Entrevista a Valerio Colombo, secretario del Partido Humanista italiano.

Los hechos dramáticos de Grecia, donde se alterna la esperanza después del triunfo del plebiscito del 5 de julio con la desilusión y la rabia después de que Tsipras cediera al chantaje de la Unión Europea, imponen una amarga lección: una política seria anti-austeridad no es compatible con la permanencia en el euro y en una Europa dominada por tecnócratas desalmados. En este momento, qué escenarios se visualizan?

El escenario está claro: Grecia está sufriendo una verdadera conquista de tipo económico: la obligación de privatizar le permitirá sobretodo a los “inversionistas extranjeros”, así como a unos pocos griegos muy ricos, apropiarse definitivamente de los recursos económicos más significativos que todavía quedaban en manos del Estado.

Una cosa de la que nadie habla y que sin duda no se ve es que en los últimos dos siglos el mecanismo de la deuda no repagable ya ha sido utilizado para conquistar Grecia, a partir de lo que sucedió en 1898 luego del tratado de Constantinópolis [1].

También esta vez la población seguirá sufreindo las medidas de austeridad, que en ningún caso podrá volver a poner en marcha la economía y al final, una vez restablecido un estilo de vida medio más «en línea con las posibilidades reales», o sea en línea con el de los «demás países pobres» del mundo,  habrá una inevitable última reestructuración de la deuda, que probablemente coincidirá también con un final todavía más definitivo del actual del modelo de democracia representativa en Grecia. ¿Se acuerdan de los viejos protectorados?

Otro escenario que me parece atendible surge de la afirmación del ex ministro Varoufakis respecto del hecho que el acuerdo actual sea un “nuevo Versailles” citando al tratado que castigaba en relación a Alemania, impuesto por los vencedores de la primera guerra mundial. Humillando y acorralando al pueblo alemán, se produjo la profunda depresión en la República de Weimar que fue una de las causas que precipitó el ascenso del nazismo.

En Grecia está el Alba Dorada; si llegara al poder, podría sorprender a Europa con una Grexit de extrema derecha y ultra nacionalista…

Obviamente ninguno de los dos escenarios es alentador, pero parecen los más probables si no se producen algunos cambios significativos en el escenario político europeo.

Los medios de comunicación y los políticos han hecho una campaña del terror contra  la Grexit y en general contra la hipótesis de una salida del euro por parte de cualquier país. ¿Qué imágenes alternativas se pueden contraponer a estas previsiones tan catastróficas?

Antes que nada es necesario preguntarse qué se entiende por “catastróficas”. ¿Habrían muchos problemas prácticos que resolver? sin duda que sí. ¿Habría inconvenientes y convulsiones de un cierto grado al menos por un tiempo? Es muy probable. Se trata de un proceso que no está exento de contragolpes, que presentaría situaciones más bien complejas. Sin embargo la verdadera pregunta que habría que hacerse es si la situación actual no es ya tan “catastrófica” que requiera medidas exepcionales.

Si en Grecia le hiciéramos la pregunta a alguno que podría tener problemas patrimoniales en el caso de la salida del euro (por ejemplo por tener un mutuo denominado en euro según una lex monetae extranjera [2]) la respuesta será distinta respecto de la de quien ya actualmente no puede disponer en Grecia de tratamientos de salud para sus tumores debido a las imposiciones de la troika.

Nadie dice que salirse del euro y de la Unión Europea sería como salir de paseo: el sólo hecho de llegar a pensar que pueda ser una opción, nace de amargas consideraciones sobre la historia de los últimos treinta años.

Está empezando a quedar claro que el relato sobre los objetivos y los valores fundacionales de la Unión Europea, han sido una falacia.

Pudo haber sido muy distinto, pero así ha sido. Obviamente el problema no es solamente la Unión Europea: estamos en presencia de un proceso mundial de contrarreforma economicista y de ataque a la democracia que viene desde muy lejos [3]: El problema global es el ultra liberalismo y el dominio de los mercados financieros que se están devorando a las democracias en todo el mundo,  instaurando, como dice Silo en su libro «Cartas a mis amigos», un «paraestado» controlado por los privados.

Nos estamos moviendo hacia nuevas formas de tiranía, hacia un nuevo Medio Evo. La Eurozona y la Unión Europea tal como se han consolidado, son experimentos óptimos en esta dirección.

En un cierto momento la Unión Europea era una propuesta de un modelo de regionalización solidaria y por lo tanto muy interesante. Seguramente el “sentir” de los pueblos europeos empujaba en esta dirección desde hace mucho tiempo: nos sentíamos europeos, sentíamos que habíamos superado los conflictos de los nacionalismos y estábamos orgullosos de presentarnos al resto del mundo  como un área ejemplar desde este punto de vista.

El problema es que mientras nos contaban todo esto (y seguramente algunos que nos lo contaban, incluso lo creían) este proceso era saboteado en sus raíces profundas: desde la firma del Acto Único Europeo en 1986, incluso antes de Maastricht, se insertaron cláusulas y mecanismos de funcionamiento de las instituciones europeas tendientes al desquiciamiento de cualquier posible control democrático de las instituciones mismas. [4]. La operatividad democrática quedó delegada a los estados miembros, que deben someterse sin embargo a las directrices de Bruselas (o sea de las instituciones que no son controlable democráticamente). Un poco como si se pudiese elegir al alcalde pero no al Parlamento.

Por el modo en que fueron escritos los tratados, si las fuerzas políticas quisieran obtener reformas sustanciales, la única forma de lograrlo sería que lograran estar en el poder de todos los estados miembros (no como una fuerza de oposición relevante, sino como fuerzas de gobierno). Lo que es prácticamente imposible!

Esto nos coloca frente a una paradoja que de alguna manera resulta todavía más dramática que las cuestiones prácticas (económicas, geopolíticas, monetarias) que se producirían con la salida de la Unión Europea: cuando se habla de romper los tratados porque no se los puede reformar, de hecho, hay que aceptar que ello significa salirse de la Unión [5]. Muchos sienten que con esto se «vuelve atrás», que querría decir ir contra la evolución de la historia, en un reflujo nacionalista y conflictivo.

Personalmente he reflexionado mucho sobre este aspecto y me he preguntado si la Nación Humana Universal a la que aspiramos nosotros los humanistas tenga que tener una forma centralizada y dirigista o si, en cambio, deba construirse como una convergencia de grupos humanos que se autodeterminan como “Nación Humana Universal”, en un proceso democrático y responsable. Grupos humanos que conservan sus tradiciones, sus idiomas, su cultura; que querrán y podrán interactuar entre ellos para influirse y transformarse recíprocamente, pero tomando en consideración que la diversidad es la riqueza.

Como humanistas en lo político hablamos a menudo de la importancia de la descentralización, sobretodo a nivel comunal, porque allí está la gente que puede decidir directamente. Obviamente esto es proyectado hacia modelos de coordinación cada vez más complejos, que llegan a las regiones y a nivel «nacional», para luego proyectarse hacia las macro-regiones.

Es interesante que las naciones puedan coordinarse en áreas regionales convergentes: se trata de procesos que van contra la globalización impuesta por el paraestado de los mercados financieros. Desde este punto de vista no me parece tan absurdo que los actores del paraestado hayan hecho de todo para empoderarse, lográndolo en este caso muy bien, de un proceso como el de la regionalización europea, que potencialmente podría haber ido contra sus intereses. Una Unión Europea que considera los principios constitucionales de los estados miembros como simples obstáculos operativos en pleno acuerdo con los actores de las grandes finanzas [6] no puede sino ser fruto de un sabotaje magistral.

Después de haber visto este fracaso, de haberlo aceptado y haber comprendido las consecuencias, nos encontramos en medio a la verdadera catástrofe: los pueblos se encuentran en situación de ser totalmente subalternos del monstruoso paraestado dominado por el Dios del Mercado. La catástrofe de no tener ya ninguna perspectiva de futuro, sobretodo para los más jóvenes, pero no sólo para ellos.  La catástrofe de tener que vivir una vida entera tratando de conservar ese poco de bienestar de quien todavía lo tiene, mientras en realidad  se desciende lentamente hacia una pobreza explícita, cuyos efectos impondrán cada vez mayores dificultades para reclamar los propios derechos.

Es difícil de aceptar; al comienzo puede sentirse un contragolpe un poco deprimente, pero no reconocer que se vive un problema no es una buena forma de enfrentarlo.

Si un país importante tanto a nivel económico como geopolítico como Italia tomase conciencia de todo esto, con su salida del euro y de los tratados de la Unión Europea, podría catalizar un proceso de salida para otros países mediterráneos. No podrá suceder de manera perfectamente simultánea, sino que será la suma de actos de salida unilateral, creando sí – inmediatamente después – un bloque regional convergente. Obviamente el mismo proceso podría darse a partir de la salida de otro país (sobretodo de España, pero también Grecia y Portugal). La dimensión económica y geopolítica italiana sin embargo en este caso podría hacer la diferencia.

Habría que practicar la salida del euro asociándose sobretodo en la primera fase a políticas tendientes a la protección de las capas más débiles, medidas que por lo demás desde siempre están en nuestros programas políticos (adecuar los ingresos del trabajo indexándolos respecto de la inflación, o sea el mecanismo que en Italia se usaba bajo el nombre de «Escala móbil», para limitar el impacto inicial de la inflación – que de todas maneras, según muchos economistas, no llegaría a los niveles estratosféricos anunciados por los opositores a la salida del euro – control de los flujos de capital, politicas económicas orientadas al logro de la plena ocupación, nacionalización del sistema bancario, algunas otras nacionalizaciones…). También podría ser oportuna una moratoria de la deuda pública, aunque si, a diferencia de gran parte de la deuda griega, la deuda pública italiana se encuentra casi totalmente bajo lex monetae [7] nacional, lo que quiere decir que en caso de salida automáticamente se la redenominaría en la nueva moneda nacional. La desvalorización competitiva que en ese momento se produciría, redistribuiría de forma automática una buena tajada. El Reino Unido lo hizo recientemente, sin que se produjeran represalias.

Proponemos entonces una salida con “más Estado” y no con menos Estado, como dicen Salvini, la Lega Nord y sus aliados internacionales, que afirman que una salida del euro debe hacerse con una perspectiva política de derecha, con medidas radicalmente opuestas a las nuestras. Queremos una salida acompañada de fuertes políticas de redistribución de la riqueza y de apoyo al aparato productivo del país. Así se haría un gran regalo también a Grecia porque se establecerían las condiciones para reconstruir de inmediato una Europa Mediterránea de los pueblos, basada en tratados escritos de un modo totalmente diferente y abierta a la participación incluso de otros estados europeos.

A diferencia de Grecia, Italia es “too big to fail” como dirían se fuera un banco. Para el sistema económico mundial llevarnos a la quiebra sería como cortarse la yugular.

Yo pienso que la única alternativa real que tenemos es la de reivindicar nuestras Constituciones, salir lo antes posible de la Eurozona ultra liberista, retomar nuestra soberanía popular y construir de inmediato, junto a otros pueblos, algo realmente solidario y convergente, basado en los principios de las Constituciones y no en los de Wall Street.

¿Cuales podrían ser los proximos pasos que debería dar Grecia, si no quiere hundirse en una pobreza como la del Tercer Mundo? 

Francamente, sin una Grexit hecha del mismo modo en que hablábamos antes, en este momento las posibilidades de que la población griega no se hunda en ese tipo de pobreza (si en gran medida no lo ha ya hecho), son realmente mínimas.

¿Qué rol podrían tener los movimientos de otros países europeos, para apoyar y difundir esta alternativa?

Pienso que los movimientos de otros países europeos deberían antes que nada promover campañas muy fuertes de contra-información, porque las bombas con las que hoy se conquista a los pueblos son aquellas lanzadas por los medios de comunicación. Mientras mayor conciencia tenga cada persona de lo que realmente está sucediendo, mayormente posible será superar los lugares comunes de la primera mitad del Siglo XX con la que están enemistando a las poblaciones de la zona del euro. No se podrá pensar en un verdero proceso de convergencia democrática europea mientras los países del norte sigan convencidos de que están ayudando a los flojos de Grecia (por poner un ejemplo, pero se podrían poner muchos otros, como que los italianos han hecho las tareas en la casa mientras los griegos no…).

Nuestra tarea es decir con claridad lo que está pasando, proponiendo soluciones que no son fáciles, pero que pueden llegar a abrir verderas espirales de esperanza respecto del futuro.

Formo parte de una generación que fue educada sintiéndose “europea” y no tengo intenciones de renunciar a este sentimiento, pero al mismo tiempo reconozco, como mediterráneo,  mis raíces también en el norte de África y, como humanista, me siento cercano a tantas otras culturas y aspiro profundamente a un proceso de convergencia de todos los pueblos hacia una Nación Humana Universal. Independientemente de cual pueda haber sido su proyecto inicial, la Unión Europea ya no va en esa dirección. A veces si una cosa sale mal es mejor recomenzar desde el principio el proceso con buenas condiciones de orígen, más que obstinarse en corregir lo que ha fracasado.


[1] Nos lo comentó ampliamente el joven y brillante economista griego Antonis Ragkousis durante el Foro Europeo de Asis en agosto del 2014: https://youtu.be/rOHej88K1lI?t=2600

[2] https://it.wikipedia.org/wiki/Lex_monetae

[3] Ver el taller “La guerra del euro” organizado en Milán por el Partido Humanista en el 2013 (http://www.economiaumanista.it/2013/07/introduzione-workshop/)

[4] La única institución europea elegida democráticamente es el Parlamento Europeo, que como sabemos casi no tienen ningún poder efectivo.

[5] Se podrían mantener los tratados previos al 1986, recordando que ntre los estados europeos existen otros tipos de relaciones a partir de la pertenencia a la Nato así como a muchas otras organizaciones internacionales.

[6] http://www.wallstreetitalia.com/article/1592227/euro/jp-morgan-all-eurozona-sbarazzatevi-delle-costituzioni-antifasciste.aspx

[7] La lex monetae es la facultad de un estado soberano de re-denominar automáticamente sus propias deudas públicas y aquellas de sus ciudadanos en su moneda soberana, cualquiera ella sea.