Por Thaíne Belissa para Minas Livres

El acto contra la presidenta Dilma Rousseff [Partido de los Trabajadores – PT], ocurrido este domingo 15 de marzo, reunió a manifestantes de todo el país que protestaron contra la corrupción y pidieron la salida de la presidente del poder. Con el apoyo de los medios de comunicación, los manifestantes llevaban camisetas verdes y amarillas y llevaron carteles que pedían «Fuera Dilma”, «Juicio Político” y hasta «intervención militar”. Para los especialistas escuchados por el portal Minas Livre, la protesta es democrática y legítima. Pero alertan que el desconocimiento del sistema político y una interpretación equivocada de la gobernanza pública fueron las razones que llevaron a muchos a las calles.

El doctor en Ciencias Políticas y profesor de la PUC [Pontificia Universidad Católica] de Minas Gerais, Malco Camargos, explica que el juicio político es un acto extremo de retiro del poder de un presidente, gobernador o alcalde por parte del poder legislativo. Según él, ese acto ocurre gracias a la comprobación de delitos cometidos por el gobernante durante su mandato.

«El pedido de juicio político a la presidenta Dilma es un asunto complicado porque ella asumió el mandato el 1º de enero y, según la Policía Federal, el Ministerio Público y las CPIs [Comisiones Parlamentarias de Investigación], no hay involucramiento de la presidenta en los escándalos recientemente divulgados”, destaca.

Para el cientista político, el pedido de juicio político en las calles es el resultado de una mala interpretación de la población en relación con la gobernanza pública. «Las personas fueron conducidas a realizar la interpretación de que los problemas del país están concentrados en un único partido. Este error lleva a ciertos comportamientos que se manifiestan en las calles, como el pedido de juicio político”, analiza.

Él sostiene que el cambio de dirigentes políticos no es la solución y que el país necesita una reforma en la política, en el poder judicial y en el tributario. «El juicio político o la renuncia de la presidenta no son capaces de atender la expectativa de las personas que fueron a las calles, a no ser que ellas quieran el simple cambio en el poder”, concluye.

Desconocimiento

El profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales del Centro Universitario Una y del Ibmec [Instituto Brasilero del Mercado de Capitales], Oswaldo Dehon, concuerda con el colega y afirma que el pedido de juicio político no llega a ser antidemocrático, pero no respeta cuestiones políticas y legales. Para él, este tipo de protesta demuestra una «baja comprensión de las reglas del sistema político del país”. Él tampoco cree que la salida de Dilma Rousseff resolvería la crisis y afirma que ésta es una forma «simplista de observar problemas políticos en el país”.

Él observa que también ha habido una confusión entre problemas económicos y políticos. De acuerdo con el profesor, la insatisfacción con la economía es generalizada e incluye a grupos que apoyan al gobierno. Pero destaca que la oposición cree que la crisis económica se resuelve con la política, a través del cambio del poder de una mano a otra, lo que considera «absurdo”. «Muchas personas fueron a las calles sin saber cómo funciona el proceso político y la oposición aprovecha esto para beneficiarse y alimentar el clima opositor en el país”, destaca.

Perfil de los manifestantes

El carácter elitista de la protesta del 15 de marzo fue un punto de discusión que dividió opiniones en todo el país. Mientras unos dicen que la protesta fue la reacción de una minoría indignada, otros defienden que la movilización de miles de personas no puede ser pasada por alto.

Según encuesta de Datafolha, realizada durante el acto en San Pablo y divulgada este martes, 1), la mayoría (27%) de los manifestantes escuchados en el acto del día 15 recibe entre cinco y 10 salarios mínimos. Además, el 76% tiene nivel superior y el 74% fue a una manifestación por primera vez. Otro dato importante es que el 82% de los entrevistados votó a Aécio Neves [del Partido de la Social Democracia Brasilera – PSDB] en las elecciones pasadas para presidente.

Para Malco Camargos, el acto del 15 de marzo tiene que ser tenido en consideración y analizado con cuidado por la presidenta. Pero él destaca que sólo tiene sentido real si la lucha fuera por mejoras en el sistema político y no sólo por la salida de Dilma. «Un millón de personas es mucha gente, independientemente de quien sea. Pero al ver quién estaba en las calles queda claro que era un grupo distinto. No hay problema en que un grupo distinto esté insatisfecho, pero, ¿cuál es la pauta? ¿Mejores políticas públicas o sólo el cambio del gobernante?”, destaca.

El profesor Oswaldo Dehon cree que el movimiento del 15 de marzo tiene semejanzas con lo ocurrido en junio de 2013, teniendo en cuenta que no tuvo líderes ni banderas muy definidas. Para el especialista, éste es un punto negativo, pues no crea una cultura de discusión política consolidada y abre la brecha para el oposicionismo sin propósito. «Las personas fueron a las calles el domingo, pero el lunes, ¿con quien va a dialogar Dilma? ¿Quiénes son los líderes o los grupos políticos?”, alerta.

Golpe militar

Entre las diversas banderas que aparecieron en la protesta del domingo no dejaron de aparecer las que pedían la vuelta del régimen militar. El llamamiento es de una minoría, según la encuesta de Datafolha, que mostró que la mayoría de los manifestantes entrevistados (47%) protestó contra la corrupción. Pero el pedido de golpe todavía surge con una frecuencia lamentable: según la encuesta, el 10% de los entrevistados cree que, en ciertas circunstancias, es mejor una dictadura. Y el 3% ni siquiera ve diferencia entre democracia y dictadura.

Para Oswaldo Dehon, el pedido de golpe refleja no sólo la quiebra de la constitucionalidad, sino que expresa un pensamiento completamente ajeno a la manera como se discute política en Brasil. «Son personas insatisfechas con la democracia, y que, frente a intereses propios, huyen de las reglas institucionales básicas”, dice.

El profesor Malco Camargos afirma que nunca imaginó que este sentimiento pro-golpista pudiese volver con tanta fuerza, lo que lamenta con pesar. «Parte de las personas que fue a las calles no aprendió lo que los padres vivieron, no comprendió que no hay ninguna virtud en ese régimen que no disminuye la corrupción, no mejora las prácticas de gobernanza y somete a las personas a una condición de vida donde no pueden manifestarse contra el poder en cuestión”, analiza.

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