Por Marcelo Zero*/Brasil de Fato. Traducción Pressenza

Artículo en respuesta al comentario de José Serra sobre la OEA.
El sociólogo Marcelo Zero dice que calificar el documento de la OEA de “bruto y malhecho” es el colmo de la diplomacia del burro.

 

La especialidad de la cartera de ministros de Temer es la destrucción. Como una banda de hunos se dedican a saquear el Estado y a implosionar todo lo que se hizo con años de trabajos duros.

Ciencia Sin Fronteras, DIES (Fondo de Financiamiento Estudiantil), Prouni (Programa Universidad para todos), Mi  Casa Mi Vida, SUS (Sistema Único de Salud), Cultura, etc., todo esta siendo “revisado”, reducido o simplemente destruido de modo que sobre dinero para pagar intereses y la cuenta fisiológica del golpe. En el interín, se dedica también a perseguir a los que defienden la democracia o a quienes tenían algún lazo con el gobierno anterior. Después de todo, además de violentos los hunos eran mezquinos.

En ese festival macabro de destrucción de políticas y programas, hay un ministerio que se destaca: el Itamaraty¹. Comandado con mano de hierro por el exuberante Barón de Mooca², nuestro MRE (Ministerio de Relaciones Exteriores) se dedica con ahínco a destruir la política externa altiva y activa que fue decisiva para la superación de nuestra vulnerabilidad externa, y el ascenso de nuestro protagonismo internacional.

Quizás tratando de convertirse en una especie de Teodoro Roosevelt autóctono, en apenas 100 días nuestro canciller ya repartió golpes de su “gran garrote” para todos lados.

Agredió a Nicaragua y El Salvador por cuestionar el golpe. Promovió ataques verbales contra la Unasur por el mismo motivo. Amenazó al Caribe y al África con el cierre de embajadas, ofendiendo países amigos con embajadas en Brasil. Distribuyó pródigas patadas contra el Mercosur y la integración regional, sin esconder su desprecio por nuestros vecinos y su intención de reubicar al Brasil en la órbita estratégica de los Estados Unidos.

Este gran diplomático –un talento nato– consiguió la fantástica proeza de pelear con el “pequeño Uruguay”, ya que fue hasta Montevideo a tratar de comprar el voto de los uruguayos para excluir a Venezuela del Mercosur.

Sus mazazos y patadas son complementados con adecuados rebuznos. Así, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA) criticaron la transformación de la Auditoría General de la Unión (CGU) en ministerio y el cambio de comando de la Empresa Brasil de Comunicación (EBC), el Barón de Mooca afirmó que: “Eso no tiene pie ni cabeza, ni importancia. La mayoría no sabe de lo que está hablando”. La ONU y la OEA no saben de lo que están hablando. Pero él sabe.

Sabe tanto que en su visita a Méjico ofendió en público a la canciller mejicana con una broma misógina. Sabe todo de diplomacia nuestro Roosevelt.

Sin embargo ahora el Roosevelt autóctono se superó. Después de recibir el documento oficial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA pidiendo informaciones sobre el proceso de impeachment sin crimen, afirmó con gran tacto que el documento es “bestia y malhecho” y que “Brasil no tiene nada que responder”.

El rebuzno sorprendió por los decibeles y por la ignorancia en cuestiones frecuentes de política externa.

La Convención Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, más conocida como Pacto de San José, fue incorporada a nuestro ordenamiento jurídico interno el 6 de noviembre de 1992. Por lo tanto, desde aquella fecha, tiene fuerza de ley en el país. Además en 1998, por Comunicado nº 1070 enviado al Congreso en régimen de urgencia, Brasil pasó a reconocer como obligatorias y vinculantes las sentencias de la CIDH, que es el órgano judicial que protege los derechos previstos en la citada convención. Se entiende que los Estados que son parte de la Convención no están obligados a reconocer tales sentencias. Ese reconocimiento es facultativo. Así, fue el gobierno del PSDB que integró Serra, el que tomó la decisión de reconocer como obligatorias tales sentencias.

Si la Corte decidiera que hubo violación a los derechos protegidos por la Convención, ella determinará, a través de sentencia, “que se asegure al perjudicado el gozo de su derecho o libertad violados”. Además la Corte podrá exigir a los Estados parte la reparación de las consecuencias o el pago de indemnizaciones a las víctimas.

Siendo así, la Corte de la OEA puede efectivamente pedir explicaciones al Brasil. Y el Brasil, gracias a una decisión tomada en el antiguo gobierno de nuestro canciller, está obligado a responder. Es más: Brasil está obligado a cumplir las sentencias de la Corte.

Obsérvese que, por el artículo 48 de la Convención, la solicitud de informaciones tiene que ser enviada al Gobierno del Estado, que será responsable de la respuesta.

Es increíble que la diplomacia brasilera haya caído tan bajo en tan poco tiempo. Hasta para el folklórico ministerio del gobierno golpista, se trata de un record de incapacidad e incompetencia. Como agravante, Serra tendrá que vérselas ahora con la huelga de los funcionarios del Ministerio, agredidos en sus derechos laborales.

Calificar el documento de la Corte de la OEA de “bestia y malhecho”, es el colmo de la diplomacia asnal.

Malhecho, muy malhecho fue su nombramiento para el Itamaraty. Se trata de un caso clásico de “el hombre equivocado en el lugar equivocado”.

Y el documento de la Corte de la OEA no es “bestia”. Bestia es él.

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∗ Marcelo Zero es sociólogo, especialista en Relaciones Internacionales y miembro del Grupo de Reflexión sobre Relaciones Internacionales (GR-RI)

¹ Así se conoce al Ministerio de Relaciones Exteriores, por el nombre del edificio donde tiene su sede en Brasilia.
² Mooca es el nombre del barrio de San Pablo donde nació José Serra.

El artículo original se puede leer aquí