La cancha de Argentinos Juniors explotó el sábado con el acto “Irreversible” de La Cámpora, la asociación de apoyo más explícito a Néstor y Cristina Kirchner y donde forma parte de la conducción nacional el hijo de los dos últimos presidentes argentinos, Máximo Kirchner.

De hecho, él hizo su estreno frente a un micrófono y una cancha llena brindando un discurso de alto contenido emocional, conmoviendo a las cerca de 40 mil personas que se congregaron en el acto.

El escenario

La primera oradora, Mayra Mendoza, que formaba parte del sexteto que acompañó a Máximo Kirchner en el escenario, completado por José Ottavis, Mariano Recalde y los Diputados Nacionales “Wado” De Pedro, Andrés Larroque y Juan Cabandié, fue quién aportó las razones de la convocatoria que estaban emplazadas en la condición de irreversibles a los logros conquistados por el gobierno kirchnerista. El interés de las juventudes por la política y su nueva participación y organización, la internalización de una conducta referida a “La patria es el otro”, la ampliación de derechos y la solidaridad militante, el llamado de seguir trabajando en los barrios y construyendo alternativas políticas.

Detrás de ellos, en las gradas del escenario, se apretaban decenas de militantes camporistas de todo el país que venían a demostrar que La Cámpora no era un grupito de  cargos políticos, sino que se trataba de miles de personas trabajando en las bases y en todas las disciplinas: la educación, el cooperativismo, la vivienda, el deporte, las artes, los pueblos originarios y el sindicalismo, entre otros.

Juan Cabandié puso en el eje de su alocución la continuidad de las luchas sociales transgeneracionalmente y la continuidad de los valores que movilizaron a los compañeros desaparecidos durante la dictadura y que hoy enlazan con el ejercicio militante de las generaciones nacidas en democracia. También tuvo palabras de reconocimiento para Miguel Ángel Fernández que estaba en el estadio en homenaje a su hija María Soledad fallecida el mes de julio y que participaba de la agrupación política.

El debut

También fue la primera oportunidad para poder escuchar a Máximo Kirchner en un discurso público. Que sirvió para confirmar la unidad en la acción de los diferentes sectores de la organización juvenil. “En las caras de ustedes veo las convicciones de Néstor y Cristina” fue el elogio que eligió para lanzar el emotivo estreno.

Este acto rompe definitivamente con el halo de secretismo que seguía circulando alrededor de La Cámpora y reafirma el compromiso con la democracia y con el respeto de la voluntad popular a través de las urnas, llevando en este mensaje una crítica a los sectores desestabilizadores dispuestos a hacer tambalear la figura presidencial.

“No hay que tener miedo, hay que tener consciencia, hay que dar amor” dijo, “para no entrar en su juego de culatas y barrabravas” y reforzó la idea de pueblo convencido, pero dispuesto a debatir, convencer y entusiasmar para seguir guiando los caminos de la nación. Lo que definió como “caminata eterna persiguiendo sueños, más allá de que parezcan imposibles”. “Ustedes me lo enseñaron a mí” confirmó y aseguró que los números del Estado tienen que cerrar con la gente adentro, “con la gente afuera lo hace cualquiera” golpeó el dirigente santacruceño.

Las tribunas

Si bien los discursos fueron muy emocionantes, recorrer las tribunas y mezclarse en el campo de juego fue una experiencia conmocionante. Había varios contingentes llegados del interior del país, con compositivas muy diversas, desde grupos de jubilados, cooperativistas, estudiantes de todos los niveles educativos, originarios y veteranos de la Guerra de Malvinas.

El ambiente era festivo y de deslumbramiento. Se trataba del acto más masivo organizado por La Cámpora y la logística se mostraba muy eficiente. Sorprendía ver a los diferentes grupos fotografiándose entremezclados, los unos con los otros, muy requeridos estaban los excombatientes que regalaban abrazos y sonrisas. Los chicos bailaban con las canciones que inflamaban los corazones y de golpe me encontré rodeado de adolescentes de piel cobriza que miraban las pantallas y enumeraban los asistentes que iban llegando: Urribarri, Parrilli, Kicillof, Mariotto, Aragón y los conocían a todos, sabían quiénes eran y qué rol cumplían. Jóvenes que caminando los barrios porteños serían mirados con desconfianza y más de uno sería interpelado por las fuerzas de seguridad. Pero estos chicos eligieron cambiar la realidad que los circunda, eligieron creer que a través de la política es posible transformar la realidad y están experimentando el trabajo en equipo, la sincronicidad, la inteligencia de los sueños colectivos. Y sumergirse en esa marea diversa y convencida aceleraba las pulsaciones y humedecía los ojos.

La lectura

Se pueden sacar muchas conclusiones políticas del acto, de la historia de La Cámpora, de su influencia, se puede leer desde la gestión de gobierno o desde su acción en la base. Se puede hacer todo eso y se puede impostar mucho, uno puede abstraerse y poner la mirada en la nota disonante, en lo que faltaba para alcanzar las perfecciones inabordables.

Pero también uno puede dejarse arrastrar por este empuje, dejarse conmover por sentimientos compartidos, dejarse seducir por un futuro común y en esa dirección de confluencia, no asombran ni los bebés en manos de sus madres en medio de la turba, ni sorprenden los chicos de 13 años que te retrucan las ideas políticas, ni los jubilados que recuperaron la fe y la esperanza en que los cambios están en marcha. Lo mejor es no sentirse ajeno a esta construcción que depende de todos.