Por: Madeleine John

El primer documental de Andrés Mego muestra a Julio Yovera, ex miembro de Sendero Luminoso y sobreviviente de la matanza de los penales en 1986, en Perú.

¿Cuál fue tu interés al hacer este documental?

De niño, en la década del 80, yo vivía en Ilo, Moguegua. Uno de los pocos lugares en el Perú por donde no pasó la guerra interna. En 1992 vine a vivir a Lima, concretamente en la Plaza Bolognesi, en pleno centro de Lima, y fue impactante para mí sentir el clima de zozobra que se vivía en esta ciudad. Muy cerca de donde vivía hubo un atentado contra la DINCOTE, donde explotó una bomba. Seguramente como le pasó a muchos de mí generación, tenía la interrogante: ¿Por qué ocurrió algo así? ¿Qué hizo a tanta gente, que militó en Sendero, decidir hacer lo que hizo? ¿Quiénes son los “terroristas” realmente? Hasta ahora no sé las respuestas, pero de hecho no me satisface la explicación oficial según la cual Sendero es simplemente un grupo terrorista y se acabó la discusión (y de hecho lo fue, pero con ese calificativo muchas cosas son simplificadas). Vemos que cualquier intento de encontrar explicaciones más profundas corre el riesgo de ser descalificado como condescendiente con Sendero, el gran villano de nuestra historia, figura que nuestros gobernantes siguen explotando políticamente para generar miedo en la gente, cuando es necesario. Sin embargo, las preguntas siguen ahí. Sendero tuvo que haber conectado con algo que había en la gente para tener el poder que tuvo. Eso no pasa por casualidad. Entonces, mi pregunta de arranque para este documental era: ¿Cómo son aquellos que estuvieron involucrados con Sendero? ¿Cómo viven? ¿Qué decisiones los llevaron a sumarse a sus filas? A través de la historia de Julio Yovera, ésta es la pregunta que intenté responder.

¿Qué enfoque le diste al documental?

Yo no había visto un documental o leído un libro (que ahora sí hay) sobre el tema de los años de violencia, a partir de la mirada del “otro”. Si vemos cómo se ha tocado el tema en la producción peruana, el senderista es un personaje sin rostro, es un “no-gente”, es alguien que no tiene nombre, que está en las tinieblas, que es una presencia amenazadora pero invisible, y al mismo tiempo omnipresente, una especie de asesino al acecho. Lo cual es un enfoque válido narrativamente, y justificable por el tipo de proceder que tuvo Sendero. Pero de hecho no es el único enfoque válido. Existe una especie de acuerdo tácito, según el cual el tema se tiene que tratar siempre desde el punto de vista de las víctimas. De esa manera, el realizador se pronuncia desde un lugar seguro, porque, ¿quién puede estar en contra de la víctima? Pero, aunque políticamente correcto, este enfoque sigue siendo reduccionista. Entonces, tuve el atrevimiento de hacer mi primer documental alrededor de un personaje que estuvo vinculado con Sendero pero que al mismo tiempo es víctima, pues sobrevivió a una masacre y sufrió tortura, pero por su militancia no puede ser percibida como tal. Un personaje que se ubica en una zona gris, víctima y victimario, y esta doble condición me parecía muy estimulante para un documental, pues rompe con los esquemas.

Por otra parte, cuando comencé a realizar este documental en 2011, Sendero parecía más una cosa anclada en un pasado que se prefería olvidar, y que aunque podía ser polémico asumir el punto de vista de este personaje, estaba hablando de algo que pasó hace veinte años. Sin embargo, al año siguiente apareció Movadef[1], que fue visto por la opinión pública como la reaparición de Sendero. Ese fue un contexto muy desfavorable para el documental. Pero yo debía haberlo previsto, porque durante la preparación del documental, filmé una ceremonia de Movadef por el Día del Trabajador, donde participó Yovera. Todo daba a entender que estaba preparándose para salir, porque ya estaban intentando inscribirse como partido político. Pero el documental no tuvo nada que ver con ellos, yo solo trabajé con Yovera. Él amablemente me dio su testimonio. Comencé a visitarlo todos los sábados para hacerle entrevistas, filmar situaciones en su casa; luego visitamos el Frontón, el Museo de la memoria, todo durante más o menos un año. Más adelante, lo edité en mi computadora. Lo publiqué en Internet para ver qué reacciones producía. Bueno, para mi mala suerte en el 2012, el tema de Movadef ya había estallado y los ánimos estaban muy exacerbados. Salió un comentario sobre el documental por parte de un crítico de cine. Lamentablemente, él interpretó que mi obra estaba alineada con Movadef. Movadef ya era un actor en ese momento, por lo que el documental no podía verse inocentemente porque, como él decía, hay una estrategia de Movadef de pasar como normal, algo así como “perdónennos, sin pedir perdón”, y él consideraba que mi trabajo era cómplice de eso porque mostraba a Julio Yovera y sus ideas sin ser contrapuestas, sin dejar claro lo equivocado que estaba. Todo un tratamiento que no calza en la manera como debería tratarse el tema. Ya después hemos visto que en otras obras menos polémicas, hay gente que ha visto apología, lo que nos indica que el tema sigue siendo muy delicado.

Mi documental no pretendía ser periodístico. Es la historia de la masacre del Frontón desde el punto de vista de Yovera. Entonces, me increparon: “¿Cómo puedes hacer algo así?” Porque, supuestamente, si vas a publicar algo sobre un senderista, debes poner a alguien que lo critique, o que lo muestre como el terrorista que es. Entonces, ese fue mi pecado: hacer un documental sobre un senderista de esa manera, y de manera parcial, porque ese es el objetivo del documental, ver quién es Julio Yovera, qué le pasó y cómo piensa. Yo decidí no juzgarlo y dejar que él se exponga, mostrar a su familia, a su esposa, así como incluir sus opiniones más polémicas, como cuando justifica que se haya matado a campesinos. Lo llevé al Frontón, lo llevé al Museo de la Memoria, todo para motivar sus recuerdos. Pero en ningún momento lo forcé para que me muestre algún tipo de arrepentimiento. Porque eso es otro lugar seguro para que el realizador no sea mal visto, el tener un personaje que es un arrepentido. Si bien el documental no es necesariamente lo mejor desde el punto de vista técnico, intenta acercarse a ese “otro”, quizá por primera vez.

¿Cuál dirías tú que es el aporte del documental?

Es una pequeñísima pieza de todo lo que se puede hacer en cuanto a la reflexión sobre la violencia que vivimos. Y adrede es parcial, es solo el punto de vista de un actor en particular entre tantos, es como una fotografía que debe leerse según el contexto. Mi aporte es haberme acercado al “otro” y hacer un retrato que, más que dar respuestas, busca motivar muchas más preguntas. No podemos seguir quedándonos con la idea de que el terrorista es como un extraterrestre. Solo entendiendo lo sucedido y a sus implicados, vamos a impedir que esta historia se repita, lo cual es posible en una cultura como la peruana, tan dada al autoritarismo. Por lo mismo, mi documental puede ser irritante para algunas personas. Sin embargo, la gente que está investigando sobre el tema de la guerra interna ha mostrado interés en este documental. Yo no he planteado en él, mi postura personal sobre el tema. La vida pública del documental ha sido muy breve. Se estrenó en la Muestra de Documental Peruano, durante un par de fechas. Luego se presentó en el Festival Transcinema (Festival Internacional de No-Ficción) en el año 2013. Esa fue toda su aparición en el medio. Ahora se encuentra en Internet. El que lo quiera ver, lo va a encontrar.

[1] Grupo pro senderista que pide la amnistía para Abimael Guzmán.