Ojos Para la Paz

La ONG “Cascos Blancos” ha sido designada como cadidata para recibir el Premio Nóbel de la Paz. Para apoyar esta candidatura el próximo 16 de setiembre Netflix difundirá un documental de 40 minutos titulado “Los Cascos Blancos”. Ha sido realizado por Orlando von Einsiedel y seleccionado para los festivales de cine Toronto y de Telluride.

Supuestamente se trata de un grupo de voluntarios que acuden en ayuda de la población civil de Siria víctima de los bombardeos, y ya saben la coletilla famosa que no debe faltar nunca: de uno y otro bando. Que quede claro. Son neutrales. Su empeño es exclusivamente humanitario.

Los Cascos Blancos son una organización creada en 2013 y, como no podía ser de otra forma, detrás no hay otra cosa que el imperialismo puro y duro y, naturalmente, la propaganda de guerra, las cortinas de humo y la intoxicación mediática. Veamos algunos ejemplos, sólo unos pocos, para no agotar la paciencia del sufrido lector:

– El único resquicio de luz en un mundo especialmente oscuro (La Sexta)

– Los ‘cascos blancos’ que salvan vidas entre escombros en Siria (El País)

– Los ‘Cascos Blancos’: voluntarios que ofrecen atención primaria a los heridos en Siria (Médicos Sin Fronteras)

– Quiénes son los ‘Cascos Blancos’ y por qué ya los consideran héroes (One Magazine)

– Los salvadores anónimos de Siria (El Día)

Siempre que surgen este tipo de tinglados hay que acudir, como es habitual, a las fuentes de financiación, entre las que encontramos al mismo mecenas de siempre: el benefactor de la humanidad George Soros, además de tres de las potencias integrantes de la OTAN, que también se han caracterizado siempre por su humanitarismo: Estados Unidos (23 millones de dólares), Gran Bretaña (20 millones de libras) y Holanda (4 millones de euros).

Después de hablar del dinero corresponde desenmascarar las mentiras, la filantropía y el baboseo propio de este tipo de ONG, en el que los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental. Pues bien, hay que decir que los Cascos Blancos sólo están presentes en las zonas controladas por el Califato Islámico y el Frente Al-Nusra porque el papel que el imperialismo le tiene asignado, además, de la propaganda, es justificar la imposición de una zona de exclusión aérea que impida los bombardeos rusos y sirios sobre las posiciones yihadistas.

Luego hay que pasar a ver quiénes son esos voluntarios que se juegan la vida como héroes para salvar a los demás, mercenarios cuyo nombre ha salido a relucir, como Raed Saleh, del que el New York Times reconoció en abril (1) que se le había impedido la entrada en Estados Unidos porque formaba parte de las bases de datos como un riesgo para el país o, dicho en román paladino, porque estaba fichado como yihadista y, naturalmente, si le habían llamado para viajar a Estados Unidos es porque sus jefes de la CIA tenían que darle instrucciones.

Organizaciones como los Cascos Blancos forman parte de una nueva concepción de las guerras imperialistas elaborada por la Rand Corporation que se llama “teoría del enjambre” (2) en donde el éxito de la guerra depende estrechamente “de un control estricto del flujo de informaciones”.

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(Imagen de europeforpeace.org)

Asistimos a una nueva estafa, del mismo corte que Amnistia Internacional, Human Rights Watch, Reporteros Sin Fronteras u otras que viene denunciando nuestro compañero de Ojos Para la Paz Ahmed Bensaada.

«Estas organizaciones se benefician de  un marco político elegido, medios materiales colosales, además de una financiación regular y consecuente. Metódicamente actualizadas, las técnicas utilizadas son temiblemente eficaces sobre todo cuando el blanco son los países autocráticos o afectados por serios problemas socioeconómicos.  Las agencias estadounidenses más emblemáticas de “exportación» de la democracia  son USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), la NED (Fundación Nacional para la Democracia), IRI (Instituto Republicano Internacional), el NDI (National Democratic Instituto de Asuntos internacionales), Freedom House y la OSI (Open Society Institute). Excepto este último, todas estas organizaciones son financiadas principalmente por el gobierno de Estados Unidos.  En cuanto a OSI, es parte de la Fundación Soros, el nombre de su fundador, George Soros, el multimillonario estadounidense, ilustre especulador financiero. Ni que decir tiene, Soros y su fundación  trabajan con el Departamento de Estado de Estados Unidos para la «promoción de la democracia».