persona. Con buenas espaldas familiares y financieras, ya en esos tiempos le interesaba promover la libre empresa en un contexto que visualizaba como muy proclive a la intervención estatal. Es así como los economistas le deben mucho, al alentarlos a estudiar en la Escuela de Chicago (USA) para compenetrarse de las ideas del neoliberalismo, quienes harían historia de la mano del innombrable. Lo que no pudo imponerse electoralmente, se terminó imponiendo vía militar. De hecho, la economía que se enseña hoy en casi todas las universidades chilenas, incluidas las estatales, está marcada por ellos como una verdad única, incontrarrestable, indiscutible. Este es uno de los mayores triunfos de Agustín.

En el ámbito político, la derecha le debe el acceso el aparato del Estado de la mano de los militares. Lo que fueron incapaces de imponer democráticamente, lo lograron por la vía de un golpe militar. Golpe que Agustín traía en mente cuando visualizaba lo que a su modesto entender eran los desvaríos de la política convencional. Las páginas mercuriales daban cuenta de su pesimismo ante el curso de los acontecimientos mientras en la trastienda buscaba torcer el curso de la historia.

La derrota de Alessandri en manos de Allende en 1970, lo obliga a poner en marcha su plan B, el golpe del ‘73.