Por Alejandro Viovy.-

Como en la mayoría de las capitales en Latinoamérica el transporte público se ha convertido en un lugar aborrecible y deprimente. El crecimiento desenfrenado y escandaloso de la ciudad ha provocado que cada vez las distancias que las personas deban recorrer sean mayores, registrando lamentablemente un promedio de al menos 3 horas al día en dirigirse a sus destinos obligatorios (hogar-trabajo/estudio-hogar).

El sistema impuesto de transporte en Chile ha negado el bienestar de las personas, y sólo ha generado malestar y amargura en la población. La competencia laboral y la lucha por vivir sin endeudarse han estimulado la violencia entre nosotros; en desconfiar de nuestros compañeros, en ignorar a la persona con capacidades diferenciadas y en ser cada vez más individualistas. Tenemos poco tiempo para compartir con nuestras familias y amigos, y muchos no son felices en sus trabajos.

Sin embargo, en este mar difuso de extraños anhelos sugeridos por la economía aparece de improviso la genuina y rebelde voz de Víctor Jara, los honestos y profundos versos de la Violeta Parra, la esperanza de un mundo mejor en Intillimani y la coherencia de Mercedes Sosa. El cantor popular, es ese joven que inspirado canta desde el corazón, con desgarro y un atrevimiento inexplicable, que nace de lo más bello que esconde el ser humano y que exige desprenderse hacia la liberación.

Suena la primera cuerda y la apatía de los rostros comienza a cambiar lentamente. El ceño de la frente pide descansar al igual que los audífonos que ya no quieren funcionar más. La conversación se detiene y el libro se cierra. El que dormía despierta y el que se hacía el dormido, comienza a mirar. “Paz en Gaza” grita el cantor y comienza la fiesta.

El canto es fuerza, es paz, es convocante, es alegría. Al escuchar la melodía nos trasladamos a un tiempo sin tiempo, sin ataduras ni exigencias sociales, en donde la felicidad sólo se explica por el hecho de estar ahí. La vida es puro goce, es un proyecto transformador individual y social.

Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento”. Esta frase de Violeta Parra la escuché por primera vez en una micro cuando era pequeño. Me marcó en un breve lapso de segundos, fue como una irrupción de luz en medio de la oscuridad que se transformó en un recuerdo permanente.

El transporte público vive una crisis, pero también una oportunidad. Una oportunidad para vernos las caras, para sentirnos humanos, para demostrarnos cariño. El cantor popular está haciendo algo importante, quizás no lo sabe, ni tampoco no se lo ha propuesto como meta, porque su desarrollo ha sido por necesidad. El canto rebelde, la cultura y tradición del pueblo de chile conquistaron al cantor popular para que sea un intermediario ante las nuevas generaciones y convierta en historia los logros alcanzados colectivamente.

Víctor Jara se describía así: “Yo soy un trabajador de la música, no soy un artista, el pueblo y el tiempo dirá si yo soy artista, yo en este momento soy un trabajador, y un trabajador que está ubicado con conciencia muy definida, como parte de la clase trabajadora que lucha por un futuro mejor”.

El cantor popular nos invita a soñar. A soñar que todo es posible. A soñar que estos sueños en verdad, son realidad.