Por Damián Würschmidt.-

El apoyo al gobierno de Venezuela en el momento actual no puede ser una discusión teórica.

En los años 2009 y 2012, Honduras y Paraguay respectivamente, sufrieron embates desestabilizadores similares a los que enfrenta hoy Venezuela. Fue así que sus democracias, alineadas con una Sudamérica autónoma de las potencias extranjeras, sucumbieron y sus gobiernos fueron derrocados. Una operación inducida desde otros países y en connivencia con sectores de derecha que no tienen peso electoral suficiente.Además de estos dos casos, hubo tentativas que no llegaron a concretarse en la misma Venezuela, Ecuador y Bolivia por esos mismos años.

Como residente en Argentina, puedo dar fe del último intento de desestabilización económica que durante las semanas pasadas promovieron sectores concentrados de la economía para condicionar al gobierno actual, como lo han hecho en innumerables oportunidades y forzar una salida antes del mandato constitucional, una pretensión que machaca la impotente oposición y que vertebra las “protestas contra las dictaduras” desde Caracas hasta Buenos Aires.

Se trata de una forma encubierta de golpe de estado que sistemáticamente se viene aplicando a los mismos gobiernos y/o países (de orientación independiente de EEUU), con la misma metodología (utilizando distintos medios de des-información y descartando vías electorales y democráticas), financiado por los mismos intereses (económicos extranjeros apetentes de recursos naturales o de otra índole) y con el mismo patrón de conducta necesario (sectores internos dispuestos a entregar el patrimonio de sus pueblos a minorías de otros países).

Replicada en tiempo y espacio una y otra vez esta mecánica perversa ¿Qué deben hacer los gobiernos y qué deberían pedirle a sus poblaciones que hagan? o ¿qué deben hacer las poblaciones y qué deberían pedirle a sus gobiernos que hagan? O bien ¿qué deberían pedir los humanistas a las poblaciones y a los gobiernos que hagan? Esa es una discusión interesante, porque es algo que no está resuelto adecuadamente aún.

Algo que sí se está resolviendo, lenta o velozmente, en la región se ve ilustrado por los cambios en la dirección migratoria entre Sudamérica y los países centrales durante la última década[1]. Esto se debe a sensibles mejoras en las expectativas de vida experimentadas por las poblaciones sudamericanas aunque la discusión sobre su calidad, cantidad o sustentabilidad  pondremos en segundo plano con el objetivo de advertir que son esas políticas, mal o bien llevadas, las que justamente ocasionan la intervención de potencias extranjeras en la medida que éstas ven amenazadas sus expectativas de expoliación.

Salta a la vista que el enemigo es el mismo, por eso la defensa de todos los gobiernos constitucionales de la región es importante para los pueblos de este lugar del planeta y, por lo tanto, para los humanistas. Pero es difícil comprender algo sino se tiene la experiencia, o bien si la hemos perdido o desconectado. Es lo que ocurre con algunos estratos de la sociedad que han olvidado las penurias pasadas, o las han negado, al tiempo que comienzan a identificarse con las aspiraciones y los problemas de las minorías privilegiadas. Así se explica cómo hay personas que sufren por lo que se le quita a los ricos, pensando en lo que también podrían perder cuando en algún momento lo tengan.

Alguna vez Silo explicó lo interesante de Sudamérica desde el punto de vista del vacío que tiene por delante y no por su folklore o sus particularidades. Es decir, no por aquello que la identifica, sino por aquello que no es. En lo personal se experimenta como no ser de allá, en referencia a la ascendencia, ni ser de acá, en tanto originario de esta tierra. Un descubrimiento tan confuso, un origen tan promiscuo, una historia tan corta, un territorio tan extenso, una población tan diversa, una tradición tan improvisada, hacen pensar en la dificultad para concebir una identidad monolítica como espera el pensamiento establecido. Una dificultad y una posibilidad al mismo tiempo.

Para el Humanismo, seguramente la Historia no empieza ni termina en esta decisiva circunstancia, pero tenemos presente el proceso y su dirección para discernir qué se juega en cada paso que damos. Además, sabemos que en el largo camino de la humanidad, a las calamidades de la naturaleza siguieron las del hombre primitivo y que detrás de éstas no habita el arbitrario azar sino la intencionalidad humana. Por tanto, una lucha de intenciones es mucho más complejo que ordenar razonamientos y revisar contradicciones lógicas. Es una situación donde el Ser esta comprometido. En última instancia, comprometido con el futuro, más o menos consciente, pero nunca al margen e ilusoriamente neutral.