Por Jacques COTTA*

Mantenerse lúcido y no olvidar algunas cuestiones que puedan molestar

Los asesinatos que han golpeado a los periodistas del semanario Charlie, miembros de las fuerzas del orden, el guardia del edificio que protegía el periódico, constituyen un verdadero horror. Es la prensa, la democracia, el derecho a decir, a pensar, a criticar, el simple derecho a vivir libre los que han sido alcanzados así en nuestra carne y nuestra sangre por el fanatismo vestido de ropaje religioso. Las condenas son evidentemente unánimes. La compasión se torna total y la unión nacional compartida detrás del dolor y el espanto. El razonamiento es simple: «¡Es la guerra y frente a la guerra hay que estar unidos!». Pero detrás de estas reacciones, nos parece indispensable, a riesgo de contrariar las unanimidades de fachada, plantear algunas cuestiones ineludibles.

1/Primero sobre el contexto.

Algunos días antes de los homicidios cometidos en los locales de «Charlie-Hebdo», Eric Zemmour y Michel Houellebecq ocupaban el espacio mediático y fueron cualificados de islamofóbicos por » la inteligentsia » parisina. Hasta el punto de lamentar su derecho a la palabra. Delito de opinión pues. No se trata aquí de repetir posiciones políticas que nos son ajenas, sino de subrayar dos caras de la misma medalla. Porque es en nombre del delito de opinión otra vez que unos » locos de dios » entraron en las oficinas del semanario Charlie para provocar la matanza. Reacción escuchada el mismo día de los asesinatos: «estaban avisados, se lo estaban buscado”. Así, el ejercicio del derecho de expresión y del deber de informar – particularmente con las caricaturas de Mahoma – serían la causa del homicidio. Saber callarse, he aquí lo que hacía falta. ¿No hay allí una extraña convergencia entre los asesinos de «Charlie» y el buen nombre de quiénes les condenan?

2/Ahora sobre nuestros valores.

«Democracia», » derecho de expresión «, » libertad de la prensa «… Aquí de nuevo una unanimidad conmovedora. ¿Pero sobre el fondo? De las tomas de televisión a la escalinata del Elíseo, se le da la palabra a los «representantes» de las comunidades – musulmanes, judías, católicas – para pedirles llamar a la calma y la unidad nacional. Las comunidades tendrían pues la solución en su seno. ¿Pero qué son las comunidades religiosas en la República, si no una peste portadora de dramas?. La religión es asunto privado. En el momento en el que interfiere en el ámbito público, se opone al principio republicano de laicidad y lleva consigo la oposición, la intransigencia y en resumidas cuentas el desorden. Es en nombre de la religión – la suya – que los asesinos han salido gritando después de la matanza » hemos matado a Charlie » y antes de concluir » Mahoma ha sido vengado”. Los asesinos encuentran su fuerza en la negación de la laicidad que sustituye al ciudadano en la República por los miembros de una comunidad, que confesionalize el espacio público y la vida política. Tal es el sentido de la orden tajante formulada sistemáticamente a la » comunidad musulmana » de explicarse…

3/Finalmente sobre la historia.

Es imposible comprender la emergencia de estos » locos de Dios » si no se vuelve a ver en la historia reciente la política llevada a cabo por nuestros gobernantes. Desde unos treinta años, la situación viene siendo minuciosamente preparada por la política norteamericana que organizó, armó, y apoyó a los Talibanes, en Afganistán, Al Qaida y Oussama ben Laden en nombre de la lucha contra los soviéticos. El virus ha sido fabricado, desarrollado y multiplicado por los Estados Unidos. Ese es el punto de partida. El nacimiento del monstruo es obra de » la civilización » para repetir la terminología de moda. El «mal» es sólo el producto del «bien». Por otra parte «mal» y «bien» siguen siendo otra vez las dos caras de una misma moneda. Tanto una como la otra reclaman por el choque de las civilizaciones y adhieren a la teoría del caos. El producto de esta política se ha desarrollado bajo nuestros ojos, en un silencio ensordecedor. La guerra en Iraq debía durar algunos meses. En nombre del petróleo el estado iraquí ha sido destruido, el pueblo iraquí doblemente martirizado, primero por su dictador, por los bombardeos luego, y hoy, más de 20 años después de la primera guerra del Golfo, el caos domina. Los aprendices yihadistas encontraron allí los recursos necesarios para su locura. Y de paso, la negación de los pueblos y la destrucción de los estados se extendieron en Libia, luego en Siria. El mismo caos, el mismo abono para los aprendices de brujo. Después de Nicolás Sarkozy, François Hollande se ha distinguido en una política guerrera totalmente loca. En Nigeria, Boko-Aram que rapta a mujeres, alumnas de un instituto de enseñanza secundaria y niños. Boko-Aram que asesina a sus opositores sin más ni más, se apoderó de numerosos sitios estratégicos, hasta el punto de amenazar a los países vecinos. Y cuando la misma comunidad internacional, Nicolás Sarkozy y François Hollande en particular en el mismo arranque, clama su voluntad de terminar con » la barbarie «, todos ellos se callan cuando a las puertas de Turquía los kurdos combaten solos contra las tropas de «Daesh» bajo la mirada de los carros turcos que permanecen inmóviles. El temor a ver Kurdistán unificado e independiente reuniendo a los componentes sirios, turco e iraquíes es más fuerte que las declaraciones de principios contra los terroristas… El silencio de los gobernantes también ha sido calculado por Qatar o Arabia Saudita, que protegen a los principales proveedores de fondos de los » terroristas” así como a sus principales referencias, con trasfondo de intereses geoestratégicos, petroleros y financieros.

Las consecuencias que nos acechan son incalculables.

A escala internacional en nombre de la civilización, las operaciones de guerras en las que estamos metidos corren mucho peligro de desarrollar el caos, del que sacan provecho de hecho los gobernantes del » mundo civilizado » para asegurar su poder.

A escala nacional el consenso se está dibujando para fijar un fortalecimiento del arsenal represivo que apunta y apuntará al conjunto de la población, así fue al día siguiente del 11 de septiembre en EEUU con el patriot act. En nombre de la libertad,  pues son justamente las libertades individuales y colectivas las que corren mucho peligro de quedar en el punto de mira.

En el contexto de la política ultra liberal implementada por el gobierno de François Hollande, Manuel Valls y Emmanuel Macron, los ataques como los de que fueron víctimas los periodistas de Charlie-Hebdo, permiten desviar la atención de las preocupaciones sociales en nombre de una seguridad amenazada. Colocan condiciones favorables para la puesta en obra de la política de regresión social del gobierno, en la línea de las orientaciones solicitadas por la Unión Europea.

A pesar del horror, sola nota positiva, el humor tan querido por Charlie-Hebdo habrá sido respetado. La catedral «Notre-Dame» ha hecho repicar sus campanas en signo de homenaje cuando el Papa estuvo rezando por Charlie. ¡Bajo el lápiz de Cabu, esto habría hecho una portada “de la hostia»!

*Periodista, realizador de documentales a France Televisión. Escritor, autor de varias obras de investigaciones y co-editor del blog francés de análisis político-social La Sociale http://la-sociale.viabloga.com