Por: Carlos Crespo

Con el lema “tocan a una, tocan a todas” miles de mujeres y hombres peruanos salieron a las calles este 13 de agosto para gritar al mundo “# NiUnaMenos”. Esta marcha contra la impunidad en la violencia de género, estuvo programada inicialmente para la capital, ahora será nacional y masiva, se han sumado mujeres de más de 30 ciudades.

Para sus organizadoras ya no es posible mantener en silencio tanta violencia, hay que visibilizar y actuar: 4 de cada 10 mujeres en el Perú han sido agredidas por sus parejas; en los últimos 10 años se han registrado 68.000 violaciones sexuales, un promedio de 20 personas al día en Perú; en lo que va de 2016 se han registrado 172 casos de feminicidio, una mujer asesinada cada dos días.

La marcha ha nacido desde el clamor de mujeres, de diversas edades, territorios y condiciones, víctimas no solo de la violencia física, sino del encubrimiento cómplice de la propia sociedad y la Justicia. A medida que han avanzado las semanas la marcha se ha convertido en un símbolo no solo de denuncia, sino de inspiración social, que ha ido sumando múltiples voces, unidas por la fuerza de una verdad que irrumpe socialmente desde lo profundo de un sufrimiento silenciado históricamente. La marcha ha provocado una avalancha de dolorosos testimonios en las redes sociales, testimonios de cientos de mujeres que han permitido conocer realidades escondidas de sufrimiento. “# NiUnaMenos” no solo ha desatado una catarsis social, sino que ha colocado la imagen de que podemos construir respuestas No violentas a siglos de sufrimiento.

Pero, además, esta marcha, nacida de forma espontánea en diversos espacios de la sociedad, ha contribuido a desnudar a varias instituciones que sostienen el sistema de poder patriarcal: la Iglesia Católica, el sistema de justicia, los medios de comunicación, el poder político y la cultura arraigada del machismo. Las recientes declaraciones del Cardenal, máxima autoridad eclesiástica, en el sentido de que las violaciones se producen por que “ellas lo provocan”, ha desatado un rechazo categórico del público y una ola de críticas como las de la actual segunda Vicepresidenta del país: “yo puedo usar una minifalda y nadie tiene derecho de tocarme”.

El sistema de Justicia con sus fiscales y jueces hizo visible su actuación en las últimas semanas con indignantes fallos que contribuyen a perpetuar el triunfo de la violencia del agresor. Los casos de Lady Guillén, Arlette Contreras y otras mujeres se convirtieron en motor de la marcha. Una jueza ha declarado hace poco no procedente el juicio al ex dictador Fujimori por las esterilizaciones forzadas realizadas, en la década del 90, a numerosas mujeres campesinas a través del sistema de salud. Por todo ello es simbólico que la marcha “NiUnaMenos” termine frente al Palacio de Justicia.

La Marcha muestra, enseña, concentra e inspira un gran acuerdo.

Enseña que la violencia niega a la mujer como persona y la propia humanidad del agresor. La violencia en cualquiera de sus formas es la expresión de la anti humanidad. La marcha nos muestra que se abre un destino superior rechazando, resistiendo, desechando, superando la violencia. La marcha inspira la posibilidad de transformar situaciones, de transformarnos a nosotros mismos, de producir historia.

Cada uno estamos llamados a encontrar en nosotros mismos esa necesidad profunda que nos impulse a cambiar las cosas, a encender el poderoso motor que nos movilice en semejante esfuerzo.