“… empezando por la implementación de una renta básica universal”

 Cada día más personas y colectivos defienden una renta básica universal porque hay recursos para poderlo hacer, porque esos recursos son de todos – fruto del trabajo acumulado de miles de generaciones- y porque cada día habrá menos empleos, ya que están siendo sustituidos por máquinas.

Una RBU sería el primer paso para una nueva cultura, un nuevo paradigma, que ponga al ser humano como centro. Ante esta posibilidad que hoy se nos presenta, ¿Cómo nos ubicaremos cada uno de nosotros?*

¿Por qué es en este momento histórico cuando se plantea y cada vez más voces defienden una renta básica universal, incondicional, individual y suficiente? ¿Por qué cada vez más personas hablan de ella?

Adelantaremos que es porque hay recursos de sobra para poderlo hacer al tiempo que habrá cada día menos empleo… algo que nos parece muy interesante porque los empleos, en general, cada día son más esclavizantes.

Si cada día hay menos empleos y si hay recursos para poner en marcha una RBU, ¿Por qué no hacerlo, entonces?

Porque en realidad se están tocando piezas claves en nuestro sistema de creencias, sobre las que se apoyan esta sociedad, algunas de las cuales tienen que ver con cuestionar eso de “ganarás el pan con el sudor de tu frente” o la que habla de que es el empleo lo que nos da dignidad. Y ya sabemos que cuando tocas piezas centrales de un puzle, el puzle entero se puede desmontar.

Es importante dar un vistazo a este momento histórico, que no hemos elegido para nacer, pero que tenemos el privilegio de vivir. Un momento apasionante de la Historia.

Algunos datos de este momento histórico

Tenemos recursos materiales, tecnológicos, científicos, etc. para que la humanidad entera viva en condiciones dignas[1]. (Los expertos hablan de que habría recursos para 12.000 millones de personas… aunque el tema no es “llevar” el planeta hasta los límites)

Como nunca también, estos recursos que son de todos –porque son producto del trabajo de miles de generaciones a lo largo de la historia- están más concentrados, en menos manos, provocando desigualdades como jamás antes el ser humano conociera.

Las máquinas cada vez están supliendo más al empleo de la personas. Algunos especialistas hablan ya, que en 20 o 30 años, el 50% de los empleos desaparecerán porque lo llevarán adelante máquinas.

Habrá, entonces, sí o sí menos empleo, nos guste o no. Por cierto, a nosotros nos gusta. Aclaramos que la reivindicación del trabajo garantizado es pura ilusión, cuando no demagogia.

En cualquier caso, ante este panorama, los empleos más duros podrían ser desempeñados por máquinas o bien ser mejor remunerados. Al tiempo que, en general, el empleo podría ser redistribuido, pasando toda la población a trabajar muchas menos horas en general.

Todo esto de lo que hablamos, no es ciencia ficción. Esto es lo que ya está ocurriendo.

Por otro lado, vivimos en un mundo global, en el que los grandes medios de comunicación cumplen con su función de defender los intereses de esos pocos que los han creado para mantener cierto sistema de creencias y para seguir avivando el miedo al cambio.

Pero también, este mundo global, de internet, de redes, virtual…, en positivo, nos permite estar conectados y dar respuestas conjuntas cada vez más potentes. Nos facilita poder tener una visión global, estructural de lo que está pasando…

 

Vivimos en una encrucijada

Con estos elementos y muchos otros, nos encontramos con que hoy, vivimos un momento en el que se presentan dos grandes paisajes ante nosotros, seres intencionales. Y según a qué paisaje aspiremos, qué paisaje decidamos construir, así serán las cosas.

Es fundamental aclarar dos conceptos interrelacionados:

  1. Los seres humanos somos seres históricos (incorporamos todo lo que otros seres humanos han avanzado, han transformado… en sí mismos y en el mundo que les rodea. No somos como un animal, que repite y repite lo mismo generación tras generación).
  2. Y somos seres intencionales. Es decir, tenemos la capacidad de transformarnos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea y eso lo acumulamos como proceso histórico.

Estos conceptos son importantes para lo que vamos a explicar.

Estábamos analizando el momento histórico que vivimos. Y decíamos que en este momento se nos presentan dos posibles paisajes, dos posibles escenarios. Dos paisajes que se encuentran y coexisten. Vivimos un momento donde un sistema está por caer y se defiende (y, si su defensa es efectiva, seguirá por mucho tiempo más) y un paisaje nuevo, absolutamente nuevo, que avanzará y se hará realidad ahora, si la intención individual y colectiva trabaja en esa dirección… o la humanidad tendrá que esperar mucho tiempo para que se presente nuevamente una oportunidad parecida. Dar por hecho que se va a dar sin más esta segunda opción, de modo mecánico, es pura suposición.

El primer paisaje es un paisaje humano en el cual estamos ya inmersos. Un paisaje oscuro que, de seguir recorriéndolo, nos puede hacer volver a los momentos más negros de la historia humana. Un paisaje en el que el dolor y el sufrimiento se agudizan cada vez más. Un paisaje que está tomando una forma: la de una dictadura económica planetaria sin escrúpulos que se vale de la violencia en todas sus formas, como decíamos, para imponer su ley de terror, un paisaje en el que las fronteras para los pobres son cada día más altas, en el que nos tienen entretenidos defendiendo secundariedades, mientras desviamos la mirada hacia otro lado tratando de que no nos afecte lo que está pasando. Un camino que nos lleva al desastre y finalmente al sinsentido… un camino que podría llevarnos –incluso- a poner en peligro la conciencia humana y el planeta entero.

Es un paisaje en el que nos han robado –decía- los recursos materiales, tecnológicos,  intelectuales, etc. que son de todos. Pero lo más indignante, lo más grave, lo más duro es ver cómo nos han robado la esperanza, nos han robado la fe interna, la fe en nosotros mismos, en los demás, la fe interna en la humanidad, la fe interna en el futuro… y, como consecuencia, nos han robado la alegría.

Y esto es vital. Éstos son recursos vitales a nivel individual y colectivo porque, si no hay fe interna, se instala la destrucción.

Aclararé esto. Os propongo seguirme. Seguro que todos tenemos experiencia de tener fe en algo, en un proyecto, o falta de fe. Cuando me falta fe, experimento sufrimiento –más o menos grande pero sufrimiento-. Este sufrimiento, lo vivo como tensión, como violencia interna… y eso se manifiesta afuera en destrucción. Destrucción (o falta de construcción) de mi vida, de mis proyectos…
Como consecuencia, si la falta de fe interna produce destrucción en mi vida, en nuestras vidas, para construir lo que queremos, necesitamos fe interna. Pero esa fe interna no se consigue sólo con querer. Es necesario trabajar afuera con otros e internamente con nosotros mismos[2].

Pero… en este paisaje, para que unos pocos hayan robado lo que es de todos, se han tenido que apoyar en un sistema de creencias… en un sistema de creencias que está basado en una forma mental y las formas mentales se apoyan en mitos.

Hago un paréntesis. Éste es un tema apasionante, el de los mitos. No me extenderé. Sólo me gustaría aquí, en la universidad, en un lugar donde teóricamente -al menos- deberíamos preguntarnos sobre el origen de todo; donde defender y ejercer la libertad de pensamiento; desde donde cuestionarnos todo lo dado… aquí, me gustaría dar una pincelada sobre este tema vertebral: el de los mitos.
Vivimos en la cultura occidental. Y es para nosotros como el agua para los peces. Vivimos en ella sin darnos cuenta en general de cómo nos afecta.  Esta cultura que no sólo es la cultura de los países judeocristianos, sino también de los países musulmanes, esta cultura tiene su origen, por cierto, en Hammurabi, en el Código de Hammurabi. Esta cultura occidental que se apoya en la venganza como muy bien explicara Silo en Grotte (Italia)[3], hoy afecta al planeta entero por las políticas imperialistas llevadas adelante en los últimos siglos y nos ha construido como seres vengativos… Pero no entraré en esta parte de nuestra cultura aunque sea fundamental, sino que hablaré de esta cultura desde el mito que está en el origen de la misma. Este mito habla de un dios externo que está arriba, y nosotros pobres mortales abajo…
Os preguntaréis qué tiene que ver esto con lo que estamos hablando.
Tiene que ver mucho porque este mito ha conformado una forma mental concreta. Se trata de una forma mental vertical, desde la que nos parece normal que haya unos pocos arriba y muchos abajo, desde la que consideramos normal que esos pocos se adueñen de lo que es de todos, que decidan por todos, etc.
Es cierto que nuestra cultura se ha ido alejando en muchos casos de la sacralización del mito pero la forma mental persiste. El dios de hoy es el dinero, pero la forma sigue. Y desde esa forma se justifica que unos pocos que están arriba usurpen lo que es de todos, y como aspiración individual y colectiva estaba y está el tratar de ascender en la escala social. Y ¿qué permite esa subida? Tener bienes materiales y poder, a costa de lo que sea, por cierto.
Así es que si queremos cambiar el estado de las cosas, tendremos que revisar qué pasa en el mundo, qué pasa en el paisaje humano, pero hemos de revisar – si queremos hablar en serio- de nuestro mundo interno también, de la forma mental que nos condiciona y nos dificulta el cambio de mirada sobre lo que llamamos “realidad” y las posibilidades de construir otra. Cierro paréntesis.

Pero está naciendo otro paisaje, decíamos. Un paisaje que habita en las cabezas y en el corazón de cada vez más personas y colectivos. Es un paisaje que responde a las mejores aspiraciones que guiaron al hombre a lo largo de la historia, cuando tantos seres humanos pusieron su intencionalidad en la dirección de trabajar por eliminar el dolor y el sufrimiento propios y ajenos, esos momentos humanistas que han permitido al ser humano avanzar en la dirección de su liberación.

En realidad, estamos ante la posibilidad de dar un salto como especie, como pocas veces en la Historia se ha dado (algunos hablan de un salto de la misma importancia que tuvo el fuego en su momento, cuando aquellos homínidos venciendo el miedo animal, en lugar de huir, se acercaron y lo tomaron… y después de miles de años de intentos, consiguieron conservarlo, producirlo y utilizarlo en una gran diversidad de formas y, con ello, transformar su propia conciencia y su propia historia.)

Tenemos ante nosotros la posibilidad de dar el salto hacia una nueva civilización, que esté a la altura del ser humano. Estamos ante la posibilidad de poner en marcha una cultura que ponga al ser humano, su vida y su libertad como centro, un paisaje luminoso, al que estoy segura que todas las personas que estamos aquí aspiramos (lo creamos posible o no, y más allá de nuestras creencias o ideologías).

En esta encrucijada, me pregunto y os pregunto…

¿Seguiremos aceptando la barbarie en la que vivimos hoy? ¿Seguiremos permitiendo que nos violenten como están haciéndolo, aceptando que nieguen nuestra intencionalidad, nuestra principal característica como seres humanos?, ¿les entregaremos a los poderosos el futuro?

Frente a ello, frente a la falta de futuro que nos quieren imponer desde su locura, yo personalmente me rebelo y os animo a preguntaros internamente en qué posición os ubicáis. Porque, nos guste o no, nuestra actitud activa o pasiva, está colaborando con un futuro u otro. Hemos de decidir qué paisaje queremos que se instale por cientos o miles de años, y todos y cada uno somos responsables de lo que vaya a pasar.

Ojalá que optemos por un nuevo paradigma, repito, por un nuevo “mito” que sea origen de una nueva construcción, en la que el ser humano, su vida, su libertad, sean el centro; en el que la referencia esté puesta adentro de cada ser humano, en la que ningún ser humano esté por debajo de otro… Un nuevo sistema de creencias –acompañado de una nueva sensibilidad- a partir de las cuales, nos demos una cultura de paz, de no violencia, de horizontalidad, de inclusión, de consenso, de democracia real…  en definitiva, de justicia social.

Y para ello, habremos de trabajar afuera pero también con nosotros mismos, y siempre con otros.

Y para comenzar a andar este nuevo camino, de reparto de lo que es de todos entre todos, empecemos por reclamar una RENTA BÁSICA UNIVERSAL para cada ser humano.

 

Gabriela Amaya forma parte del colectivo Humanistas por la Renta Básica Universal. Charla dada en la Universidad Carlos III de Madrid.


 

[1] http://www.economiabasadaenrecursos.co/

https://www.google.es/search?q=economic+peter+joseph&oq=economic+peter+joseph&aqs=chrome..69i57.13353j0j4&sourceid=chrome-mobile&ie=UTF-8#q=economic+calculation+nlrbe

[2] Recomendamos ver intervención pública de Silo en Madrid, 1981. Pabellón de Deportes Real Madrid.         https://www.youtube.com/watch?v=dN6wFa_9e7U

[3][iii] https://www.youtube.com/watch?v=VzbAA3xco6w