Por Alberto Vargas

Naomi, una de las participantes en la Marcha del Orgullo y la Diversidad va vestida de “transformista, puta y loca” y no le importa. Hoy marcha por ella y por sus amigas trans.

“Claro que tenemos miedo, a cualquiera le da miedo después de los horrores que  lanza el mundo. Sin embargo estamos aquí y aquí nos quedaremos”

Naomi

Una mañana de sábado con lluvia

Naomi camina con elegancia.

Según Andrés, su acompañante en este día, lleva así toda la mañana, incluso antes de que empezara el desfile.

A Ella, en sus tacos del 12 y su vestido ceñido (que me hacen sentir en verano) no le importan el frío, ni la lluvia, que al ritmo de la batucada que nos sigue, resulta ser un metrónomo que mide la emoción.

-¿Y usted qué hace aquí, reportero…? Me pregunta en cuanto me le acerco

-Voy a escribir una crónica de esto

-¿O sea que viene de espía a ver a las locas?

-A caminar con ellas – le respondo y sonrío. (Se ríe de vuelta, con reservas)

Tal vez Naomi cree que le falto al respeto. Pero enseguida me asegura que “no es  mala onda” y que solo quiere estar segura…

-No piense mal, reportero. Es que a una siempre le queda la duda de los que son, los que no son, lo que quieren ser, y los que vienen a joder nomás.

Me confiesa después que le “enoja que solo vengan a hacerles entrevistas, saquen una nota pobre y no entiendan realmente  de lo que se trata”

 

Delante de nosotros va el Colectivo Gay de Chimborazo. Traen antifaces adornados con plumas de colores y bailan. Visten, cada uno, de un color diferente (rojo, lila, amarillo, verde y naranja) y llevan en su espalda globos alargados, de esos con los que se hace animales de fantasía en las fiestas infantiles.

Uno de ellos mira a Naomi y le sonríe. Naomi le pide un globo y le devuelve la sonrisa. Él se lo extiende, se voltea y sigue bailando.

-¿Esta es la parte más alegre y pintoresca del desfile, no le parece, reportero?

Los globos alcanzan al menos treinta centímetros sobre mi vista y son demasiados. No puedo ver más allá del camión que lleva una bandera conmemorativa con las palabras “duelo y orgullo” que va varios metros por delante, así que le respondo:

-Sí, parece que este año ni los rezagos del miedo le han quitado a la gente las ganas de venir.

-También pensé que habría mucha menos gente – dice Naomi y agrega:

– Imagínese que un homofóbico extremista tipo Iu Es Ei ve a estos gays bien coloridos por allá, reportero. Seguro que los mata… ¿No ve lo de Orlando?

Naomi se refiere al tiroteo ocurrido el pasado 12 de junio en la Discoteca Gay Pulse, en Orlando, Estados Unidos, que dejó 50 personas muertas.

-No hacía falta esperar a que la policía concluya sus investigaciones. Fue un crimen de odio a la diversidad, a lo que nosotras representamos, a lo que está mal. Una matanza.

-Sin embargo, mira. La gente no tiene miedo – le digo.

-¿Cómo no vamos a tener miedo, reportero? Claro que tenemos miedo, a cualquiera le da miedo después de los horrores que lanza el mundo. Sin embargo estamos aquí y aquí nos quedaremos.

 

La marcha casi acaba y la lluvia sigue, tenue pero persistente.

Hemos caminado poco más de una hora y media y a Naomi ya se le nota el cansancio. Sigue bailando, pero ahora sus movimientos son solo de cintura para arriba.

-¿Ya no saltas, no? – Le dice Andrés

Entonces le pregunto:

-¿Y los tacos?

Se acerca, me toca el hombro, suspira y me responde: “uuuy mijito, ma-tán-do-me”. (No puedo evitar reírme a carcajadas)

Naomi me mira y exhala agotada “¡Pero ya llegamos, chucha!”

No es la primera vez que Naomi asiste a una marcha del orgullo y la diversidad, en Quito. Pero sí que se transforma por completo y que se suma a caminar.

No deja de sorprenderme la cantidad de gente que la conoce (le saludan de beso, le abrazan, le cogen la mano y le dan una vuelta). Es que esta es la primera vez que decidió no solo salir a ver pasar la marcha. Quizá a eso se debe la emoción de los que se encuentran con ella.

-Desde adentro, esto es muy distinto – dice. -Una se siente orgullosa y atrevida, reportero. ¿No le parece?

Orgullo 01

En la plaza Foch

Naomi se sienta apenas arribamos a la plaza. No le importa que el piso esté mojado y tampoco que lleva un vestido hasta la altura de los muslos.  Se quita los tacos del 12 y se da un masaje en los pies. No es la única que lo hace. La escena se repite con sorpresiva naturalidad en los lugares donde hay espacio para hacerlo, porque la plaza está repleta.

Cuando Naomi acababa de cambiarse los zapatos de taco, por unos más bajos que trajo con ella, en su cartera negra, desde que empezó el desfile, me pregunta:

-Oiga reportero, ¿se queda al party? Quédese a bailar un rato…

-Mucho gusto Naomi – le respondo. -Mi nombre es Alberto. Gracias por invitarme, pero me muero del cansancio -.

Se me queda viendo. Mete una de sus manos a su cartera, saca uno de los tacos del 12 y enseguida me dice…

-¿De verdad, usted está cansado?