FUENTE: Manuel Vázquez

¿Cómo poner fin a una guerra en la que no hay un frente definido; donde las partes en conflicto van más allá de los dos clásicos bandos; donde variados intereses extranjeros juegan un papel determinante; en la que un civil, con solo estirar la mano y tomar un AK, se convierte en un extremista armado?

Ese puede ser el caso de Siria a inicios de 2014. En estos momentos, el territorio del país se encuentra artificialmente dividido en zonas entremezcladas en las cuales ejercen su control diversas agrupaciones, tanto del gobierno como de la llamada oposición, dentro de la cual hay tendencias a veces contrapuestas en el aspecto táctico, lo que lleva a frecuentes enfrentamientos intestinos.

De un lado, el Ejercito Árabe Sirio, los Comités Populares (milicias), junto a miembros del movimiento libanés Hezbollah, controlan Damasco y parte de sus alrededores, así como grandes zonas de la franja occidental del país (la más poblada).

En esa misma área, con preponderancia en las regiones norteñas, son relativamente fuertes varias decenas de agrupaciones de extremistas islámicos vinculados directa e indirectamente con la red al-Qaeda, creadas y apoyadas por naciones como Estados Unidos, Francia, Turquía, Catar y Arabia Saudita. En el noreste del país, y a lo largo del río Éufrates, está agrupada la mayoría de los miembros del Estado Islámico en Irak y el Levante, de ideología trakfirista (extremista islámica), quienes pretenden establecer en todo el Medio Oriente un califato regido por la sharia (ley islámica) en su interpretación más medieval.

Más al norte, en extensas zonas fronterizas con Turquía, el pueblo kurdo, sobre las armas y con posiciones nacionalistas opuestas al fundamentalismo religioso de al-Qaeda y similares, implementa sus mecanismos de autodefensa que hasta el momento han resultado exitosos. No obstante esa distribución de grandes áreas, en el interior de cada una se cruzan regiones bajo el dominio de varias organizaciones armadas en una partición marcada por el avance de las tropas gubernamentales en casi todos los frentes.

Surge una idea. Dada la característica urbana de muchos de los escenarios de combate elegidos por las fuerzas contrarias al gobierno sirio, las cuales usan de manera frecuente a los ciudadanos como escudos humanos, el conflicto se ha saldado hasta el momento con la pérdida de más de 120 mil vidas, muchas de las cuales son de civiles.

De ahí que, mientras se lucha por la eliminación completa de los irregulares armados, el gobierno haya pensado en una solución intermedia, encaminada antes que nada a evitar más muertes. De esa manera, Damasco lanzó la iniciativa de Reconciliación Nacional, según la cual, tras un cese al fuego local, la administración y control de las ciudades o barrios pasa conjuntamente a manos del Ejército y los armados, quienes previamente hacen entrega de sus armas pesadas.

Así, los habitantes de esas urbanizaciones pueden regresar a sus hogares (los que aún permanecen en pie), los convoyes de ayudas alimentarias y de medicinas son capaces de acceder a ellas, y dentro de las muy limitadas posibilidades de un país en guerra, puede iniciarse el largo proceso de reconstrucción.

Según resumió el ministro de Estado para Asuntos de Reconciliación Nacional, Ali Haidar, las reconciliaciones sociales (locales) acomodan el terreno para el lanzamiento de una solución política definitiva a la crisis en Siria. Aunque no hay números oficiales de cuantas de esas iniciativas están en curso, algunas fuentes confiables hablan de hasta 50, cada una de las cuales cuenta con sus particularidades, como es lógico en empeños que se implementan en localidades con diferentes características demográficas, religiosas, y políticas.

En Damasco y sus alrededores, sólo una avenida suele separar a barrios “normales”, mínimamente afectados por el conflicto, de otros donde el control compartido entre gobierno e irregulares desmovilizados hace que los combates sean algo superado. Por ejemplo, en Barzeh, Bebila, Qudseya y Moadamieh, miembros del Ejercito Libre Sirio y de otras agrupaciones irregulares, convertidas en una suerte de Comités Populares, colaboran con las autoridades en medio de un ambiente de paz, aunque no carente de desconfianzas mutuas.

Pero más allá de inevitables imperfecciones, la reconciliación nacional en esos sitios ha logrado su principal objetivo: detener el derramamiento de sangre y tratar de llevar a la sociedad siria a lo que era antes de la crisis a través de las fuerzas sociales locales.

Camino accidentado. No obstante, esos progresos no están exentos de obstáculos. De hecho, los grupos de armados más radicales se oponen totalmente al proceso, según el dictado de las potencias extranjeras que desencadenaron y atizan el conflicto en Siria, cuyo objetivo es proseguir la guerra hasta la destrucción de este Estado.

Además, sienten que de esa manera pierden poder, autonomía e influencia. Así, por ejemplo, en la localidad de Qudseya los armados asesinaron un general del Ejército, lo cual provocó la paralización momentánea de la reconciliación en esa ciudad, al tiempo que en Moadamieh atentaban contra un punto de control de las fuerzas armadas, aunque en esa localidad logró restaurarse rápidamente la calma.

Mientras, en el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk, en el suroeste de Damasco, la situación se agravó en días recientes por una arremetida del Frente al-Nusra (rama de la red al-Qaeda en Siria) contra zonas controladas por el Frente Popular para la Liberación de Palestina junto a otras 14 facciones palestinas, y áreas donde prevalecen grupos de opositores de esa nacionalidad.

Otro de sus temores es que las tropas gubernamentales, que dejen de ser necesarias en las zonas bajo el alto al fuego, se desplacen hacia regiones donde el Ejército los combate en estos momentos, inclinando así aún más la balanza de fuerzas del lado de Damasco.

Sin embargo, entre patriotas sirios también existen recelos, y aunque se muestran satisfechos con la detención de los combates en las localidades bajo reconciliación, se preguntan si ese proceso no estará creando bombas de tiempo sociales.

De hecho, los armados que participan en esa iniciativa no han cambiado sus criterios y objetivos políticos. Sólo se adaptaron de momento a la imposibilidad de derrotar al Ejército Sirio, por lo que su verdadera reinserción social es un tema pendiente.

Para que la reconciliación sea irreversible, estiman, es imprescindible derrotar militarmente a los extremistas islámicos. Sólo entonces sería factible un diálogo nacional donde se concilien los intereses de todos los sirios.