“Transmutar es ir mucho más allá, es poder amar la pérdida”.

Entrevista a Adela Torras, Presidenta de la Asociación AVES.

Por: Antonia Utrera

 

La Asociación AVES (Asociación de Voluntarios de Enfermos Sanables) es un Centro de Duelo situado en Barcelona, que ayuda a personas que han perdido a un ser querido o que sufren una enfermedad grave, a través de los GAM (Grupos de Ayuda Mutua). Adela Torras es co-fundadora y presidenta de la Asociación.  Su libro, “Acompañar en el duelo” (Ediciones Luciérnaga) es un manual de gran valor para todo aquel que desee acompañar a enfermos en fase terminal.

¿De pequeña querías ser médico?

Si, yo quería ser médico. Pero la cuestión de pinchar a la gente, de cortar, esto yo no lo podía hacer. Leyendo el libro “La Muerte, un amanecer” de Elisabeth Kübler-Ross vi que yo podía estar al lado del enfermo sin necesidad de ser médico, ni de cortar ni de pinchar. Podía dedicarme a la persona y a sus emociones. En 1992 vino la doctora Kübler-Ross a Barcelona. Ella me dio el empujón que necesitaba: “¡Empieza, ya estás preparada!”,me dijo.

Tú sufriste una gran pérdida.

Si, se me murió mi marido. Yo tenía 4 hijos, de 14 a 22 años. Y uno que está enfermo. Fue muy difícil. No podían entender como se podía morir su padre, su padre querido. Porque su padre era fantástico, una persona muy agradable, cariñosa, simpática, los hacia reír, siempre viajaba, les explicaba muchas cosas… Y de repente se quedaron sin él. Entonces la familia se desmoronó. Cuando se te muere tu marido has de tirar adelante tú sola con la economía, con todo… es mucha cosa.

¿Una pérdida trae consigo pérdidas anteriores?

Sí, cuando se te muere alguien salta todo como un volcán, todo lo que no has elaborado a lo largo de tu vida. Lo que has ido elaborando te ayuda para este duelo tan importante, pero si no elaboraste gran cosa y has ido viviendo sin entrar en el dolor, sin ver qué es lo que me está diciendo este dolor, entonces si llega una enfermedad grave, una separación, una pérdida de un ser querido, ahí emerge todo.

¿Para asistir a un grupo de duelo, qué hay que hacer?

Es la propia persona la que decide venir, nos llama y le hacemos una entrevista. Si está preparada para entrar en un grupo y ella quiere, entra en el grupo. Si la persona siente que todavía no está preparada, la volvemos a citar y esperamos hasta que se sienta capaz de entrar en el grupo, porque es importante que pueda escuchar a otros e ir viendo los progresos que ella va haciendo dentro del grupo.

La labor de los voluntarios es muy importante.

Sí, y la preparación es importantísima porque estar al lado de 15 personas que sufren, si tú no estás muy preparado no lo puedes llevar bien. Preparado significa que yo tengo que hacer limpieza de mis emociones, tengo que saber amar aquello que no me gusta, aquel dolor, aquello que me hicieron, aquel desprecio… Todas las cosas de mi vida que no me han gustado, del exterior o de mí misma, las tengo que reconocer a fondo.

Reconocer aquello que no me gusta…

Primero tengo que saber que el dolor está, porque lo normal es “a mí no me pasa nada, todo va bien”. Si te reconoces, entonces puedes ver por qué lo haces, de qué tienes miedo y a partir de ahí ya estás amando esta parte tuya oscura que tiene dolor, que tiene enfado, que tiene añoranza. Empiezo a amar, a cuidar estas partes de mí. El voluntario tiene que tener todo esto muy trabajado para poder reconocer el dolor del otro, de dónde le viene y amar ese dolor. Esto es lo que necesita la persona, que se la ame tal cual es. Y que podamos escuchar sin aconsejar.

¿Los voluntarios deben ser especialistas de la medicina?

No, digamos que lo que cada uno ha estudiado, lo que cada uno ha vivido, le sirve, pero aquí lo que enseñamos es esto, a poderse amar con profundidad, este es nuestro lema. Amarse en profundidad, para poder amar al que estás ayudando.

adela-torras1«En el dolor hay una luz, yo puedo estar en el pozo, pero veo la luz, puedo ver una salida, en el sufrimiento, no»

¿Como podemos acompañar al enfermo en fase terminal?

Morirse no es fácil, significa dejar todo lo que has hecho en la vida, dejar tu familia, dejar tu casa, tu negocio, tu coche, dejar tu dinero, tu país… Morir es dejarse ir, dejar este cuerpo y confiar en aquello que en esencia todo el mundo sabe, lo que pasa es que no lo recordamos, todos sabemos lo que hay en el otro espacio. La persona que lo acompaña ha de estar ahí, en el punto que el enfermo quiera estar. Debemos amarlo tal cual es en aquel momento. Podemos preguntarle si necesita algo. Y esperar la respuesta con calma, quizás necesite despedirse de alguien o hacer algo antes de marcharse.

Es bueno despedirse del enfermo.

Sí, a veces se trata de un matrimonio, y uno de ellos se está muriendo y el otro puede hablar, se pueden despedir, esto es algo fabuloso. La persona aunque tenga su pérdida y todo el dolor de no tenerlo a su lado, tiene la paz de haber estado con él hasta el último momento y esto es muy enriquecedor.

¿Es posible comunicarnos cuando la persona está sedada?

Es una comunicación desde otro plano. El enfermo en los últimos días va y viene, va y viene… Va empezando a abrir el camino. Lo más bonito es que tiene mucha ayuda. Seres queridos que ya se han muerto van a ayudarlo y entonces es cuando dicen – y esto lo dicen muchos moribundos- “está mi madre”, “está mi abuela aquí” y los otros dicen: “ya está desvariando”. Pues no, es verdad. Están alli ayudándolo. La persona que está a su lado puede estar sintiendo esto. Si la persona que lo acompaña entra en este espacio,  pueden conectarse, incluso en la distancia.

¿Podemos reconciliarnos con una persona que ya ha partido?

Si, puedo sentirlo, puedo hablarle, en voz alta o en voz baja, puedo verlo en sueños, que son sueños distintos de los normales, son sueños muy potentes, que vienen para decirnos algo. Ellos nos están ayudando. Cuanto más los dejamos partir, cuanto más aceptamos que esa persona ha escogido un camino distinto del que estábamos haciendo, tanto si somos pareja, como si somos hijos o padres. Si los dejamos partir, entonces les es mucho más fácil hacer su camino y al mismo tiempo, acompañarnos. A veces el enfermo necesita partir y nosotros no le dejamos.

¿Puede haber dolor sin sufrimiento?

El dolor es un espacio en el que estoy porque hay una pérdida o una enfermedad, a pesar de eso, puedo avanzar. En el sufrimiento no avanzo. El sufrimiento me llevará al suicidio o a la muerte, a la larga. Cogeré un cáncer, un ictus, un ataque al corazón… En el sufrimiento hay el por qué: ¿por qué me ha pasado a mí?  En el dolor puedo ir entrando en el Para qué. ¿Para qué se me ha marchado? ¿Para qué tengo yo esta enfermedad? Empiezo a reconocer que es para algo y empiezo a abrir un camino. En el dolor hay una luz, yo puedo estar en el pozo, pero veo la luz, puedo ver una salida, en el sufrimiento, no.

Hay una diferencia entre transformar y transmutar.

Al transformar hago algo que me calma, pero volverá a venir el dolor o la rabia y volveré a sentirlo. La transmutación es ir mucho mas allá, es entrar en este espacio de amar. Amar la pérdida, poder llegar a amar a aquel médico que no cuidó bien de mi hijo, poder llegar a este punto. Entender qué pasó es reconocer que cada uno hace lo que puede, en el punto, en la conciencia en que cada uno está. Y cada uno está donde está. Y somos humanos. Yo no puedo exigir que todo el mundo esté, no en mi nivel, sino mucho mejor que en el mío.

¿Morimos a una vida para nacer a otra?

Es que la vida es la muerte y la muerte es la vida. Si decimos: «ahora me duermo y  ahora me despierto»… ¿Verdad que soy la misma? Soy yo, que me duermo y me despierto. Pues la vida y la muerte es lo mismo. Ahora estoy viviendo aquí y ahora estoy en otro espacio.

¿Cuando nacemos traemos un Propósito?

Sí, lo tengo clarísimo.

¿Cuál es tu Propósito profundo?

Transmutar el dolor en Amor.

Adela, muchas gracias por esta entrevista.

Gracias a vosotros que queréis divulgar estos temas, es muy bonito esto que hacéis.