Por Guillermina Noro
¿Existe una única y verdadera manera de ser una buena madre o padre? ¿Existe un modelo idóneo, un ideal de crianza? ¿Existe una forma ejemplar, de proceder con el embarazo, de tener a los hijos, de alimentarlos y de amarlos? Según algunos gurúes, sí hay un ideal y toda aquella mina o tipo que no cumple estos mandatos es por pereza, por ignorancia, por falta de poder o por estar subordinado al patriarcado.

Pocas cosas generan tantas culpas y dudas como la manera de cuidar un bebé. Cada madre y padre es diferente, cada niño es particular, cada situación es diversa y en un mundo donde el exceso de información es una constante la necesidad de orientación se presenta como una urgencia. En este contexto, la persona que se muestra como aquella idónea para brindar todas las respuestas genera una adhesión casi instantánea, máxime si fundamenta sus argumentos en una naturalidad mecánica en la cual uno puede sentirse protegido. Esto es, a mi juicio, lo que sucede con muchos autores, que alejados de cualquier intento de hacer pie en lo singular de cada familia, venden un modelo «verdadero» al cual todos debemos amoldarnos si queremos educar chicos felices.

Para que quede claro, apoyo los derechos de las mujeres y de los varones a decidir la mejor manera de parir y criar a sus hijos -siempre y cuando se asegure la salud y el bienestar de las personas-, con la misma fuerza con la que rechazo un modelo único que se basa en una «verdad natural» para fundamentar un ideal absoluto. Cualquiera que me imponga una receta obtiene mi rechazo, porque las recetas son dogmatismos que se alimentan de temores y eso es detestable.

A continuación una descripción exagerada y completamente tendenciosa (me voy a dar ese lujo, sepan comprender) de lo que me parece mas reprochable de estos «maestros»:

Para comenzar hay que tener a los hijos vaginalmente, en casa, bajo el agua y teniendo uno o más orgasmos. Porque, sépamoslo mujeres, los dolores de parto son ilusiones del patriarcado, cualquier tipo de medicalización (aunque ésta fuera consentida o incluso solicitada) es violenta, nociva e innecesaria y nos separa de nuestro valor ancestral esencial. Acá lo importante es recuperar el parto que, intencionalmente, hemos vendido, cual alma al diablo, a los hombres, esos malditos insensibles que nos hacen parir en cautiverio nuestras crías … Está bien que gracias a la intervención de la ciencia este asunto de la mortalidad materna e infantil haya disminuido radicalmente, pero es un detalle menor, uno que no vale ni mencionar.  


Luego de tenerlos hay que hacer colecho y darles sí o sí el pecho hasta que ellos mismos decidan dejarlo. Aunque duela, aunque no nos guste, aunque no se puedan quedar con otra persona sin hacer un drama, aunque no tengamos leche y aunque nos sintamos invadidas por la voluntad de un niño de 6 años que nos levanta la remera cuando se le da la gana, hay que seguir adelante. Ya sean niños índigo o cristal, los purretes son nuestros dueños y maestros y los que eligen, sabiamente, como ponerse sus propios límites.

Para comer les daremos productos orgánicos, verduras de la propia huerta y cereales integrales. Ir al Mac de vez en cuando será motivo de vergüenza y desdicha eterna. Ante la menor duda nos inundaremos de información provenientes de paginas de Internet que hablan mal de los alimentos procesados, de los transgénicos, de la leche y de las vacunas (todos malvados y perniciosos).

Con respecto a sus enfermedades vamos a tener que prestar especial atención a nosotros mismos, porque TODAS las afecciones de los chicos son fruto de nuestras propias sombras, traumas o bloqueos, así que ante un resfríado que se repite vamos a tener que hurgar dentro de nosotros hasta que encontremos esa sombra obscura que no te deja ser plenos y felices con ese bebé que debe ser todo nuestro mundo.

Chicas, ustedes se preguntaran entonces ¿y el trabajo? ¿y el estudio? Eso pasa a un tercer plano en este momento, el deseo de retomar toda actividad personal es lisa y llanamente un acto de egoísmo, la necesidad de un espacio íntimo es una manera de abandonar al bebé. Por 2 años -mínimo- debemos vivir por y para él, valiéndonos de nuestro instinto innato, nos dedicaremos completamente a nuestro hijo. Luego le daremos lugar al padre, que tan bien nos ha provisto de lo necesario para vivir, cuidado nuestra burbuja maternal, tal cual manda la Pachamama del alma.

… Y que se pudra Flanders.