El dictador chileno tuvo toxinas botulínicas capaces de eliminar a miles de personas. La noticia alimenta las sospechas en torno al envenamiento de Eduardo Frei y la muerte del poeta Pablo Neruda.

El dictador chileno Augusto Pinochet (1973-1990) dispuso de toxinas botulínicas capaces de eliminar a miles de personas, reveló la exdirectora del Instituto de Salud Pública (ISP) de Chile, Ingrid Heitmann.

Los químicos, que permanecieron en secreto por 27 años en un subterráneo del ISP junto al Estadio Nacional de Santiago, fueron descubiertos e incinerados en 2008, sin informar al gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) o la Justicia, admitió hoy Heitmann, que estuvo al frente del ISP entre 2007 y 2010, en declaraciones a la agencia de noticias DPA.

«Eran dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago», dijo la profesional, quien luego matizó su afirmación: «Se podía matar a muchísimos, pero no sé cuántos».

Investigaciones judiciales ligadas al envenenamiento de presos políticos y a la muerte del expresidente Eduardo Frei en 1982  detectaron documentos que corroboraron el ingreso de las toxinas desde Brasil.

Frei, al igual que el premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, murió en el cuarto piso de la Clínica Santa María de Santiago, pero la Justicia investiga en la actualidad ambos decesos, ante la sospecha de que se trató de casos de envenenamiento.

Hasta ahora el destino de las sustancias químicas era desconocido. «La Policía de Investigaciones fue muchas veces al ISP, pero no las encontró. No revisaron nunca el subterráneo», recordó Heitmann.

La botulina, que desde hace pocos años tiene usos cosméticos, es una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum que provoca parálisis muscular progresiva y que como arma de destrucción masiva está prohibida por las Convenciones de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.

Un adulto de 70 kilos muere si se le inyecta 0,15 picogramos de la toxina. Como antecedente, cada picogramo equivale a apenas la billonésima parte de un gramo. La toxina también puede ser suministrada oralmente.

La doctora, quien en los albores de la dictadura fue detenida y torturada dos veces por los equipos represivos, dijo que quedó impactada cuando sus subalternos encontraron estas armas químicas. «Me espanté», evocó.

«No pensé que pudieran ser importantes para un proceso judicial, no se sabía lo de Frei», explicó ante la decisión de incinerarlas en silencio junto a todos los demás materiales, pese a que faltaban algunas ampollas en el par de cajas encontrado, lo que hacía presumir su uso contra opositores.

Testimonios

Diversos juicios por violaciones a los derechos humanos recogen de hecho testimonios y evidencias de que los equipos represivos utilizaron toxina botulínica, gas sarín y talio.

Un caso ampliamente documentado y fallado ya por la Justicia es el asesinato del diplomático español Carmelo Soria, ultimado en 1976 con gas sarín, luego de ser torturado.

Otro es el de los miembros del MIR envenenados justamente con toxina botulínica el 7 de diciembre de 1981 en la Cárcel Pública de Santiago de Chile.

Este último crimen ocurrió justo un día antes de que Frei sufriera un shock séptico en la Clínica Santa María tras ser operado por un equipo de médicos que resultaron ser agentes de inteligencia, como prueba el proceso judicial respectivo a punto de terminar.

En los restos de Frei fue hallada además presencia de talio y gas sarín, como indican los exámenes histológicos realizados en el proceso que lleva el juez Alejandro Madrid y que está en etapa de secreto procesal.