Por Adriana Muela León

Estas fueron las palabras con que inició su exposición Alicia Cawiya, de la comunidad de Ñoneno, vicepresidenta de NAWE (Nacionalidad Huaorani del Ecuador). Alicia lidera una marcha para proteger el territorio de la amazonia ecuatoriana de la explotación minera y petrolera y es una de las mujeres líderes que participaron en el Foro Social de Resistencia al Habitat III, desarrollado en la Universidad Central del Ecuador.

Para Alicia, la explotación petrolera del Yasuní les está dejando sin alimentos. “Las plantas, los animales, la tierra se están muriendo. Desde hace cinco años tenemos menos terreno para sembrar; la yuca y el plátano se han contaminado, ya no crecen como antes. Hay días en que no tenemos que comer”.

Añade, que “muchos árboles han sido cortados, para levantar carreteras o para instalar las máquinas perforadoras. Los animales han muerto porque no tienen dónde vivir ni de dónde comer. Jaguares, papagayos, tapires, boas, monos mueren todos los días”.

Alicia comenta que, para protegerse, algunas familias y comunidades huaoranis han migrado hacia el interior de la selva, mientras otros han buscado protección en comunidades cercanas. “Todos tenemos que movernos para seguir viviendo, vamos en busca de otro territorio que nos de todo: alimentación, vivienda, educación, salud”.

Las familias que han migrado hacia las ciudades, “están peor que nosotros, allá están solos, todo les cuesta y no tienen ni trabajo ni plata. Algunos terminan regresando a las comunidades, acá tienen familia, la comunidad y comen lo que les da la tierra”, afirma Alicia.

Por su parte, Cecilia Flores Carlos, representante del pueblo Aymara (Chile), quien también participó en los eventos alternativos a Habitat III, explicó que en Chile gran parte de la población del pueblo mapuche se ha trasladado a vivir en Santiago ya que sus territorios han sido “invadidos por empresas mineras”.

En la ciudad, “ha sido necesario buscar alternativas para que se conozca y se respete nuestra cultura. En la ciudad vivimos mucha discriminación. Hemos tenido que luchar para que nuestros hijos puedan ir a la escuela; para que los vecinos nos respeten y no nos denuncien porque estamos quemando palo santo como parte del rito de limpieza. Ellos no entiende nuestra cultura”.

“Cuando migramos a la ciudad perdemos el territorio, el aire, la tierra, la tranquilidad, la vida en comunidad. El apoyo de los vecinos de la familia de la comunidad. La vida de los pueblos indígenas es una vida más sana, más humana, de convivencia”.

Cecilia explica que el desafío para los dirigentes de los pueblos y nacionalidades es lograr que las autoridades y los gobernantes comprendan que deben planificar el desarrollo económico de los países “respetando a los pueblos y nacionalidades indígenas, su cultura y su cosmovisión. También, deben pensar en las familias indígenas que migran a las ciudades. La mayoría son mujeres que tienen dos o tres hijos. El Estado debería ofrecerles servicios para atención y protección de los hijos, para que las madres puedan ir a trabajar tranquilas”.

Alicia Cawiya, por su parte, manifiesta que el Estado debe respetar los derechos humanos, el territorio y la cosmovisión de los pueblos indígenas. Le preocupa que “si sigue la explotación de nuestro suelo qué territorio le vamos a dejar a nuestros hijos para que vivan. En que territorio nuestros hijos van a aprender cómo vivir”.

El pensamiento de Alicia y Cecilia, dirigentas de los pueblos huaorani y aymara respectivamente, nos presenta una mirada sobre los temas que fueron discutidos por los delegados de 100 organizaciones de más de 30 países que participaron en el Foro de Resistencia a Habitat III. Temas que, por lo demás, quedaron fuera de la reflexión y de la Declaración de Quito.