Por Roberto Blueh*

Me he sentido confuso y también he visto mucha confusión a mí alrededor. Veo que están pasando cosas terribles y no lo entiendo. Esto me ha llevado a pensar en el momento que nos toca vivir. Necesito una comprensión de este momento histórico.

Veo cómo atacan y queman iglesias, sinagogas y mezquitas. Observo que se matan y secuestran estudiantes y mujeres en distintos continentes. Ataques de terroristas y jóvenes que entran a colegios disparando y matando gente a mansalva. Periodistas y fiscales asesinados.

Ya no se puede creer ni en las noticias ni en los líderes públicos. Hay temor, inquietud y malestar. Mientras aumenta el control y la represión de las poblaciones.

Vemos que la vida humana no vale, que los intereses religiosos, económicos y geopolíticos ponen a la vida humana simplemente como un costo que hay que pagar para lograr sus fines y defender sus intereses.

Estamos viviendo una situación en que la violencia nos va llegando a todos, de distintas razas, de distintas religiones, distintos niveles socioeconómicos, de distintos géneros, distintas nacionalidades. A nosotros, a nuestros hijos, a nuestros familiares, a nuestros amigos.

Al vivir en un mundo globalizado y cerrado esta violencia necesariamente va aumentando y va llegando cada vez más cerca.

Esto me produce una gran desorientación y un registro de futuro cerrado.

Observo que todos nos seguimos sorprendiendo de lo que pasa en el mundo, sin comprender que estas acciones se pueden enmarcar como acciones violentas y que cada una de ellas tiene “su justificación”: son acciones de venganza. Todas son supuestas formas de “defensa” por un mal del cual cada uno ha sido objeto. Estamos viviendo una situación de mucha crueldad en la cual justifico la violencia cuando le conviene a mi bando o a mí. Y me sorprendo, denuncio y me aterro cuando el otro bando también da respuestas violentas. Sin comprender que es parte de la misma mecánica, “violencia engendra violencia”, y parte de un ciclo que no tiene fin, solo breves intervalos; que al hacer un acto violento a alguien, tarde o temprano, esa acción tendrá sus consecuencias en mi o en otros, en forma aumentada.

Para mi es importante comprender que esta violencia y esta venganza está enraizada en nuestra cultura y en nuestra civilización. Está en cada uno de nosotros. La vivimos a nivel personal, y a nivel social, entre pueblos, razas y países.

Ninguno de nosotros está ajeno a esto. Desde el momento que le está enseñando a defenderse a su hijo con violencia, o que está haciendo un pequeño acto de venganza, está ya contribuyendo a la violencia del mundo.

Venimos de muy lejos, el proceso humano pasa por momentos luminosos y momentos oscuros. Existe un proceso evolutivo, siempre creciente, pero hoy pasa por un momento de oscuridad y de crueldad. Necesitamos con urgencia dejar atrás la violencia y la venganza como forma de solución de nuestros conflictos.

Ojalá que no sea demasiado el sufrimiento que tengamos que experimentar antes de pasar a una nueva etapa del proceso humano.

Las civilizaciones caen: los babilonios caen y los asirios, los sumerios acadios y los persas y los griegos y los romanos y también va a caer esta civilización en que vivimos. Los elementos más dinámicos y progresivos de una cultura que cae se incorporan a la siguiente. Por lo tanto, necesitamos construir ahora los cimientos de una nueva civilización con nuevos valores, en donde la vida humana sea un valor central y la no-violencia activa sea la única metodología válida para solucionar conflictos personales y sociales. Necesitamos construir la Nación Humana Universal.

He observado que los conflictos propios, sean personales o sociales, sólo se resuelven cuando existe una real necesidad de ambas partes. Esto lo podemos observar a nivel de individuos como entre países, como está sucediendo en Colombia, en Cuba y EEUU y antes en Rusia al caer la URSS…

Tendremos que darnos cuenta pronto que todos nos necesitamos unos a otros, especialmente en un mundo global donde todos dependemos de todos.

Hace no mucho tiempo atrás los seres humanos no teníamos conciencia de la contaminación y acerca de cómo la acción local influye en lo global. Hoy todo niño trata de no botar plástico, ni dañar el medio ambiente. Lo mismo tiene que suceder con la violencia; debemos comprender pronto que la violencia global también está relacionada con la personal. Nuestros niños enseñarán a sus padres a no ser violentos tal como hoy les enseñan a no contaminar. Nos dará vergüenza entregarle los modelos violentos a nuestros hijos en sus juegos y en los métodos educativos.

Esto puede empezar aquí y ahora, se trata de una decisión interna, una decisión para la propia vida, en ti y en mí: resistir la violencia en nosotros y fuera de nosotros y conectarnos con lo sagrado en cada uno de nosotros. Lo sagrado significa lo que creemos esencial e irremplazable y que desde ahora haremos crecer desde la no-violencia activa.

La violencia ha fracasado como forma de solución de nuestros problemas, sólo comunicándonos, aceptando nuestra diversidad, reconciliando nuestros conflictos, tendremos paz. Necesitamos reconciliarnos con nosotros y con quienes tenemos dificultades importantes, despejar nuestra memoria y construir un futuro nuevo. Comenzando desde lo más cercano. Al reconciliarnos, los conflictos desparecen y quedan como un vago recuerdo. Se los prometo.

*Investigador del Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas; Presidente de la Fundación Laura Rodríguez