Este fin de semana, en la Región del Bío bío, los incendios forestales han provocado cuantiosas pérdidas que se suman a las que ya habían ocasionado en Arauco y en Quillón. Según CONAF han surgido 18 focos. Entre estos, uno en Florida que incineró una casa en el sector San Lorenzo, otros dos incendios cerca de Quirihue, otro en el sector del lago Lanalhue, provincia de Arauco, también se tuvo que combatir un foco camino a Santa Juana, además en el cerro Chepe y en el valle Nonguén de Concepción.

Todos estos siniestros, menos el del cerro Chepe, han surgido en medio de plantaciones forestales de pinos y eucaliptos, incluso en predios de grandes forestales. En el caso del incendio de Lanalhue y Valle Nonguén aun no pueden ser controlados, amenazando a los vecinos del lugar.

Histéricamente, las autoridades gubernamentales acusan a terceros de ser quienes provocan estos incendios, ocultando una verdad que los obliga a dar explicaciones: el apoyo y la no regulación a la industria forestal.

Desde 1974, a través del dercreto 701, el Estado de Chile ha subsidiado la plantación y el manejo de plantaciones a las grandes empresas forestales. Junto con CONAF, estas empresas (ARAUCO, MININCO y MASISA, como las más grandes) han mentido, diciendo que lo que han plantado son bosques, lo han hecho en terrenos erosionados inservibles y que son cultivos inocuos para los terrenos. Falacias como éstas se develan ahora.

Un brigadista de CONAF que el pasado sábado trabajaba en el incendio del Valle Nonguén, planteó que en un terreno con plantaciones de pino o eucalipto era mucho más difícil de extinguir el fuego, sobre todo por su sequedad. Lo planteado por el brigadista expresa lo denunciado por diversas comunidades a cerca del alto consumo de agua por parte de estos árboles.

Como hemos dicho en otros artículos, una plantación forestal no es un bosque, pues no se permite la diversidad y los ciclos propios de estos ecosistemas, entre ellos, el del agua. Un monocultivo forestal tiene plantaciones de la misma especie que, plantadas a una razón de 1600 árboles por hectárea, extraen agua como si fueran verdaderas bombas, ya que todos están en periodo de crecimiento hasta que son talados. Y así, cada 9 u 18 años, según según sea eucalipto o pino, estas rotaciones van menguando las capas freáticas, hasta llegar a las circunstancias que hoy nos afligen.

Se juntan a éstas razones, los nulos resguardos, tales como cortafuegos que en países como Canadá son de 1.6 kilómetros de ancho y aquí las confunden con las vías de saca (caminos para sacar los troncos talados en camiones). Por otra parte, éstos árboles contienen y exudan trementina, una sustancia inflamable que con la exposición al calor puede propagar o iniciar incendios.

Todos estos hechos orientan a explicar la ocurrencia y aumento de incendios forestales por el mismo modelo que se expande en los lugares afectados. Los incendios se han propagado por la zona centro sur y por la cordillera de la costa, precisamente el escenario de los monocultivos de pino y eucalipto que ya suman casi 3 millones de hectáreas.

Quienes se han beneficiado de este nefasto negocio ya han mentido bastante, hoy la comunidad puede tomar la palabra y la iniciativa. Limitar y sustituir los monocultivos forestales por usos que provean de bienestar a la población es un objetivo que urge cumplir y es condicionante en la recuperación de nuestra calidad de vida, amenazada por la escasez hídrica. Las precipitaciones han disminuido en un margen del 40% al 50% entre 1900 y 1999. En este contexto, los bosques son fundamentales en la provisión de agua en calidad y cantidad, por lo que la recuperación de éstos es fundamental.

Fuente: Resumen.cl