Ante la violencia ejercida por miembros de la Prefectura sobre integrantes del colectivo La Poderosa, quedó claro cómo el manejo de herramientas de comunicación por parte de la organización de las villas porteñas, el tema logró hacerse visible e instalarse por un rato en los medios de mayor alcance y obligar a las autoridades a tomar medidas.

Por Gonzalo Carbajal

En el mismo momento en que se insinuó que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner pensaba impulsar el reemplazo del decreto-ley de Radiodifusión de la Dictadura Cívico Militar, esa iniciativa comenzó a ser bombardeada por el grueso del establishment mediático (periodistas, opinadores, políticos faranduleros y los propios medios). Pocas iniciativas han tenido una oposición semejante, articulada y compacta, a la vez tan funcional a una oposición política. Pocas veces también, fue tan evidente que una medida de gobierno (la modificación por decreto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) era una devolución de favores al amplio arco de “socios” gracias a los que esa fuerza llegó a la presidencia de la Nación.

En la historia reciente cada vez que una fuerza política quiso avanzar con una regulación sobre los medios electrónicos, encontró férrea respuesta en el conglomerado de siglas que representaba los intereses de los medios que concentraban el poder. El coro que acompañaba esas críticas festejaba en silencio cada vez que un proyecto terminaba en el archivo. El kirchnerismo logró lo inimaginable incluso para muchos de sus impulsores: convirtió en ley una iniciativa que ni siquiera era propia ya que estaba originada en luchas de la sociedad civil que llevaban décadas, luego transformadas en una plataforma ciudadana de 21 puntos.

Como escribió Ricardo Horvath en 1991, a lo que muestran los medios hay que verlo “al través, es decir frente a un espejo para que la imagen invertida nos muestre la realidad”, ese beneficio invisible. En aquellos años también el cerco mediático fue formidable. Luchadores sociales “tuvieron que inventar” piquetes, cortes de ruta, marchas federales  como estrategias para hacerse visibles e impactar en una clase política cuyos tiempos discurrían al ritmo que marcaban medios tan concentrados como ahora, con los recordados programas “Tiempo Nuevo” de Bernardo Neustadt y “Hora Clave” de Mariano Grondona.

Justamente sobre la concentración en Internet y la actitud de los ciudadanos frente a la circulación de noticias en la red hablaba Cristina Fernández de Kirchner en la apertura del III Congreso Mundial de Agencias de Noticias que se realizó en nuestro país en octubre de 2010. Describía hace 6 años un escenario de desconfianza por parte de la ciudadanía “hacia los canales `normales´ e institucionales de la información”, y señalaba la actitud “de un ciudadano que duda y que tiene necesidad de ser él mismo parte de esa noticia y el protagonista de ella”. La entonces presidenta afirmaba que la posibilidad que ofrecía a los ciudadanos de ser mirados era la innovación más fuerte que traía consigo la red.

El desenmascaramiento de los intereses de los grupos de medios, con el ejemplo saliente del Grupo Clarín, evidenciado en el recordado discurso de Néstor Kirchner cuando interpeló “Que te pasa Clarín, ¿estás nervioso?”, fue importante para que hoy la sociedad tenga otra mirada sobre la realidad mediática. Pero también lo fueron una serie de políticas que se desplegaron alrededor de estos temas: la incorporación de los jóvenes al manejo de TICs con las netbooks del programa Conectar Igualdad, los proyectos para facilitar la adquisición de equipamiento a medios y organizaciones populares y fundamentalmente los numerosos programas de formación y capacitación como los que se llevaron adelante con el financiamiento de los FOMECA que establece la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y que ahora el PRO cuestiona.

En la semana pasada tuvimos oportunidad de ver en un canal de noticias a Iván Navarro, un joven integrante del colectivo La Poderosa, organización nacida en las villas de la Ciudad de Buenos Aires y que desde 2010 edita la revista La Garganta Poderosa. Iván relató para una enorme audiencia un episodio de violencia institucional, las torturas que miembros de la Prefectura efectuaron sobre otros jóvenes de la misma villa del barrio de Barracas, en la Ciudad de Buenos Aires, donde viven.

La situación podría haber sido una más de las muchísimas que suceden día a día, pero tuvo la capacidad de emerger de ese cúmulo para hacerse visible para el “gran público”, pero no fue la casualidad ni la “bondad” de productores o periodistas iluminados. Lo que hizo la diferencia en este caso es la capacidad de ellos mismos de manejar las herramientas que les permitieron hilvanar su relato de denuncia y a la vez de defensa. Iván grabó imágenes de los prefectos y su móvil con su celular, luego ellos editaron videos con el testimonio, lo postearon en la propia página de la organizaciónpero además lo impulsaron en las redes sociales hasta volverlos virales y a partir de ahí lograron instalar el tema en la agenda de algunos medios grandes.

Tanto lo instalaron que unos días después se supo que el ministerio de Seguridad que aún no se ha expresado sobre los hechos, tuvo que tomar medidas con los efectivos de Prefectura que torturaron a los chicos. La defensa de sus derechos mediante el adecuado manejo de herramientas de comunicación tiene efectos concretos. Estar empoderados no sólo es conocer los derechos que tenemos, también (y fundamentalmente) es ejercerlos aún frente a un sistema que nos los niega. Pero para llegar a estar en condiciones de hacerlo ha sido preciso un Estado muy presente para permitir que estos jóvenes tengan acceso a esas herramientas y al desarrollo de las competencias para administrarlas en su favor.

En febrero de este año se denunció que chicos de una murga del Bajo Flores -también en la Ciudad de Buenos Aires- habían sido baleados por efectivos de Gendarmería mientras ensayaban. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich denunció que los efectivos habían sido heridos en un procedimiento, inclusive la ministra fue a visitarlos al hospital donde estaban internados y negaron lo denunciado por los murgueros. La polémica con las autoridades que negaban los hechos quedó saldada cuando se conocieron las fotos de los chicos baleados y el video de la situación, hechos por los mismos que recibieron las agresiones. En este caso también La Garganta Poderosa tuvo intervención para visibilizar lo sucedido y una vez más el tema emergió para instalarse por un rato en los medios de mayor alcance y obligar a las autoridades a tomar medidas.

 

La tarea de La Garganta Poderosa mereció un mensaje del Indio Solari en el que les dice que los admira “por esta lucha y por esa revista estupenda que publican, donde salió la mejor nota que me hicieron en la vida, porque fue profundamente genuina”.

Como dice Marita Mata “las prácticas de comunicación popular, más allá de sus diferentes orígenes y perspectivas e incluso más allá de sus limitaciones, constituyen uno de los tantos modos que distintos colectivos, instituciones, organizaciones y movimientos desarrollan para cambiar las lógicas del poder que son también las lógicas de la comunicación hegemónica. Permitir que se escuchen voces silenciadas, intentar poner en agenda temas y problemas que otros medios de comunicación ocultan o soslayan, alentar expresiones culturales que el mercado desecha porque no son rentables, son algunas manifestaciones de esa búsqueda”.

Insistir en el ejercicio de un derecho aún cuando las instituciones se empecinen en negarlo, puede imponer cambios e inclusive remover obstáculos legales. Lo saben las radios comunitarias que en e 2003 lograron de la Corte Suprema de Justicia de la Nación la inconstitucionalidad del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión de la dictadura que les prohibía tener una radio por no tener ánimo de lucro. Fue ejerciendo ese derecho aún por fuera de esa ley, y solicitando el amparo judicial, que las radios lograron ese primer cambio de la ley en su favor, cambio que abrió la puerta al proceso de recambio de la ley que terminó con la sanción de la 26.522.

Saber qué hubiera sido de esta sociedad si la LSCA hubiera podido ser aplicada íntegramente lo que incluía -pero no es la única deuda- lograr la adecuación del grupo Clarín, es imposible e irrelevante para el análisis político. Sí tenemos la certeza de que tantos años de insistencia, más el despliegue de políticas públicas relacionadas a la comunicación, no fueron en vano. La sociedad de hoy está en mejores condiciones para disputar sus derechos y romper el cerco mediático que una vez más, para favorecer la concentración del poder en unos pocos, se cierne sobre la voz del pueblo.

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