Por Federico Palma

Las elecciones del domingo prácticamente me agarraron por sorpresa. Muy posiblemente porque hace tiempo que no me caben dudas que voy a volver a votar al Frente Para la Victoria como hago desde 2007.

Pero hay una reflexión que me surgió ayer, en medio de la muy tibia discusión política que pueda haber, sobre la realidad de que las figuras en disputa comparten orígenes de élite, niñobuenismo, neoliberal, menemista, etc.

A mi me causa gracia, porque es cierto. Lo cual no oculta la raíz infantilista del análisis político que se propone, y que oculta además el sustrato anti democrático y anti popular del que se alimenta.

Porque presupone que la figura del candidato es una cáscara vacía sin sustento político, sin construcción, sin carnadura en la sociedad. Porque parte de un desconocimiento -o rechazo- del funcionamiento democrático de la sociedad, de la representatividad, de la militancia, del trabajo diario que yo sé que muchos kirchneristas han ido haciendo todos estos años, desde donde les tocó o eligieron estar.

Eso no se compra, no se alquila, ni se fuerza. Se provoca.

La gran mayoría de los kirchneristas -entre los que me incluyo- no son ni políticos, ni funcionarios, ni empleados públicos, ni militantes formales, ni siquiera ocasionales. El compromiso no se justifica ni desde el contubernio, ni desde el marketing, ni desde la dádiva. Sin dudas sí, desde las victorias colectivas e individuales que vivimos todos estos años, desde la recuperación de nuestra soberanía política y económica, y la reafirmación de nuestra identidad cultural.

Y ahí subyace la incapacidad de entender de qué se trata la convicción política para aquel que ve el mundo desde un prisma neoliberal o neoconservador. Ni que hablar del troskeo de clase media, que se puede rascar un poco y acomodar entre los antedichos.

Sin dudas, la amplia mayoría de los candidatos a presidente son figuritas de cartón pintado. Pero Daniel Scioli es una figura política consolidada que sirve a un proyecto político, y está en el lugar que está porque ese proyecto político lo puso ahí. Es la carta ganadora del Kirchnerismo, y la opción de reunificación del Peronismo. No es un emergente de los caprichos del poder como si lo son Macri y Massa -y qué le queda a Stolbizer o Del Caño-, que no pueden ofrecer ni un sustento válido como gestores de la res pública, ni un programa de gobierno, ni una explicación sincera de su proyecto político… Sea porque no lo tienen o porque es electoralmente inconfesable.

Apenas tienen un aparato mediático y una sociología de la manipulación.

Scioli no es un sapo. Sapo era De la Rua. Scioli será un sapo si el Pueblo se lo permite, si la convicción política y el poder que construyó el Kirchnerismo demuestra ser labil y superficial, si la militancia fue solo funcionarato y dádiva. En los últimos 12 años el Kirchnerismo me demostró una y otra vez que no lo era, que su capacidad política transformadora era real, tangible y contundente. Y que sigue siendo el único camino para construir la Argentina que todos nos merecemos.

Y que se construye consolidando el Desarrollo Nacional, no volviendo para atrás.

Daniel Scioli deberá demostrar permanentemente que se hace cargo de este nuevo mandato que el pueblo argentino decida otorgarle.

Federico Palma es documentalista y profesor universitario