Por lavaca.org/ Fotos M.A.F.I.A

Una caravana convocada por organizaciones sociales colmó las calles porteñas con 100 mil personas que marcharon desde Liniers a Plaza de Mayo en el día de San Cayetano. Fue la aparición de otros actores sociales: los más humildes, los informales, las cooperativas. Adhirieron sectores sindicales. Reclamos por la falta de trabajo genuino y los tarifazos, llamados a la unidad, a la marcha federal y al paro nacional. Voces, colores, historias e ideas que fluyeron bajo el sol del domingo.

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Esta vez el contador mental entró en cortocircuito. En un momento de la tarde se hizo imposible seguir calculando las cuadras, las personas, las caras, las banderas, los colores, los cantos, las consignas y los carteles de la impactante movilización que organizaciones y movimientos sociales convocados por Barrios de Pie, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) sostuvieron desde las 9 de la mañana a lo largo de más de 10 kilómetros.

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Liniers fue el punto inicial de la concentración. El santuario de San Cayetano, santo patrono de los trabajadores, y uno de los más populares en Argentina, fue el punto de encuentro más allá y más acá de lo religioso, de acuerdo a lo que se vislumbró en la caravana a puro sol. El punto de llegada fue la Plaza de Mayo, 110 cuadras más allá, donde algunas de las organizaciones habían preparado ollas populares y choripanes para los que venían marchando.

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Según los cálculos de los organizadores en Plaza de Mayo, donde un  gran escenario dejaba ver las consignas “Paz, pan y trabajo” y “Tierra, techo y trabajo”, la marcha rompió todos los cálculos: 100 mil personas. El número fue aún mayor si se tiene en cuenta la cantidad de personas que acompañaron sólo tramos de la caminata en cada barrio.

Como Noemí, por ejemplo, que habla desde las escalinatas de un Templo Evangélico en el barrio de Almagro, y saluda con los dedos en V: “Está muy difícil todo. Uno quisiera que a este gobierno le vaya bien para que nos vaya bien a todos, pero hay cosas que no están de acuerdo a las necesidades del pueblo. No se piensa en la gente que menos tiene, sino en la que más”.

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O como Antonio, vendedor de roscas en la calle, que vive en la Villa 31 en Retiro, y dice: “La gente ya no puede estar pidiendo comida por todos lados. Tiene que haber alguien que sepa gobernar. ¿Sabés por qué? Los pobres están aplastados”.

Quizá sea por eso que, en este domingo fresco y a la vez casi primaveral, la calle tiembla.

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