Mientras algunos periodistas nos dicen mirando a cámara a todos los que tengamos estómago para mirarlos, que no se puede seguir viviendo así, mostrando los cortes de calle del día de ayer y exigiendo de la parte del gobierno y de la Ministra Bullrich en particular que aplicara el nuevo protocolo anti protesta social que pretendía evitar los cortes o que estos no durasen más de 5 minutos.

Un protocolo que deberían aplicar los mismos fiscales que convocaron el 18 de febrero del año pasado a una marcha contraviniendo este mismo protocolo. Un corte de calles que duró horas y del que participaron el actual presidente Mauricio Macri junto a su mujer y la recientemente designada ministra Patricia Bullrich.

Según ellos, deberían haber sido dispersados con balas de goma, carros hidrantes, gases lacrimógenos y armas letales si hubieran persistido en sus reclamos. Incluso los periodistas que cacarean no podrían estar pasando las imágenes que pasan, ya que las fuerzas de seguridad podrían disponer desde dónde, cuándo y cómo podrían estar registrando el piquete o intento de piquete.

A la misma hora el deshabitado Centro Cultural Kirchner, por los más de 500 despidos de sus trabajadores, recibía la visita del presidente francés François Hollande, con los colores de la bandera francesa invertidos y bailongo incluido. Las revoluciones más importantes que han vivido ambos países sucedieron cortando las calles, quizás teman que estos sucesos vuelvan a repetirse.

Pero volvamos a los incapaces de la empatía, de ponerse en el lugar del otro, que vociferan y amenazan, adoctrinan y escrachan a los funcionarios que no “meten bala”, que no “liberan” las calles para la circulación de sus coches de alta gama.

Más allá de la propia incapacidad empática de los uniformados, debemos pensar que estos actúan acatando órdenes de sus superiores y, a su vez, animados por estos pseudo representantes de la opinión pública, travestidos defensores de dictaduras y operadores de negociados oscuros con las compañías más asesinas que existen.

Los mediáticos y los funcionarios se encuentran en ese grupo selecto de aspirantes a Todopoderosos y están dispuestos a todo con tal de trascender de su condición de empleados para sentirse socios o cómplices de la tragedia nacional que sería que se repitan fusilamientos como los de Carlos Fuentealba, Maximiliano Kosteki o Darío Santillán.

Legitiman la violencia, la exaltan, la veneran los medios de comunicación desde que comienzan su programación hasta las madrugadas, como antes lo hacían reyes y líderes religiosos. Ahora la amplificación del mensaje nihilista es pasmosa, debemos tener mucho cuidado en cómo se van naturalizando según qué ideas.

Así empezaron todos los genocidios.