A propósito del segundo encuentro ‘Educación para la paz y no violencia’ llevado a cabo el pasado sábado 21 de noviembre del 2015, en el edificio José Joaquín de Olmedo de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito, cabe hacerse una pregunta.

¿Cuál es el sentido real, y el alcance de la No Violencia?

Mucho se ha hablado ya de los ataques perpetrados de forma coordinada por el Estado Islámico en varios distritos de París y también, aunque en menor grado, sobre los ataques del mismo grupo extremista en diferentes ciudades del mundo. Así como de los recientes actos bélicos que protagonizó Francia al bombardear Siria con el fin de acabar con ISIS, que se han llevado por delante una inmensa cantidad de vidas humanas y han dejado un saldo de heridos casi incontable. Todo esto en el marco de una violencia a gran escala y de alcance mundial.

Pero ¿qué pasa con el grandísimo espectro de violencias cercanas y cotidianas por las que atravesamos todos los días? ¿Qué pasa con ese sinnúmero de actos violentos que se diluyen en esta ciudad pequeña como el débil eco de un grito?

Educación para la paz y no violencia es un curso abierto que dura 9 meses completos y cuenta con el aval de la Universidad Andina Simón Bolívar, y apunta a generar conciencia sobre las violencias cotidianas, sobre su existencia, pero sobre todo, apunta a echar luces sobre los pequeños actos humanos sumidos en la cotidianidad, que aportan en la lucha no violenta.

Carmen Alcívar Mieles, instructora voluntaria de este encuentro, militante y practicante del humanismo universalista desde hace ya varios años, con respecto al contexto que dio origen a Educación para la paz y no violencia comentó.

‘Hace cuatro años se generó una iniciativa a raíz del dos de octubre, día internacional de la no violencia, y empezamos a trabajar con el objetivo de visibilizar iniciativas no violentas que se venían desarrollando en la ciudad de Quito, como las marchas multitudinarias por esta causa. Desde la acogida masiva que tuvieron estos eventos pacíficos es que se nos ocurre que es posible hacer estos seminarios para trabajar sobre las violencias propias y erradicarlas’.

En el taller se abordaron, con principal interés, temáticas como el auto reconocimiento y la generación de conciencia sobre la construcción y práctica de violencias cotidianas. Pía Figueroa, ponente del encuentro dijo al respecto… ‘para empezar en el camino del humanismo universalista y el respeto, es necesario generar una suerte de triada. Encaminar nuestro pensar, sentir y actuar, en la misma dirección y así dar respuestas no violentas ante los estímulos claramente violentos que nos encontramos a diario. Quizá solo así sea posible dejar de lado la violencia que practicamos, pero de la que muchas veces no somos conscientes’.

No es ilógico entonces pensar que vivimos en una sociedad dormida y en continuo estado de letargo, que necesita con urgencia despertar del sueño real de lo violento. Y que mediante iniciativas como ésta, que se trasforman en pequeños faros en lo obscuro, lo va haciendo.

Diego Ortiz, asistente del encuentro comentaba…‘No siempre puede ser la lógica de la razón científica la que nos de la respuesta, hemos podido darnos cuenta de que es así. Si no, hay que ver como la tecnología ha sido usada para el fin último de las guerras y las masacres. Quizá no hemos venido al mundo solo a pensar, sino a sentir y a crear, a ser felices’

Diego Ortiz, participante  (izquierda); y Alberto Vargas, autor de la nota (derecha),

Diego Ortiz, participante (izquierda); y Alberto Vargas, autor de la nota (derecha),

Entonces, el sentido real de la no violencia es quizá el de una declaración íntima de paz, el de asumir un compromiso serio con ella, desde lo individual para extrapolarlo hacia nuestro medio inmediato y más allá. O quizá lo único cierto siga siendo que el ser humano no ha concluido su proceso evolutivo, que aún es un ser que no termina de desplegar su potencial humanizador, pero que está obrando el cambio en afán de caminar hacia una sociedad que guste menos de la confrontación y la violencia diaria. Y que educar para la paz y la no violencia no es una utopía romántica, sino que es una necesidad y un acto coherente, que por lo demás, le urge al mundo.

Por: Alberto Vargas