Por: Olivier Simon de Valban

Hay que reconocer que muchos de nosotros queremos que la empresa en la que trabajamos, los colegas con los que nos encontramos y laboramos, las actividades que llevamos a cabo, los clientes que servimos, en resumen, cualquier actividad que realicemos, pueda desarrollarse en un clima de continua bondad. Esto podría parecer, por supuesto, un poco al estilo «ositos de peluche»…

Sin embargo, esta necesidad «de sentirse bien», ¿será que responde a un deseo puramente personal? ¿Es el deseo de ser amado, apreciado en el ámbito profesional, o refleja una aspiración mayor producida por un sentido ético o moral colectivo de la vocación humana: ser feliz?

Si miramos más allá, podríamos aplicar el pensamiento holístico de la empresa. Se puede considerar como parte de un sistema económico esencialmente complejo, donde en el punto en que se encuentra y en el que se encontrará, parecen depender de factores externos a ella, (mercado, competencia, regulación, efectos de moda, escasez de materiales, organismos estatales…). Sea cual sea su dimensión, todas ellas son arrojadas, se quiera o no, a mantener su propio juego, un juego a veces mortal. Estos grandes grupos que debían asegurar, desarrollar y enriquecer el «sistema», en ocasiones se han vuelto en contra de aquellos que eran sus miembros y, por consiguiente, de los más pequeños.

Ciertamente, las grandes empresas son una parte que contribuye a la humanidad, algo que nace de una feroz competencia entre ellas. Por ejemplo, la producción de vacunas que conducen a la desaparición de determinadas enfermedades, o incluso la reducción de la pobreza mundial por medio del traslado de la producción a través de la distribución del trabajo.

Observando más de cerca, se podría aprehender a la empresa por medio de un enfoque reduccionista, considerando a todos los actores que la conforman, en particular, a aquellos que le dan vida. Los empleados son el motor de la misma, su energía, su dinámica. Ellos son para la empresa, lo que es el aliento de vida para los seres humanos. Sin empleados, no hay negocio, no hay creatividad.

Por lo tanto, los vocablos relacionados con los sistemas económicos son reemplazadas por frases tales como «bienestar en el trabajo», «realización personal», «sentirse útil», «vivir una experiencia humana», «estar conectado al otro», » vibrar «, «trabajar juntos», «compartir un ideal común», «vivir del propio trabajo», «ser respetado», «respeto», «crecer», «hacer crecer al otro», «estar motivados», «ganarse la vida sin perderla». Nos gustaría compartir algún tiempo más con nuestros colegas. Incluso ustedes, lectores, podrían añadir sus propias aspiraciones.

Por último, la empresa es en esencia humana, dado que, sin el ser humano, no hay empresa. Querer empresas humanistas es permitir que el enfoque reduccionista se pueda combinar con un enfoque holístico económico, donde el individuo, a través de la empresa, no sea confundido con el sistema económico, sino en el que sea el único beneficiario. ¿En qué lugar colocaría usted al ser humano? ¿Como sujeto o como objeto?

Emprender el marco de competencia que le permita vivir los valores humanistas, es una idea atractiva. «Asociaciones», «fundaciones», «comunidades de vida autónoma», son ejemplos de respuesta a esta aspiración: poner a las personas en el seno de la empresa.

La economía social y solidario da nacimiento a un sistema en el que la simplicidad reemplaza a la complejidad, lo natural reemplaza al maniquí, donde el respeto por la naturaleza reemplaza a su explotación descarada, donde lo verdadero reemplaza a lo falso, donde el beneficio de todos reemplaza al beneficio de algunos, donde el “ser” reemplaza al “parecer”, donde la emoción reemplaza al distanciamiento.

Entonces, ¿qué camino elegir? Prefiero preguntar: ¿qué voz va a escuchar? Esa voz interior que nos llama sin cesar, ¿la has oído? Escúchala… «Transfórmate, conéctate a ti mismo, conéctate a otros». Nos invita a mirar el mundo con bondad a pesar de todo, a no andar ensimismados en nuestros pensamientos, y así vivir el momento. ¿Se siente usted capaz de humanizar la empresa en la que trabaja? ¿Cómo lo va a hacer? Anote en un papel algunas pistas. Experiméntelas… una y otra vez, ya que la empresa se convierte en humanista por medio de acciones concretas, y cada uno de nosotros está en el centro de este desafío formidable.