Compartimos el testimonio del militante humanista Osvaldo Bocero en lo que fue su participación del Congreso de la Tupac Amaru y su encuentro con  Milagro Sala en el penal de Alto Comedero, en Jujuy.

Por Osvaldo Bocero

Hace 4 años había estado ahí. Fue en la celebración del Inti Raymi, Fiesta del Sol o el comienzo del año para los pueblos originarios de Jujuy. Durante dos días había visto a una mujer incansable, que estaba en todo: en cada detalle de la ceremonia, en el funcionamiento de las cooperativas, en que los terrenos para acampar estén en condiciones, en la limpieza de los monumentos, en el alojamiento de los visitantes. Cada decisión pasaba por ella. Cada tupaquero, cada habitante del barrio, cada empleado de las cooperativas, nos hablaban de su fuerza, de su liderazgo, y lo hacían con emoción y agradecimiento. Cuando todo terminó, aquella mañana del 21 de junio de 2012, me acerqué a ella, le dije de mi admiración por todo lo visto y tuvimos un diálogo breve. Ella hablaba de los suyos, de su gente, de quienes habían alcanzado un mínimo de dignidad gracias al trabajo colectivo. Pensé en que el modelo de la Tupac había que replicarlo en todo el país, y luego me imaginé que para eso se necesitaban muchas Milagro.

Este fin de semana volví a Jujuy. Motivaciones similares en otras circunstancias: apoyar a la Tupac, visitar a Milagro, pero ésta vez en su celda de detenida.

Milagro es físicamente pequeña y paradójicamente de un espíritu inconmensurable. Es tan grande que no cabe en la celda del penal donde se encuentra detenida desde el 16 de enero. Ese espíritu está en la sede de la calle Gobernador Gálvez, en la escuela German Abdala, en todo el Barrio Alto Comedero, en cada espacio donde la organización dejó su marca con una copa de leche, en los centros de salud, en las escuelas, en cada fábrica, donde el valor más alto es la persona y su calidad de vida.

Pero volvamos a este fin de semana: el sábado estaba previsto que unos 120 militantes de todo el país la visitemos: La idea era entrar en grupos de doce, estar un rato, saludarla, dejarle algún testimonio, alguna carta, alguna foto de los más de 100 murales que se pintaron por su libertad. Mientras eso sucedía, detrás del penal el resto de la militancia participaba de una ceremonia religiosa a cargo de los curas de opción por los pobres, flameaban las banderas de la Tupac y de otras organizaciones y sonaban bombas de estruendo. El hecho de haber motorizado el Comité por la libertad de Milagro en Mar del Plata, me había dado el privilegio de ser uno de esos 120 que estarían con ella, aunque sea un ratito. La tarde era fría, lloviznaba y en la puerta del penal todos querían ser los próximos.

Así fueron pasando las horas; por decisión de las autoridades del Penal, los grupos tenían que ser de cuatro. Todo se enlentecía. A eso de las 17.40, nos llamaron para ingresar a cuatro compañeros y a mí. Éramos los últimos. La visita terminaba a las seis de la tarde.

Dejamos el documento en la entrada, esperamos la requisa que se le hace a cada visitante y cuando todo estaba en condiciones, trotamos los trecientos metros hasta llegar a la celda. Estábamos felices de llegar hasta ahí. Una guardia nos abrió las dos rejas y alguien gritó: ¡Sala!

Ella se acercó hasta el acceso y nos recibió con un abrazo cálido y agradecido. El principio era pura emoción: abrazos, palabras al oído y ella que nos contenía a nosotros. En un momento quedamos los cinco en un semicírculo y ella invitó a sentarse. Los minutos siguientes, fueron palabras de apoyo y testimonios de compromiso para seguir luchando por su liberación. Enseguida avisan que se terminaba el horario de visita. Milagro la llama a Esther, compañera humanista y le dice “vengan mañana, así charlamos tranquilos”. Esther me mira y me dice “¿venimos?”. “Sí, venite vos también” me dice Milagro “y me contás lo de Mar del Plata”. Le dije: “Bueno, me anoto y vengo temprano”. Ella sonríe y me dice: “los compañeros dicen que los humanistas me hacen más buena, que no me junte tanto con ustedes”. Nos reímos todos. Así quedamos, entonces.

El domingo llegamos temprano, antes de las dos de la tarde. Éramos cinco: Juan Pablo de Solidaridad e Igualdad, Karina de la Sec. de la Mujer PJ Comuna12 CABA, Adriana del PJ Capital, Esther del Comite F. Varela y yo. Al rato llegó la familia, con provisiones para la reclusa: golosinas, galletitas, comida. Raúl, compañero de Milagro nos pidió si podíamos entrar con una bolsa cada uno para facilitar el acceso de tantas cosas que Milagro comparte con las otras internas. Este episodio adelantó todo y entramos los cinco con la familia. A las dos en punto de la tarde ya estábamos de nuevo con ella.

Otra vez los abrazos, la emoción, pero esta vez en familia. Milagro corría a buscar sillas. Su hijo la ayudaba. En el patio todos nos sentamos alrededor de la mesa tal como ella quería. “¡Vamos a comer compañeros!” dijo la flaca. Todos nos sorprendimos. En un rato una bandeja plástica con arroz blanco, picante de pollo, verdeo y un poco de mondongo, fue servida a cada uno de nosotros por su familia. Ella se sentó en la cabecera y nos pidió que nos acerquemos más. Para beber Coca Cola. A una compañera le dijo “venite más acá, así conversamos”.

Empezamos a preguntarle. Cuando me tocó a mí, le dije que muchos compañeros querían saber cómo la trataban, qué había pasado con el agua caliente y todo lo que se había hablado en estos días. Me respondió enseguida, señalando el tiraje del calefón. “Mirá, ¿ves que esta nuevito?”. “Impecable”, le contesté. “Lo pusieron el lunes a la tarde. Estuvimos varias semanas bañándonos con agua fría. Cuando ustedes enviaron los tuits, enseguida mandaron gente del gobierno. El martes nos cambiaron de celda, acomodaron todo, pusieron el acolchado que me trajo mi hija y sacaron fotos de la habitación. Enfocaron al televisor. Parece que ahora es un lujo que una presa tenga tele”, dice. Ocultaron las cuchetas. Le digo que vimos la fotos en El Tribuno que publicó el gobierno y la presentan como una celda VIP. Me dice, “ellos dicen la habitación de Milagro Sala, pero no dicen que ahí dormimos cinco. Además no muestran la pared con humedad, las camas son como de lata y los colchones finitos se llenan de humedad. Raúl me trajo un colchón alto y a mí me da vergüenza dormir en ese colchón y que las compañeras duerman en los otros”.

Enseguida el tema giró hacia la organización. Nos dijo que estaba contenta de haber visto flamear de nuevo las banderas de la Tupac. “¡Los están fajando a los compañeros! Si andan con la remera o el buzo la policía los faja y los mete preso por antecedentes”. Raúl, ahí comenta que además están investigando a los trabajadores de la organización que se han comprado su auto en estos años. “Quieren saber cómo los pagaron, si fue al contado o en cuotas”. Comentó que “nosotros todos los años hacemos una gran fiesta en donde viene Pablito Lescano o algún músico conocido. Ahí sorteamos entre todos los que vienen 20 autos, 20 motos y 20 LCD. Se juntan como cincuenta mil personas. Es una manera de agradecer a los compañeros. Un político del gobierno anterior nos vino a decir que no hagamos tantos regalos porque los empleados del Estado querían lo mismo. Y Milagro le respondió: lo que pasa es que yo hago peronismo”. ¡Otra vez nos volvimos a reír!

De ahí salió el tema de la plata, de cómo los medios quieren demonizar a la Tupac. Milagro sentencia: “¡Quieren instalar que somos chorros! Es una manera de destruir la organización. Lo cierto es que nunca hemos reclamado nada al Estado, porque de alguna manera el kirchnerismo nos ayudó mucho. Pero para que ustedes sepan, por ejemplo, la Escuela German Abdala, donde ustedes están haciendo el Encuentro, el kirchnerismo nos dio 13 millones de pesos y a nosotros nos salió 38 millones. Cada vez que un compañero se tuvo que operar por ejemplo de una peritonitis, la Tupac cubrió el 100 % de la operación”. Raúl nos dice que Milagro siempre fue muy insistidora con la salud bucal. Que había que devolverle la sonrisa a los compañeros. Que había que terminar con esa imagen del pobre sin dientes. “Hemos hecho más de 1500 prótesis dentales pagadas totalmente por la organización. Siempre hemos invertido todo lo que recibimos en el bienestar de los compañeros y es verdad que a veces hemos recibido fondos para cien casas y hemos hecho setenta, porque el resto lo usamos en la ampliación de las escuelas o en la creación de centros de salud. Pero también es cierto que el valor de una casa de la Tupac está muy por debajo de los valores del Instituto de Vivienda. Para hacer el Barrio Alto Comedero, tuvimos que nivelar todos los terrenos que eran inundables y entubar un arroyo que pasa por ahí. Todo eso lo hicimos nosotros y no con plata de subsidios”.

Alguien preguntó por las imágenes que salieron en algún medio mostrando a un miembro de la Tupac llevándose un bolso con plata. Y Raúl nos dijo: “Pero si así nos movimos siempre. Esa es la plata para pagar los sueldos. Siempre iba la Pichila (Margarita Cabana también presa polìtica) al banco a buscar la plata, porque nosotros pagábamos los sueldos en efectivo, porque no están los compañeros bancarizados. Los medios de Buenos Aires, en especial TN y América nos han atacado mucho. No han venido a ver el barrio, ni todo lo que se ha hecho. Atacan con los mismos argumentos que Morales. Se nota que hay una relación entre ellos”.

Milagro volvió a tomar la palabra y nos pidió que ayudemos a que se sepa la verdad. “Somos la organización que más ha hecho en cuanto a dignidad por los pobres y lo vamos a seguir haciendo. Les pido que si pueden, vuelvan. A los compañeros les hace bien que ustedes vengan. Ellos están asustados por todo lo que nos están haciendo”.

Quedó tiempo para hablar de cada comité. Le conté que en Mar del Plata, se había sumado gente que no pertenecía a ninguna organización, “solo porque creía en ella y que quería sumarse a luchar por su libertad”. Enseguida Karina le dijo “Vos, Milagro, estás siendo un factor de unidad para la militancia. Hemos venido de todos lados y nos une el respeto y la admiración que tenemos por vos”. Ella se emocionó y nos pidió que no aflojemos.

Después de una hora, le dijimos que había otros compañeros esperando para entrar. Volvimos a abrazarla. En un momento mientras todos nos saludábamos me tomó del brazo y me señaló a su hijo. Me dijo con los ojos mojados, “él está sufriendo mucho por todo esto”. Le dije, “vos estás acá, pero no estás sola. Vos estás en todos nosotros. Ya pronto nos vamos a ver afuera para seguir la lucha”. Me dijo: “Gracias compañero. ¡Mandale saludos a los compas de Mar del Plata!”. Nos fuimos aguantando la emoción. Una compañera me dijo “no quiero mirar para atrás”.

Yo volví. Esther le estaba dando un libro. Era el Mensaje de Silo. Lo tomó entre sus manos y volvió con la broma de que los humanistas la hacen más buena. “Cuando le digo a los compañeros que hay que perdonar, que hay que reconciliarse, me dicen ¡ya estuviste con los humanistas vos!”. Nos reímos de nuevo y nos volvimos a abrazar. Me dijo que no aflojemos y que nos cuidemos.

Así fue, más o menos, este viaje en donde me sentí cerca de su corazón.

Gracias Milagro por este tiempo. ¡Acá estamos luchando por tu libertad!