No sé cuando empezó. Seguro al principio fue algo chico. Todo al principio es chico. Quizás fue un tenedor, por ejemplo. ¿Cómo vas a darte cuenta que se te da vuelta un tenedor? Que lo dejaste apuntando para arriba y que cuando volviste a mirar estaba para abajo. No. Tenés que ser muy obsesivo para darte cuenta. Bueno… era chico, hasta que creció. Y tal vez fueron varios tenedores, cucharas, lápices, zapatillas, y cosas así, hasta que me empecé a dar cuenta.

Un día prendí la tele y los dos periodistas del noticiero estaban de cabeza. ¡La tele estaba al revés! No me costó acomodarla, pero ¿cómo había sucedido? Le mandé un mensaje de texto a Jorge, mi hermano, el único que tenía llave de mi casa. El único que podía haberme hecho una broma así. Me devolvió un llamado, preocupado: él no había sido.

Ahí me acordé de otras cosas que se habían dado vuelta. ¡Y yo que le había echado la culpa a Titán! Le pedí perdón a mi perro y salí corriendo a comprar cerraduras nuevas para la puerta.

Volví de la ferretería y ¡sorpresa! ¡el sillón estaba en el techo! Sin dejar de insultar a la madre, tías, y abuelas de quién fuera que me estaba haciendo esto, cambié las dos cerraduras de la puerta. Concentrado en la tarea, no noté como a mis espaldas todos mis muebles empezaban a levitar lentamente, girando. Fue un ladrido de Titán lo que me sacó de mi estado de concentración… un ladrido de Titán justo ARRIBA de mi cabeza.

– ¡Titan! ¿Cómo…? ¿Qué…?

Toda mi casa estaba al revés. Desesperado, salí a la calle para ver como los cimientos de mi hasta ese momento hogar, dulce hogar, despegaban de la tierra.

Miré alrededor, para ver si alguien podía ayudarme. Me encontré con un pino creciendo sus raíces al sol, con algunas aves nadando en el suelo y, aunque no vi a nadie, me pareció escuchar ruido de tráfico en una nube lejana.

Ahora, viendo esto, me pregunto qué va a pasarme… ¿Me voy a dar vuelta yo también?