Transcribimos acá el texto completo de la presentación que hiciera ayer el humanista Tomás Hirsch del libro editado por Virtual Ediciones, del autor argentino Guillermo Sullings «Encrucijada y futuro del ser humano», en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santiago:

«Desde los inicios del Nuevo Humanismo, formulado por el pensador argentino Silo a mediados de los ’60, la utopía o imagen movilizadora de quienes compartimos esta corriente de pensamiento y acción se sintetizó en la imagen de construir una “Nación Humana Universal”. En esta propuesta se plasma la aspiración de millones de hombres y mujeres por avanzar hacia un mundo muy diferente al actual, en el que el Ser Humano sea el valor central. Un mundo, como se define muy bien en las primeras páginas de este libro que hoy presentamos, sin fronteras, sin guerras, sin violencia, sin hambre, sin discriminación, con justicia social, con democracia real, con equilibrio ambiental, con solidaridad y sobre todo con futuro abierto.

Años después de poner en marcha este Movimiento, ya a comienzos de los ’90, en la 6ª carta de su libro “Cartas a mis amigos”, Silo precisa esta utopía en el “Documento Humanista”, destacando en este escrito los grandes lineamientos que implica esta propuesta. No entraré en detalles de dicho documento pero recomiendo su lectura.

Hace diez años, junto a Francisco Ruiz Ragle (quien prologa brillantemente este libro que hoy presentamos) escribimos el libro “El Fin de la Prehistoria”. Recuerdo que al concluir ese escrito quedamos con la clara sensación de que estaba pendiente precisar los pasos concretos para arribar a esa añorada Nación Humana Universal. Y un día, conversando con Guillermo Sullings, me comentó que él también sentía que eso había quedado pendiente en su primer libro, “Economía Mixta”. Dijimos entonces que en algún momento acometeríamos ese desafío.

Pues bien, Guillermo hizo la tarea y eso es exactamente lo que viene a completar con este excelente libro. Aparte del maravilloso exordio de la Nación Humana Universal y de los necesarios antecedentes, análisis y fundamentos, apunta justamente a presentarnos pasos concretos, 120 para ser precisos, para avanzar en esta construcción, pasando de la utopía a la vivencia concreta. Y tal como él mismo se encarga de aclarar, todavía se puede y se debe avanzar mucho más. Cada uno de los pasos se puede desarrollar y extender hasta convertirlos en proyectos de ley, en programas de educación, en acuerdos regionales, en acciones nacionales y locales.

Muchas veces cuando hemos presentado nuestras propuestas y anhelos hemos tenido que escuchar a nuestros interlocutores decir que el Humanismo es muy bonito, que nuestros ideales son nobles, que nuestras propuestas son muy buenas, pero claro, son un poco utópicas e irrealizables y rematan diciendo que no queda claro cómo se efectivizan, como se concretan. Este libro viene a ser una importante respuesta a esas críticas, al precisar con sólido fundamento las tareas que se deben impulsar para salir de este atolladero en que se encuentra nuestra civilización.

Sobre el libro mismo lo mejor que puedo agregar es que recomiendo enfáticamente su lectura y ojalá su estudio pues hay en él un verdadero manual aplicable por quienes quieren resolver esta encrucijada a la que hemos llegado, en la cual tenemos todo lo necesario para constituirnos en una Nación Humana y al mismo tiempo corremos el inminente peligro de desaparecer como especie o al menos de desintegrarnos como civilización.

Lamentablemente Chile está bastante lejos de constituirse como una Nación Humana. Más bien es el antihumanismo el que ha regido por demasiados años los destinos de nuestro pueblo.

Permítanme aprovecharme de esta presentación para hablar brevemente de lo que creo que debemos hacer en nuestro país para convertirlo en un lugar mejor para todos.

No creo necesario tener que hacer un complejo diagnóstico sobre la situación que vivimos. Todos están más que enterados de la crisis total que se expresa cada día, casi cada hora, con algún nuevo escándalo. Pero más allá de lo anecdótico, vivimos en un país que lleva 30 años creciendo y hoy tiene una de las peores distribuciones del ingreso en el planeta; un país que ha regalado su cobre, agua, peces, bosques y energía a grandes conglomerados económicos nacionales y transnacionales. Un país en el que la salud y la educación son negocios y no derechos; en el que después de trabajar 40 años aportando al país se jubila con pensiones de hambre mientras las AFP se enriquecen hasta lo indecible. Un país en el que los bancos ganan miles de millones de dólares especulando con las necesidades de la gente y el gobierno les regala 700 millones de dólares adicionales cada año con el Crédito con Aval del Estado, CAE. Un país en que los militares se roban los fondos del Cobre y se los gastan en el casino y autos de lujo. Un país en el que los empresarios se coluden y nos estafan en las farmacias, los pollos, los supermercados, las tarjetas de crédito e incluso en el papel higiénico, mientras los patéticos políticos son empleados financiados por esas mismas corporaciones, recibiendo mesadas, y a cambio legislan siguiendo obedientemente sus instrucciones. Un país en el que mueren cientos de niños que están al cuidado de un organismo del Estado y no pasa nada. Un país en el que una mujer mapuche es obligada a dar a luz engrillada a la cama del hospital. Un país en el que la gente se siente abusada, maltratada, postergada y desprotegida.

Todos sabemos lo que estoy diciendo así que este es solo un breve repaso para poner al día a Guillermo.

Y todo esto sucede en una sociedad profundamente fragmentada, desestructurada, en la que la izquierda no es la excepción. Por el contrario, no es un secreto que nuestro sector vive una crisis en la que incluso algunos que se dicen de izquierda mantienen y profundizan el modelo neoliberal mientras muchos otros que coinciden en la necesidad de cambios profundos se dispersan en multiplicidad de partidos, grupos, subgrupos y facciones sin capacidad de converger en un proyecto común. Las pasadas elecciones mostraron una vez más que esta dispersión no contribuye a avanzar en dirección de los cambios que Chile requiere. En los pocos lugares en los que se logró convergencia y trabajo conjunto el resultado demuestra que ese es el camino.

Frente a esto, ¿qué hacer? La vieja pregunta: ¿qué hacer?

Hablo a modo personal pero espero interpretar el sentir de muchos. Soy un convencido que nadie puede resolver esto solo. Ni un partido solo, ni un movimiento solo podrán modificar el estado de cosas actual. Somos muchos los que tenemos ganas e ideas, pero no son tiempos para caminar solo ni para darse gustitos personales ni mucho menos para pretender imponer los propios lenguajes, estilos, formas ni banderas. La única salida posible es a través de una construcción conjunta entre fuerzas políticas, sociales, culturales, étnicas, con profunda vocación y convicción de cambio. Sabemos que eso no es fácil. Los Humanistas lo hemos intentado en numerosas oportunidades, la más destacada quizás, el Juntos Podemos, que también fracasó por los intereses cortoplacistas de algunos. No se comprendió la importancia de construir una opción a la Concertación que pudiera convertirse en referencia y faro para un cambio radical. Pero somos perseverantes e insistimos en la necesidad de converger. Converger en un proyecto común que se traduzca en un acuerdo de lo que queremos para Chile.

Y estoy seguro que en este intento coincidimos con quienes en los últimos meses hemos constituido un espacio de diálogo político en el cual estamos participando junto a Revolución Democrática, el Movimiento Autonomista, Izquierda Libertaria, Convergencia de Izquierdas y Nueva Democracia. Y también con muchos otros que aun no estando en dicha mesa, han manifestado su deseo de dialogar en dirección a un acuerdo. Avanzar en un gran Frente Amplio, o como se lo quiera llamar, que agrupe a fuerzas políticas y sociales, nacionales y regionales, más allá del simple pegoteo electoral. Que sea sobre todo una expresión de convergencia de proyecto para Chile pero que a su vez también aspire a constituirse en una bancada parlamentaria.

Entonces en primer lugar habrá que construir esa propuesta para el país y fijar prioridades y grandes líneas. ¿Qué características tendrá ese Frente? ¿Y quiénes lo integrarán? ¿Cuáles serán sus límites? Son todas cuestiones que habrá que resolver y en un muy breve plazo.

En segundo lugar pero como algo prioritario debemos encontrarnos en la acción, en la calle, en las universidades y sindicatos, en la lucha por los derechos del pueblo mapuche, por el fin de las AFP, por la protección ambiental y también por la recuperación del cobre, y finalmente por una Asamblea Constituyente. Movilizarnos juntos y junto a los que demandan derechos hoy inexistentes.

Y por cierto que todo esto debiera traducirse en la capacidad de converger en un gran acuerdo electoral unitario que permita generar finalmente una bancada parlamentaria alternativa al Duopolio. Trabajando juntos, con sólidos apoyos recíprocos, podemos dar un vuelco importante en las elecciones del próximo año.

Mis disculpas a Guillermo por extenderme en cuestiones propias de nuestro país, pero no quise dejar pasar la oportunidad para dar a conocer nuestra mirada y propuesta a quienes hoy nos acompañan.

Finalizo volviendo a tu excelente libro y compartiendo un párrafo que ya me permití utilizar en una reciente charla en el Foro Social Mundial de las Inmigraciones en Sao Paulo y que me conmociona mucho.

No es útil seguir buscando culpables; ha llegado pues, la hora de hacernos cargo. Nuestra sociedad está colapsando, y poco importa quienes son los responsables. Poco importa si quienes debían velar por nuestro presente y nuestro futuro nos han traicionado.

Lo que hoy importa es saber que el cambio depende de nosotros mismos.

Somos nosotros los que debemos transformarnos para vivir de otro modo.

No se trata de salvar a nuestro planeta; Nosotros somos el planeta mismo, somos su vida, su mente y su espíritu.
Somos la vida que emergió en las aguas. Somos el pez que quiso ver el sol. Somos el primate que se puso de pie y que quiso pensar. Somos el primer hombre que venció el temor y se acercó al fuego hasta dominarlo. Somos la evolución y somos la historia. Somos los descendientes de los que una y otra vez cambiaron su vida y cambiaron al mundo.

Somos los hijos de la especie humana.

Pudimos antes, podremos ahora.

Muchas gracias».

Las fotos son de Vanya Cosin