Por Daniel Raventós para sinpermiso.-   La pornografía ¿es el único mercado libre? Puede parecer una pequeña provocación. Incluso una simplificación. Pero creo que no excesiva.

Empecemos por lo principal. Todo nació en una investigación para la que debía leer distintos materiales sobre la imposición fiscal a los más ricos. Los ricos ¿deben pagar más impuestos que los que pagan ahora? Todo un ejército de académicos, periodistas e intelectuales (vamos a ser condescendientes) está dedicado, en general no de forma económicamente desinteresada (y puede ser desinteresada: siempre hay tipos psicológicamente esclavo-dependientes) a demostrar que subir los impuestos a los ricos es: o bien moralmente malo, o bien económicamente ineficiente, o bien socialmente producto de la envidia, o bien cualquier otra memez que se le ocurra al charlatán de turno [1]. No siempre ha sido así, no siempre se justificado con la misma tranquilidad y desfachatez la maldad que significa aumentar los impuestos a los ricos, pero ahora es así.

El argumento, con ciertas variantes, acostumbra a seguir este recorrido. Hay algunas personas que por su iniciativa, o por su ingenio, o por su creatividad, o por su aportación innovadora… hacen grandes aportaciones a la sociedad. Aportaciones que cambian la vida de muchas personas, que facilitan la existencia de productos que mejoran la sociedad. Estas personas, precisamente por sus innovaciones, aportaciones o lo que sea, deben cobrar sumas alejadas de la media. Es justo, es razonable, corresponde a su mérito, continúa la argumentación. Los mercados (aunque algunos llegan hasta el absurdo de simplificar en singular con “el mercado”) deben ser libres, interferirlos es sinónimo de ineficiencias, distorsiones, costos excesivos… Parece ridículo, y en otras coyunturas lo fue abiertamente, pero ahora muchos no lo consideran así. Y además, actualmente esta cruzada da dinero a algunos autores, premios Nobel a otros, cátedras aún a otros más y seguidismo servil periodístico permanente. [2]

¿Existen los mercados libres? Quizás el mercado de la pornografía algo se parece a un mercado libre. Para constatar por qué antes es preciso explicar algo más.

Los mercados son creación de los Estados. Mercados hay de todos los tipos: con mayores o menores intervenciones o regulaciones. Además son mercados muy distintos incluso sin atender a sus respectivas regulaciones o configuraciones. Hay mercados de lencería fina, de material de alta montaña, de vino, de productos financieros… Todo mercado es una compilación de leyes, normas, regulaciones sobre lo que se puede y no se puede hacer si se participa en él. Estas leyes, normas y regulaciones las hacen los parlamentos, el personal funcionario las aplica y las autoridades del Estado las protegen por medio de los juzgados, la policía y las cárceles. Estos parlamentos, dependiendo de la situación histórica en la que aprueban las leyes, pueden legislar a favor de los más ricos, a favor de los más pobres, a favor de los del medio… La lucha de clases marca el paso. Los juzgados, la policía y el sistema carcelario aplica lo que se les dice. Hacen cumplir, cada uno en su cometido específico, las leyes y normas que en aquel momento están vigentes. En pocas palabras: los mercados están configurados por intervenciones constantes de los gobiernos. Siempre, absolutamente siempre. A favor de unos o a favor de otros. Jamás a favor de todos.

Y la pornografía cinematográfica ¿qué pinta en todo eso? Será fácil entenderlo si nos preguntamos: ¿Alguien conoce a las grandes estrellas masculinas o femeninas de la pornografía? ¿Alguien conoce a las grandes estrellas de la cinematografía no declaradamente pornográfica? En grandes números: no en el primer caso, sí en el segundo.  Más cerca del núcleo del problema: ¿cobran parecidamente las estrellas de la pornografía que las cinematográficas no pornográficas? ¿Por qué cobran mucho más Meryl Streep, Jeff Bridges, Glenn Close o Anne Hathaway que Lisa Ann, Sandra Romais o James Deen? ¿El motivo es que el primer grupo realiza mejor su trabajo que el segundo? Difícil sería demostrarlo. No, es algo mucho más sencillo. Es gracias a la intervención diferente del Estado en sus respectivos mercados. En el caso del primer grupo, las legislaciones sobre los derechos de propiedad les permite percibir unos derechos de autor por sus trabajos en el mundo del cine convencional. Las películas en las que intervienen Meryl Streep, Jeff Bridges, Glenn Close o Anne Hathaway no pueden copiarse y distribuirse libremente (y si se hiciera, esta gente no cobraría demasiados euros o dólares). Estaríamos en un mercado bastante libre, pero entonces nadie querría pagar a estas estrellas demasiado dinero. En ningún caso nada parecido a lo que obtienen ahora. Las estrellas de la pornografía, ¿no tienen talento, no son altamente eficientes en su trabajo? Afirmar que son incompetentes exige demostración. En todo caso, parece razonable pensar que algunos actores o actrices serán mediocres, otros notables y aún otros excelentes. Pero estas estrellas no están tan protegidas en sus derechos de propiedad en su respectivo mercado. Y no lo están porque los productores de pornografía, a diferencia de los otros productores de cine, tienen menos posibilidades de ganar las acciones legales que podrían emprender contra la piratería. No es importante ahora en la argumentación el por qué. El hecho es que no emprenden acciones legales, a diferencia de los productores de cine digamos no pornográfico. El producto de su trabajo corre de forma descontrolada por Internet. Son constantemente pirateadas las películas pornográficas (y no creo necesario extenderme en que este artículo ni toma partido incondicional por toda la piratería que circula por Internet, ni aplaude todas las manifestaciones de la pornografía, ni aún mucho menos en si debe ser o no prohibida). Como consecuencia, las casi desconocidas estrellas pornográficas cobran muchísimo menos que las estrellas del cine no pornográfico.

Una cierta analogía podría servir. Analogía y nada más: sobre la configuración política de los mercados… y de una monarquía. El que fue rey de España, Juan Carlos I, ¿alguien podría pensar que lo fue por sus méritos? Un Borbón altamente cotizado como vividor; enriquecido de forma oscura, con gasto del presupuesto público en su Casa Real completamente ocultado a las Cortes; que mató en 2004 uno de los últimos bisontes que aún vivían en Europa, un oso en los Cárpatos en el mismo año, después otro en Rusia, previamente emborrachado con vodka, y en el 2012, un elefante; gran seguidor de las corridas de toros sea por españolidad o por imposibilidad cognitiva de otra cosa… ¿Alguien piensa que mucha gente apostaría por dejar a un tipo así la cabeza de un Estado si no fuera por unas leyes, heredadas como muchos saben y pocos recuerdan del franquismo, que regulan lo que en el Reino de España es el jefe de Estado?Y, se da por sabido, lo de su hijo sigue el mismo razonamiento. Es cuestión de espermatozoides, no de mérito. Espermatozoides impuestos por ley.

No se trata de talento, no se trata de mérito, no se trata de trabajo. Claro que hay quien tiene algún mérito y hace alguna aportación que merece alguna compensación [3]. Sin duda, que nadie se confunda. Pero, pongamos por caso, que John Paulson tenga una remuneración equivalente a 80.000 enfermeras de su país, EEUU, ¿es producto del mérito? No, es producto, entre otras cosas, de una regulación determinada de los mercados. En su caso, del mercado financiero. No hubiera podido arramblar con tanto dinero con otra regulación distinta del mercado financiero, hace pongamos dos o tres décadas. Y menos aún cinco décadas atrás. En el mismo Estado, con otras leyes. Actualmente la regulación de este mercado financiero la dicta con pocos matices la gran banca [4]. En otros mercados, las grandes transnacionales dictan a los Estados el paso a los que han de desfilar. Esto quiere decir simplemente que la regulación o configuración política de los mercados está diseñada de forma que beneficie a la gran banca y a las grandes transnacionales. Esta realidad es lo que permite que los propietarios y gestores puedan arramblar dinero a espuertas. Que sea así ahora no quiere decir que haya sido así exactamente en toda fecha y lugar, pero eso es cosa, una vez más, de la lucha de clases. Y ahora todo es favorable a los que están en el decil de riqueza más elevado. Aún más favorable al que está en el 0’1% más rico. Una situación caracterizada no solamente por una extrema desigualdad, sino también por la amenaza a la libertad de la gran mayoría de la población no estrictamente rica porque socava su existencia material. Quizás en el futuro no será así. Puede ser de forma más favorable al resto de la población o más ventajosa aún al sector más rico. Una vez más, cosa de la lucha de clases. De momento, la pornografía cinematográfica, tengamos la opinión que tengamos sobre esta actividad, es un ejemplo de un mercado (casi) libre. Los mercados financieros, un ejemplo de mercado intervenido de una forma muy distinta a cómo lo estaban hace unas décadas. No se trata, como algunos dicen, de la trivialidad de que los mercados están más o menos intervenidos. Se trata de algo más viejo: Cui bono.

Notas:

[1] El charlatán no es necesariamente un mentiroso, simplemente no le interesa si lo que dice es verdad o mentira. “Por supuesto, todos sabemos que una actitud displicente hacia la verdad es más o menos endémica entre el colectivo de publicistas y políticos, especies cuyos miembros suelen destacar en la producción de charlatanería, mentiras y cualquier otro tipo de fraudulencia e impostura que puedan imaginarse.” Harry G. Frankfurt, Sobre la verdad, Paidós, 2007, pp. 23-24.

[2] Que Manuel Conthe, expresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, llegase a escribir en su blog: “la prensa española ha hecho un despliegue informativo y encomiástico sobre el banquero fallecido tan desmesurado y servil que me ha parecido «bananero» e incompatible con la idea de una prensa libre.
La prensa madrileña, en particular, que tan extensa cobertura ha dado, con razón, a la confesión del Sr. Pujol de que cometió un fraude fiscal parecido, ha mantenido, en general, un elocuente silencio sobre la conducta en ese terreno del Sr. Botín. No niego las diferencias -entre otras cosas, porque la confesión del Sr. Pujol parece la punta de un iceberg de corrupción familiar mucho más amplio-, pero las varas de medir en uno y otro caso han sido tan distintas que el espectáculo produce bochorno.”
Podría establecerse una fácil correlación: el cretinismo servil periodístico ante la muerte del mayor banquero del Reino fue proporcional al capital que la banca tenía invertido en el respetivo periódico. El País, por ejemplo, que puntuó muy alto en la competición botín-babosa, tiene una parte importante de su capital que es propiedad del Santander.

[3] Pero no es el caso que siempre se acostumbra a poner: Bill Gates. No merece en ningún caso la “compensación” desproporcionada que ha recibido y que lo ha convertido en uno de los tipos más ricos del mundo o en el que más. Su caso es más producto de la casualidad y de cierto trapicheo que de un mérito especial, como cualquiera que sepa la historia de Microsoft corrobora. Claro que Bill Gates, si lo comparamos con tipos como John Paulson, es un tipo socialmente más que útil. Otra cosa es cómo pudiera haber sido Internet si hubieran “ganado” otros que estaban en igual o mejor mérito que Gates, pero esa es otra historia que ya ha sido más de una vez contada.

[4] Cualquier persona normalmente constituida puede entender que si la banca dedica 1.200 millones al año y 1.700 personas a presionar en Bruselas por sus intereses… tiene un poder de regulación de sus mercados bastante mayor que el de los pensionistas que vana a retirar su pensión a final de mes en cualquier ventanilla bancaria. Ça va de soi: “cualquier persona normalmente constituida” en lo que aquí respecta no incluye a los zombis liberales.

(Una versión notablemente más reducida de este artículo se editó en Público el 24-10-2014: http://blogs.publico.es/dominiopublico/11451/pornografia-espermatozoides-borbonicos-y-mercado-libre/)

Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012).