Con la llegada al poder de Mauricio Macri y sus primeras medidas como presidente, resucita un modo de concebir al Estado: un desguace profundo al cabo del cual sólo queda al aparato estatal la violencia represiva para mantener los privilegios repartidos a pocos. El nuevo escenario exige un análisis igualmente novedoso, que puede nutrirse de aportes teóricos precedentes.

Por Juan Carlos Martínez (*) para Agencia Paco Urondo

La Argentina está viviendo un sistema político formalmente democrático pero en la práctica utiliza métodos propios de una dictadura. Fue Eduardo Galeano quien hizo la distinción de llamar  dictadura a la toma del poder a sangre y fuego y dicta-blanda a los que llegan al gobierno por vía de las urnas, pero que muy a menudo aplican recetas que nada tienen que ver con un estado democrático.

Es casi una obviedad recordar que hay dos tipos de exterminio: el que elimina a las personas con el fusil y el que las extingue por los cruentos efectos de sistemas económicos como el que están  aplicando los gerentes de las multinacionales que rodean al empresario Macri.

La dictadura por decreto es una variable de las democracias formales. Es decir, se presenta como un sistema de gobierno republicano (las elecciones) pero en el ejercicio del poder actúa violando leyes dictadas por el Congreso y normas de rango constitucional que justificarían llevar a juicio político a quienes se atreven a semejante irreverencia.

El receso parlamentario desde que asumió el nuevo gobierno está siendo aprovechado por el macrismo para adoptar por decreto una serie de medidas económicas, políticas y sociales que ya han producido un tremendo impacto negativo en los sectores más vulnerables.

La ola de despidos en los organismos estatales, tanto nacionales como provinciales y municipales y los que seguramente se aplicarán en el sector privado, revelan claramente que la Argentina se encamina resueltamente a dejar en manos del dios mercado la construcción de su futuro.

“El Estado no es un bolsa de trabajo”, ha dicho la vicepresidente Michetti al confirmar que no habrá pausas en la ola de despidos de agentes estatales, repitiendo el libreto escrito por los verdaderos dueños del poder. De ese poder invisible globalizado (cada vez más visible) y que, según Zygmunt Bauman en su libro La globalización, consecuencias humanas, tiene como objetivo la expropiación del Estado.

La expropiación, esta vez, del Estado

En un capítulo que Bauman ofrece bajo el título “La expropiación: esta vez, del Estado”, el diagnóstico es tan claro como inquietante. Vale la pena reproducir algunos fragmentos para entender mucho mejor el momento que vive la Argentina.

“En verdad, ya no se espera de los nuevos Estados, ni de los más longevos en su situación actual, que realicen la mayoría de las funciones que antes se consideraban la razón de ser de las burocracias estatales nacionales. La función que más brilla por su ausencia, ya que ha sido abandonada por el Estado ortodoxo o arrancada de sus manos, es la de  mantener ese equilibrio dinámico que Castoriadis describe como la  igualdad aproximada entre los ritmos de crecimiento del consumo y aumento de la productividad”.

“Los Estados nacionales se convierten cada vez más en ejecutores y plenipotenciarios de fuerzas sobre las cuales no tienen la menor esperanza de ejercer algún control”.

“En el cabaret de la globalización –dice- el Estado realiza un striptease y al final de la función le queda lo mínimo: el poder de la represión. Destruida la base material, anuladas su soberanía e independencia, borrada la clase política, el Estado nacional se convierte en un mero servicio de seguridad de las megaempresas. Los nuevos amos del mundo no necesitan gobernar en forma directa. Los gobiernos nacionales se están encargando de administrar los asuntos en su nombre”. (Le Monde Diplomatic, agosto 1997).

Distraer para operar sin anestesia

Mientras los mercenarios locales aplican el impiadoso ajuste para avanzar en el genocidio económico, los grandes medios que integran la cadena de complicidades aplican lo que Noam Chomsky llama la estrategia de la distracción. El lúcido pensador lo explica de esta manera:

“El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales en el área de la ciencia, la economía, la psicología y la cibernética. Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los otros animales”.

Los desaparecidos de Macri

A menos un mes de haber asumido la presidencia, Mauricio Macri ya ha sumado alrededor de quince mil víctimas del salvaje ajuste. Son los primeros desaparecidos del mercado laboral, los primeros quince mil de ese aluvión de “residuos humanos” que irán siendo arrojados como si se tratara de objetos descartables.

Que Macri haya sido ungido presidente no hay que computarlo como un error de quienes gobiernan el país a través de incondicionales gerentes. Es la figura ideal para dirigir esta instancia, es la que mejor representa al hombre mediocre.

Chomsky lo dice con pocas pero elocuentes palabras al referirse a las estrategias de manipulación mediática tendientes a “mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar por las clases inferiores”.

En síntesis, concluye Chomsky,  hay que “estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto”.

Como Macri.

(*) Periodista y escritor. Artículo publicado en Radio Kermés, de Santa Rosa, La Pampa.

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