Hace años que no publico un artículo con tinte político, pero creo que hay eventos significativos que ameritan una reseña esencial de algunos hechos nacionales y universales. El respaldo casi unánime de los países americanos en la OEA, en respuesta al retorcido intento del secretario de la OEA de aplicarle la carta democrática a Venezuela.

Simultáneamente la diplomacia mundial, elige a Venezuela además de como miembro del consejo de seguridad, casi por unanimidad como miembro permanente del consejo de seguridad económica y social de la ONU, y la secretaría de Estado de EEUU solicita de urgencia una reunión con la cancillería venezolana. El primer paso ya se concretó y sostuvieron en República Dominicana una “respetuosa” reunión de 40 minutos.

Las particulares condiciones históricas y sociales en Venezuela han hecho que renovemos, que actualicemos el acuerdo social, que convengamos nuevamente las reglas del juego que dan dirección al accionar social. Pero sobre todo han puesto las bases para que tomemos consciencia de los horizontes, de las fronteras de nuestra capacidad de auto concebirnos. Podríamos decir que hoy en Venezuela se piensa, nos pensamos constitucionalmente, ya sea para respetar o para buscar los modos de violentar las reglas del juego.

Y como en Venezuela hay riqueza y belleza natural que deslumbra miradas y hace agua en estómagos y bocas ajenas, la constitucionalidad del pensamiento se ha extendido más allá de sus fronteras. Hoy se afirma que, dentro de la constitución y sus reglas de juego colectivamente acordadas, todo, fuera de ella, nada. Las particulares circunstancias o condiciones de vida que experimentamos, nos han obligado a hacernos conscientes de que al menos conceptual o idealmente vivimos bajo la protección, bajo el paragua de ciertos derechos acordados.

¿De dónde más podrían brotar, emerger esos derechos? ¿Del agua, de la hierba, de las rocas? No, son concepciones ideales internacionales acordadas que hay que establecer socialmente, condiciones humanas que a veces parecen abrirse camino y otras retroceder. Por eso digo que esta renovación del acuerdo de las reglas de juego social, nos pone en condición mental de reconocer hasta dónde llega, cuáles son las fronteras de nuestra capacidad única de auto concebirnos y dotarnos de dirección a futuro, podríamos decir de darnos un destino como especie.

Dirección, propósito, futuro o destino que no está dado, nos es parte de la historia social. Hay que construirlo, ganarlo, ha de abrirse camino en la consciencia humana que ha de traerlo a ser, conductualizarlo, hacer posible vivirlo en el mundo. ¿O acaso hay otro modo de hacer posible una vivencia, que por definición es relación, compartir? Como dicen, para bailar el tango hacen falta dos. Las circunstancias nos han llevado a darnos cuenta que, constitucionalmente, hay elecciones y tiempos obligatorios precisos para realizarlas.

Pero también hay elecciones refrendarias, únicas en el mundo, hasta donde sé, que son opcionales, alternativas de elección colectiva que también tienen reglas y tiempos muy precisos para expresar el acuerdo o desacuerdo, la satisfacción o insatisfacción con la capacidad de un representante popular anteriormente elegido para realizar, llevar a cabo lo acordado. Lo mismo podríamos decir de nacer en un lugar, en una época, en una cultura, dentro de un género sexual, una familia y condición social. Es una condición natural e histórica obligatoria, involuntaria, sin alternativas.

Pero, ¿qué nos obliga a seguir pensando toda la vida de ese modo, a identificarnos con ese formateo histórico social heredado, con esa temporalidad y/ o localidad cultural? Ese modo de auto concebirnos, sentirnos, pensarnos, esa identificación con el paisaje formativo epocal era hasta sensato, comprensible, cuando nuestras experiencias y conocimientos no iban más allá de la distancia a la que podíamos lanzar una piedra, más allá de donde llegaban nuestros paseos y aventuras cotidianas.

Eso estaba bien y era natural, cuando predominaban nuestras exploraciones de un mundo que desconocíamos, mientras íbamos ampliando nuestras fronteras, conquistando territorios como Alejandro Magno. Pero hoy en día la acumulación y desarrollo de nuestro pensamiento, ha posibilitado que conquistemos y manejemos leyes naturales y nuestra tecnología posibilite que no haya limitaciones para dónde podamos ir, a lo que podamos experimentar y conocer y por ende no hay justificaciones válidas para las limitaciones, para las identificaciones estáticas del pensamiento, para los sistemas o paradigmas sicosociales de creencias.

Hoy, física, materialmente somos ciudadanos universales, pero sicológicamente nuestro modo de pensarnos y sentirnos aún sigue siendo local, nacional y egocéntrico. La llamada concepción democrática representativa liberal nos otorga derechos individuales condicionales, circunstanciales. Podemos votar e intentar ganar todo el dinero que podamos por los medios que sea para poder comprar pasajes, cosas y todo tipo de experiencias.

Podemos luchar y competir con la naturaleza y con todo lo que se mueva y se nos cruce por el camino, siempre y cuando no tenga más poder que el nuestro y nos ponga en franca y sensata retirada. Son libertades y derechos opcionales, si puedes los ejerces, si puedes te apropias de esto y lo otro, si no puedes, mala suerte. La concepción democrática socialista participativa y protagónica por el contrario, obliga al gobierno a posibilitar y garantizar el acceso de todos a todo lo necesario.

Pero como dijimos, una concepción es una ideología, que hay que hacerla posible conductualmente para que pueda experimentarse en relación, vivirse en el mundo. Y cuando intentas conductualizar esas ideologías, ¿qué sucede? Que despiertas o actualizas todas las resistencias, todas las limitaciones, toda la inercia de los sistemas históricos de creencias que impidieron que hasta ahora eso fuese posible. ¿Y dónde está, qué es esa inercia? Simplemente la forma en que nos concebirnos, sentimos, pensamos y nos comportamos personal y colectivamente.

Algo así como una formateo mental, cultural, una especie de hipnosis colectiva heredada de la que ciertas circunstancias, ciertas necesidades crecientes ayudan, propician a despertar. Actualizar resistencias a nuestras intenciones y/o deseos es entonces chocar, estrellarnos con la inercia de un momento cultural, una época o temporalidad, con una sensibilidad e ideología ya agotadas. Y es así y de ningún otro modo, como nos hacemos verdaderamente conscientes de nuestras intenciones ingenuas, como residuo o arrastre del anterior modelo que aún son.

Es así como nos damos cuenta de lo que verdaderamente intentamos, de lo que es necesario reconocer y hacer para superar el arrastre residual del momento anterior ya desgastado, que no ofrece ya posibilidades de desarrollo humano. Es así y de ningún otro modo como hemos venido avanzando y retrocediendo, acertando y errando, aprendiendo de nuestros fracasos desde antaño. Lo que tienen de especial estos tiempos acelerados e intensos, extremos, es que posibilitan que caigamos en cuenta de cómo hemos hecho y hacemos las cosas.

Posibilitan no solo ya una evolución lineal de la cultura heredada, sino un salto histórico, una toma de consciencia, un reconocimiento de cómo evolucionamos, abriendo así las puertas para elegir y manejar verdaderamente la dirección de vida que hasta ahora nos hemos dado de manera desapercibida, ingenuamente. Es lo que se ha llamado un despertar de la consciencia de su hipnosis colectiva, que no se puede decretar ni legislar. Solo el encuentro o choque de los pedernales de  lo viejo con lo nuevo, puede hacer saltar la chispa que enciende la luz de la consciencia. Una luz que no es solo intelectual, ideológica, sino también moral.

Por eso es un salto histórico inédito en lugar de una repetición o desarrollo de lo heredado. Porque los caminos de aprender pensando, memorizando y repitiendo información vieja acumulada, se encuentran y abrazan con el aprender haciendo, caminando, sobre la marcha, restableciendo así el caminar de una humanidad, que se estaba paralizando y desadaptando crecientemente de la fuerza y velocidad de los eventos de su entorno.

La concepción que se corresponde con el nuevo momento es la de un ecosistema universal de funciones y especies, un ecosistema estructural donde todas las funciones son absolutamente interdependientes. En otras palabras crece, evoluciona todo el sistema equilibradamente o se desarrollan tendencias, tropismos conductuales que la tecnología multiplica en sus efectos, que atentan contra ese equilibrio. Hasta que finalmente, por dolor y necesidad si no es por consciencia, caemos en cuenta de que somos un solo organismo, y que la generosidad, la solidaridad, es la única conducta posible.

Dicen los que saben, que un arco iris de pieles es la condición para fundir en un solo recipiente la nueva raza humana. Otros hablan del nuevo hombre como condición de la nueva tierra prometida y soñada desde tiempos de Abraham y Moisés, como el móvil histórico que hasta aquí nos ha traído. En sencillo la mezcla de todos los genes raciales, será el crisol en que se sintetizarán los cuerpos y culturas de todos los pueblos poniendo la base física para la nueva era, para la nueva y delicada atmósfera de consciencia que se extenderá sobre la tierra. Para la consciencia universal, para la verdadera consciencia humana que todos respiraremos, para el nuevo sol que ha de amanecer.