Por Alejandro Toro *

Inició La Cumbre Mundial de Premios Nobel de Paz en la ciudad de Bogotá donde miles de personas de todo el globo arriban para apostarle a la esperanza en medio de la guerra que derriba ciudades enteras en Alepo, despedaza sueños en Yemen, siembra de fuego humildes pueblos somalíes y amenaza con muros entre las familias de una América que es grande sin que ningún discurso de odio tenga que decirlo.

La paz avanza en Colombia con un huracán de cambios, tal vez no es suficiente pero comenzó con el primer paso y parece que una nueva realidad se abre camino a pesar de los profetas del miedo, los vendedores del terror y muerte que terminan llenando sus bolsillos con la sangre de otros.

A Bogotá, alejada 2.600 metros de la realidad rural del país, llegaron 23 nobel de paz que con su sola presencia le ponen un manto de esperanza al complejo camino que asume Colombia de la dejación de armas de las Farc, la instalación de la mesa pública con el ELN en Quito, pero sobre todo hace visible la importancia de cumplir con la implementación de los acuerdos como la garantía de no continuar ni repetir un conflicto que deja más de ocho millones de víctimas.

La Cumbre fue una ceremonia llena de símbolos, como Victus, obra representada por Casa Ensamble narrada por la activista y actriz Alejandra Borrero, que con párrafos del realismo mágico de Gabo invitaron a pasar el hilo de la paz  y fue el epílogo de discursos repletos de frases memorables de hombres y mujeres de todo el mundo que fueron reconocidos en Oslo por su aporte a la vida.

Desde Timor Oriental, José Ramos Horta expresó: “Se necesitó coraje para hace la guerra, pero se necesita más coraje para hacer la paz” y el presidente colombiano Juan Manuel Santos, anfitrión de esta cumbre que por primera vez se realiza en América, en un discurso de muy fina prosa en el que habló de sueños y metas concluyó “ahora tenemos grandes retos como llevar el Estado a las regiones más afectadas por el conflicto y esto puede ser más complejo que la misma negociación”.

Desde Medio Oriente, Shirin Evadir, mujer iraní y premio nobel de paz del 2003 fue una de las más ovacionadas por los asistentes y en un discurso emotivo y cargado de fuerte contenido político exigió el respeto a los musulmanes y a las libertades de los pueblos, en una de sus aclamadas frases dijo: “Donde no existe democracia la gente está descontenta con su gobierno y listos para levantarse”.

La nota disonante fue el abucheo generalizado en varias ocasiones durante el discurso del actual alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, quien no pudo disimular su incomodidad y aceleró hasta donde pudo su intervención.

Definitivamente algo está pasando, cuando 6.500 guerrilleros hacen su última marcha para la dejación de armas, por segundo año consecutivo el ministerio de educación tiene más presupuesto que el de defensa, la campaña presidencial tendrá como bandera la corrupción y no la guerra, 23 nobeles de paz se reúnen en Bogotá, el hospital militar no tiene ningún herido en combate, se triplican los embarazos de guerrilleras que serán hijos e hijas para la vida y una nueva generación, en este Macondo tropical que une el norte y el sur de un continente tendrá una segunda oportunidad sobre esta tierra y como dijo el gran Oscar Árias en su discurso “en Colombia comienza la primavera de la esperanza”.

(*) Periodista, Defensor de Derechos Humanos, conferencista y líder social. Director de la ONG Avanza Colombia.

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