Agradezco la posibilidad de expresión que hoy anda secuestrada en patéticas manos que exhiben la impudicia en que se encuentra la iglesia y nuestra clase política actual. Ellos hoy no están en condiciones de definir de qué manera queremos vivir. Ellos lo que buscan es imponernos un modo de llevar nuestra propia existencia adelante. La cuestión del aborto es “un” tema que tiene un muy alto interés, más allá del tipo de razón que lo provoque.

Debiera ser motivo de alta consideración llevar la discusión al terreno de la mirada que tenemos ante la vida, como seres humanos y en su situación histórica y social. Sin embargo,  se reduce todo a la falsedad de la pregunta, acerca de si se está de acuerdo con el aborto o no. Tal pregunta tiene implícita una trampa bien urdida. Esto es así por la sencilla razón de que está formulada desde la negación u omisión de la situación en que se encuentra cada mujer al momento de enfrentarse a un embarazo no deseado. Es esa mujer la que deberá decidir. Es en ese momento en donde ella tiene que cotejar sus creencias, con su momento de vida y decidir de acuerdo a ellas.

Es ese momento en que la intimidad se expresa de una manera determinante, con sus preguntas verdaderas y críticas que toda mujer se hace al momento de encontrarse en tal situación: ¿qué piensas?, ¿qué sientes?, ¿qué harás? En ninguna mujer está la voluntad previa de un aborto. En ninguna mujer está la voluntad de un hijo cuya vida no será, ni la de una violación. Ni siquiera la imprevisión admite ajenas y totalitarias respuestas. La respuesta solo le corresponde a cada mujer en su profunda intimidad.

Cuando se está en tal situación es muy difícil unir en una misma dirección todas las respuestas. Es entonces cuando la pregunta de si se está de acuerdo o no con el aborto, muestra su carencia de significado y su manipulación implícita. Es en ese “ahí”, en que se encuentra afectado el proyecto de una mujer, que se requiere de la necesidad de las propias respuestas y no de las de otros. Menos aún si esos otros levantan su dedo inquisidor y utilizan como armas a la culpa y a la amenaza, quitando la posibilidad de elegir, de optar entre condiciones, sean estas religiosas o no. Si un sistema de creencias para sostenerse debe imponer la coerción, no puede justificarse a sí mismo, porque entonces lo que dice proteger- que es la vida humana- está siendo atropellado en exacta consecuencia y contradicción.

Cabe aclarar que no se está discutiendo la fe, a la que cada ser humano tiene derecho, sino a la administración irresponsable que se hace de ella. Lo que es necesario discutir es el por qué se intenta imponer como una verdad absoluta, una fe que determina que los dolores y sufrimientos representan un destino de salvación. Por supuesto quienes quieran sostener tal modo de mirar la vida humana, debieran ser coherentes con aquello, vislumbrando que toda ley, castigo o amenaza,  aparecen como innecesarias para sostener esa fe, si se la experimenta como profunda y verdadera.

Aún en ello toda mujer tendrá siempre también el derecho de buscar su propia reconciliación si en algún momento actúa de un modo distinto a lo que piensa o siente y es bueno en ese aspecto citar al mismo Papa Francisco, quien reconoce en las mujeres que han tenido que recurrir al aborto, “los condicionantes que han tenido que afrontar reconociendo que es un drama existencial y moral” y que, según sus palabras, les ha provocado en el corazón una dolorosa cicatriz, llamando desde su ubicación al perdón que permita “lograr la reconciliación” dentro su misma fe.

Pero volviendo a nuestra inquietud primera, lo que está en discusión es la mirada sobre el fenómeno humano. Resulta desleal atribuir tal definición solo a la mujer, llevándola a cargar con el peso ancestral de hacerse cargo de cuestiones que corresponden al ser humano como tal, tanto al hombre como a la mujer.

Para ello es necesario poner una mirada exenta de prejuicios y de creencias. La historia solo puede avanzar respondiendo a esa mirada, por cierto alejada del determinismo y más cerca de sentar las bases para una nueva comprensión sobre el fenómeno humano en su grandiosa posibilidad de futuro, cuya orientación definitiva es la superación del dolor y el sufrimiento.

Cualquier cosa que trabe o retarde ese destino, muestra sólo al temor o el cálculo, paralizando esa posibilidad. Pero vayamos al punto que guarda relación con el modo en que los humanistas miramos al ser humano con la esperanza, primero que esta larga columna pueda ser publicada y segundo, en un rapto de optimismo, pueda constituirse en un punto de vista para reconocer el momento actual en que nos toca vivir. Ojalá también otras tendencias puedan evidenciar sus fundamentos para así tener una discusión con el nivel suficiente y no con frases rescatadas de orígenes desconocidos.

¿Y cuál es entonces la posición de los humanistas frente al hecho humano como tal? Nuestras tesis dan suficiente cuenta de esto:

Tesis del Nuevo Humanismo Universalista*

El ser humano y su situación vital

El ser humano, antes de ponerse a pensar respecto a sus orígenes, o su destino, etc., se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así, nace sumergido en un mundo natural y también social, plagado de agresiones físicas y mentales, que registra como dolor y sufrimiento. Y se moviliza contra los factores agresivos tratando de superar el dolor y el sufrimiento.

A diferencia de otras especies, la humana es capaz de ampliar sus posibilidades corporales mediante la producción y utilización de instrumentos de «prótesis» (en su etimología: pro = delante y thesis= posición).

Así es que en su accionar contra los factores dolorosos, produce objetos y signos que se incorporan a la sociedad y que se trasmiten históricamente. La producción organiza a la sociedad y, en continua reglamentación, la sociedad organiza a la producción. Este, desde luego, no es el mundo social y natural de los insectos, que trasmiten su experiencia genéticamente. Este es un mundo social que modifica el estado natural y animal del ser humano. En este mundo, nace cada ser humano. Un mundo en que su propio cuerpo, es parte de la naturaleza y un mundo no natural, sino social e histórico. Es decir, un mundo de producción (de objetos, de signos), netamente humano. Un mundo humano en el que todo lo producido está «cargado» de significación, de intención, de para qué. Y esa intención está lanzada, en última instancia, a superar el dolor y el sufrimiento.

Con su característica ampliación del horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esta libertad la que le permite negarse a sí mismo, negar aspectos de su cuerpo, negarlo completamente como en el suicidio, o negar a otros.

La apropiación ilegítima de la libertad y la intencionalidad

Esta libertad ha permitido que algunos seres humanos se apropien ilegítimamente del todo social. Es decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad a otros seres humanos, reduciéndolos a prótesis, a instrumentos de sus propias intenciones. Allí está la esencia de la discriminación, siendo su metodología la violencia física; económica; racial y religiosa. Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros seres humanos, han provocado, con esto, nuevo dolor y sufrimiento, reiniciando en el seno de la sociedad la antigua lucha contra la naturaleza, pero ahora contra otros seres humanos convertidos en objetos naturales.

Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural. Es una lucha entre intenciones humanas y esto es, precisamente, lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos, de justos e injustos, de héroes y cobardes. Esto es lo único que permite rescatar la subjetividad personal y es lo único que permite practicar con sentido la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados, sean estos mayorías o minorías.

Una ética social de la libertad

A estas alturas, se impone una definición del ser humano. No bastará decir: “el hombre es el animal social”, porque otros animales también lo son. Será incompleto definirlo como fabricante de objetos, poseedor de lenguaje, etc. Para el Humanismo, “el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza».

Si admitimos esta definición, tendremos que aceptar que puede transformar también, su propia constitución física… Y así está sucediendo: comenzó con prótesis externas y hoy las está introduciendo en su propio cuerpo. Está cambiando sus órganos. Está interviniendo en su química cerebral. Está fecundando in vitro, y ha comenzado a manipular sus genes.

Reconociendo que todo ser humano se encuentra en situación y que esta situación se da en el mundo de lo natural (cuyo exponente más inmediato es el propio cuerpo), al par que en el mundo social e histórico; reconociendo las condiciones de opresión que algunos seres humanos han establecido en el mundo, al apropiarse del todo social, se desprende una ética social de la libertad, un compromiso querido de lucha no solo contra las condiciones que me producen dolor y sufrimiento, sino que lo provocan a otros. Porque la opresión a cualquier ser humano es también mi opresión. Su sufrimiento es el mío y mi lucha es contra el sufrimiento y aquello que lo provoca.

Pero al opresor no le basta con encadenar al cuerpo. Le es necesario llegar más lejos: apropiarse de toda libertad y de todo sentido, por tanto, apropiarse de la subjetividad.

Por lo anterior, las ideas y el pensar, deben ser cosificadas por el Sistema. Las ideas «peligrosas» o «sospechosas» deben ser aisladas, encerradas y destruidas como si se tratara de gérmenes contaminantes.

Vistas así las cosas, el ser humano debe reclamar también su derecho a la subjetividad: a preguntarse por el sentido de su vida y a practicar y predicar públicamente sus ideas y su religiosidad o irreligiosidad. Y cualquier pretexto que trabe el ejercicio, la investigación, la predica y el desarrollo de la subjetividad…que lo trabe o lo postergue, muestra el signo de la opresión que detentan los enemigos de la humanidad.

Las siguientes Tesis, constituyen los basamentos más amplios sobre los cuales ha de montarse el cuerpo sistemático de ideas al que anticipadamente llamaremos «Doctrina Humanista». Las Tesis, no parten de una «idea», o de una creencia de la realidad. Parten de la analítica de la vida humana en cuanto existencia, es decir: particularidad concreta. Este comienzo, que es más bien la dirección inicial de todas nuestras tesis, no impide que se pueda llegar a un sistema muy amplio de comprensión, tal cual sucede con aquellas ciencias que no parten de axiomas.

Desde el punto de vista lógico, defendemos la metodología de la analítica existencial y la oponemos a toda Lógica anterior que pretenda pasar por inferencia de lo general a lo particular, ya que si no se tienen datos de lo particular, no se puede enunciar universales que los comprendan. Retomamos, en este punto, la interpretación de las proposiciones categóricas, según la cual las proposiciones particulares tienen carácter existencial, al tiempo que las universales son su negación.

Tesis del humanismo universalista

Tesis 1. La existencia humana se da en el mundo. En el comienza, se desarrolla y concluye. Por tanto, no se puede suponer una dirección, una razón o un sentido previo (a la existencia), sin contradecir lo anterior.

Tesis 1.1. La existencia humana comienza con el nacimiento, con la apertura de la intencionalidad al mundo, como primer paso de libertad del condicionamiento natural. En este sentido, antes del nacimiento, no se puede hablar con rigor de «existencia humana».

Tesis 2. Entendemos por «mundo», a todo aquello distinto al propio cuerpo. Sin embargo, el existente, considera a su cuerpo como parte del mundo. Cuerpo y mundo, son lo dado, lo fáctico, lo natural.

Tesis 2.1. La naturaleza no tiene intenciones propias. Ni el cuerpo, ni el mundo, poseen conciencia separada. Atribuir una finalidad a la naturaleza puede ser un artificio de comprensión, pero no se deriva legítimamente de este planteo.

Tesis 2.2. No obstante, el mundo en que se nace, es también un mundo social, constituido por intenciones humanas.

Tesis 2.3. Solo tiene intención la sociabilidad del mundo. Lo natural es susceptible de ser intencionado, ‘humanizado’. Por cierto que lo social es agente y paciente de humanización, de sentido.

Tesis 2.4. La existencia humana está abierta al mundo y opera en él intencionalmente. Inclusive puede negarlo radicalmente mediante el suicidio y la destrucción. La existencia puede nihilizar al mundo (y, por tanto al cuerpo, a la naturaleza y/o a la sociedad), o humanizar al mundo.

Tesis 2.5. Por consiguiente, la existencia humana es libertad en tanto afirmación o negación del mundo. La intencionalidad humana permite afirmar o negar condiciones y, por tanto, no ser simple «reflejo» de ellas.

Tesis 3. Lo social es historicidad. De este modo, el ser humano es historia personal y social y no «naturaleza» humana. La naturaleza afecta al cuerpo humano y no a la intencionalidad, que es lo que define a lo humano.

Tesis 3.1. Es desde la libertad, donde el ser humano elige aceptar o negar las condiciones sociales en que nace, se desarrolla y muere. Nadie puede existir sin confrontarse a las condiciones sociales en que vive, y nadie puede dejar de elegir entre ellas. La no elección entre condiciones, es también elección. Los resultados de la elección, no confirman ni invalidan tal hecho.

Tesis 3.2. En la confrontación con las condiciones sociales surge la noción de historicidad que se comprende como precediendo y sucediendo a la propia existencia. Así, la actividad social es continuo enjuiciamiento de la historia y es compromiso hacia el futuro más allá de la muerte personal.

Tesis 3.3. La existencia humana se desarrolla entre contradicciones que ponen en lo social y lo personal, las condiciones históricas.

Tesis 3.4. La contradicción tiene su correlato personal, en el registro de sufrimiento. Por ello, frente a condiciones sociales de contradicción, el ser humano individual identifica su sufrimiento con el de los conjuntos sometidos a las mismas condiciones.

Tesis 4. La contradicción social es producto de la violencia. La apropiación del todo social por una parte del mismo, es violencia y esa violencia está en la base de la contradicción y el sufrimiento. La violencia se manifiesta como despojo de la intencionalidad del otro (y, por cierto, de su libertad); como acción de sumergir al ser humano, o a los conjuntos humanos en el mundo de la naturaleza.

Tesis 4.1. Las distintas formas de violencia (física, económica, racial, religiosa), son expresiones de la negación de lo humano en el otro.

Tesis 5. En el campo de las relaciones interpersonales, la objetivación del otro; la negación (o apropiación) de todos o algunos aspectos de su intencionalidad, es factor de sufrimiento. En todos los casos, hay opresores y oprimidos, discriminadores y discriminados.

Tesis 6. El sufrimiento personal y social, debe ser superado por la modificación de los factores de apropiación ilegal y violenta que han instalado la contradicción en el mundo. Esta lucha por la superación del sufrimiento, da continuidad al proceso histórico y sentido al ser humano, ya que afirma su intencionalidad negada por otros.

Tesis 6.1. La lucha por la humanización del mundo (natural y social), se acumula y desarrolla en sus resultados como progreso. Pero el hecho de que las sociedades no se encuentren en un mismo esquema y proceso de desarrollo, sino en vías diferentes de progreso, hace que las condiciones de liberación estén siempre a la mano y no en un lejano futuro en el que se den supuestas «condiciones objetivas».

Tesis 7. Finalmente, la muerte parece imponer su naturalidad a la intencionalidad del ser humano y con su facticidad, por ahora ineludible, aparenta destruir todo futuro y toda libertad. Es la rebelión frente a ese hecho definitivo y frente a la enfermedad, la desigualdad y la injusticia, lo que da coherencia a la vida humana. No hay necesidad lógica alguna, dentro de estos planteamientos, que obligue al ser humano a aceptar el triunfo de lo absurdo de lo natural, sobre la intencionalidad y la libertad.

Es por ello que las ideologías dominantes, han considerado a los nativos oprimidos como «naturales»; a los obreros explotados como «fuerza de trabajo»; a las mujeres relegadas como «procreadoras»; a las razas dominadas como zoológicamente «inferiores»; a los jóvenes desposeídos de los medios de producción como sólo proyecto, caricatura, inmadurez de hombres plenos; a los pueblos latinoamericanos y africanos como evolutivamente incompletos, como «subdesarrollados»…y así siguiendo.

A modo de epílogo

Los humanistas estamos a una gran distancia de la idea de naturaleza humana. Estamos en lo opuesto. Quiero decir, si lo natural había asfixiado lo humano, merced a un orden impuesto con la idea de lo permanente, ahora estamos diciendo lo contrario: que lo natural debe ser humanizado y que esta humanización del mundo hace al hombre un creador de sentido, de dirección, de transformación. Si ese sentido es libertador de las condiciones supuestamente «naturales» de dolor y sufrimiento, lo verdaderamente humano es lo que va más allá de lo natural: es tu proyecto, tu futuro, tu brisa, tu amanecer, tu tempestad, tu ira y tu caricia. Es tu temor y es tu temblor por un futuro, por un nuevo ser humano libre de dolor y sufrimiento.

* Estas Tesis están incluidas en los Documentos Fundacionales de la creación de la Internacional Humanista, en 1989.